Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.
¿Se han leído alguna vez el texto de entrada de esta columna? Eso a la derecha del dibujito que Efe tuvo a bien realizar —casi sin chantaje por mi parte— para ilustrar la tontada. En cualquier caso, en esa entradilla dijo, entre otras bobadas, que “Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante.” Hum, autocitarme para empezar es algo que tenía que haber hecho antes.
Cuando lo escribí ya habían salido los primeros estudios —bueno, o los terceros o cuartos— que hablaban de cómo las jóvenes generaciones se están desenganchando de la televisión a favor de internet —lo de los porros y el caballo de toda la vida, vamos— y cómo eso había llevado a algunas grandes empresas a tomar decisiones importantes para seguir manteniendo su negocio con unos pequeños ajustes.
Lo hilarante es que esas empresas eran las de televisiones. Que en cuanto se olieron el percal empezaron a convertir la forma correcta de ver la tele en la forma correcta de usar una pantalla. El pantallismo se iba a convertir en una forma más de cultura del siglo XXI. Los fabricantes se volverían relevantes e imprescindibles para los juegos de las consolas e irían integrando y mejorando las cosas que se pueden hacer cuando se les enlaza con el ordenador. “Tonto, que más grande es mejor” parecía ser su lema. Y, con el tiempo, incluso han empezado a integrar otro tipo de servicios y a buscar la forma de separarse de las propias emisiones, bien integrando sus propios enlaces de contenido web o apoyando a estas compañías.
Dicho en breve: Las televisiones se apartaban de las televisiones. Perdón: Las pantallas se apartaban de las cadenas de emisión de contenido. Algo que debería haber hecho sospechar a las cadenas.
De hecho, las cadenas deberían haber estado moscas desde los años ochenta. Antes de eso la mayor parte de cadenas eran monolíticas, había poca alternativa y siempre de manera local o regional. —Aquí, en USA, incluso en UK— De manera que lo que pasaba en las grandes cadenas tenía un peso. La importancia histórica del programa de los Smother Brothers se basada en parte en eso. Eran tres cadenas, Bonanza llevaba temporadas mandando de manera absoluta. La aparición del cable, el básico y el premium, o de los canales menores organizados, ha ido limando todo eso. Hoy en día un programa revolucionario, digamos Community, puede emitirse en una gran cadena y tener que competir contra el cable de FX o los programas de Commedy Central. Cuanto más difusa está la relevancia menor es el poder que se tiene.
Volvemos por un momento a un pensamiento del pasado. “La posibilidad de reproducir en cualquier parte cualquier programa como nuevo estándar del consumo digital.” (Lo he puesto entre comillas pero no sé si llegué a expresarlo así, en cualquier caso esto de autocitarse es adicitivo) Y veamos cómo eso casa de nuevo con los fabricantes de pantallas. Pantallas en el teléfono, la consola portatil, el ordenador igual de portatil o los famosos y nuevos pdas, pantallas por todas partes que te permiten conectarte y ver.
Ya tienes la infraestructura pero ahora falta la segunda parte: el contenido. Y ahí es dónde tocaba actuar a las cadenas de televisión. ¿El resultado?
El resultado ha sido que frente a la creación de plataformas específicas — es decir, Netflix como paradigma, Hulu como poco menos que un YouTube de marca, un montón de empresas seguidoras de la idea corriendo detrás — la lógica hubiera supuesto que el canal tendría que escuchar y buscar una forma de acceder a ese público. La realidad ha sido, como casi siempre, otra bien distinta.
La mayor parte de las cadenas se han limitado a buscar un método mixto de aproximación, no creando ningún espacio exclusivo para internet pero sí incorporando internet en sus contenidos. Y por una vez no me refiero a meter YouTubes en las noticias vengan o no a cuenta. Me refiero a usarla como plataforma de comunicación en un primer momento, casi como si fuera un teléfono/fax de extraño aspecto, después como fondo de información en el que poder buscar datos — que significa muchas cosas, desde su condición de biblioteca Infinita y, por tanto, Caótica hasta su condición de un buen lugar para fusilar contenidos según la moral del usuario— o para colocarlo en busca de visibilidad.
Casi todas las cadenas tienen algún caramelito para la red, unas pocas están empezando a usarla como un medio en el que pueden tener a disposición del público los programas atrasados. No todos, fundamentalmente series y algunos clips que consideran importantes de noticias y magazines. Pero ya es algo. Tengamos en cuenta que internet está inexplorado en muchos sentidos y uno es el de los derechos de emisión. Que os puede hacer muchas risas pero que veremos cómo se irán regulando durante los próximos años.
El caso de South Park es un ejemplo, no es la cadena la que lo tiene a disposición de todo el mundo sino sus propios autores. Cualquier capítulo desde cualquier localización puede ser consultado. —Aquí entrarían, además, las ideas de los mismos autores, libertarios de izquierdas, uniéndose a la idea comercial— Por contra señores como los de la BBC tienden a limitar la disposición geográfica de su contenido. Y nuestra TVE va recuperando poco a poco los clásicos que tiene en su fondo.Y repito con pesar lo de poco a poco.
A esos usos aún existentes se ha unido, finalmente, una idea de entender internet como una mezcla de forma de medir el pulso de la realidad y competidor: Un termómetro rectal.
De manera que cuando necesitan comprobar la relevancia o justificarla usan intenet —fundamentalmente ahora las redes sociales— para refrendar lo dicho y, ya puestos, darle un aire nuevo a lo que en la película Network se satirizaba como Vox Populi, esos segmentos en el que gente sin conocimientos que pasa por la calle demuestran que tienen una opinión sobre cualquier tema.
En cuanto a la parte de la competencia… Como el periodismo está cada día más hundido en el amarillismo por su necesidad de generar beneficios económicos tangibles e inmediatos [Es decir, no tanto dar una buena imagen de la cadena y atraer a gente que les considere con una visión del mundo si no imparcial sí sesgada de la misma manera, que da sus beneficios en atracción y fidelización de la audiencia, sino en poder poner anuncios y vender lo que toque con el menor gasto posible.] que favorecen el uso del alarmismo entre los espectadores. Y allá que van con internet como un nido de pedófilos malvados que van a por nuestros hijos, una taberna de piratas que tratan de hundir a la sufrida industria del espectáculo —que a estas alturas ya ha comprado o está comprando en estos momentos todos los medios que se ponen a tiro—- y, desde luego, peligrosos revolucionarios que ponen en peligro el estado, la seguridad nacional y las recetas de cocina sin clembuterol.
- ¿Y todo esto venía a cuenta de?
Como decía al principio. Antes incluso de empezar con esta columna habían salido datos hablando de cómo cada vez hay menos gente que le hagan caso a la televisión. Pero es que el último resultado ya dibuja un futuro bastante negro para ellos: Según la empresa de mediciones Nielsen los jóvenes menores de 35 años cada vez ven menos televisión. En ese mismo informe se comenta que los mayores, sin embargo, cada vez ven más minutos de televisión.
Podríamos discutir la validez de esos datos o buscar explicaciones a lo allí expuesto, digamos por ejemplo que el aumento se pueden deber a motivos sociopolíticos como el incremento del paro en esas franjas de edad. Me da lo mismo. Primero, porque para cualquier asunto se pueden crear múltiples explicaciones a posteriori que lo expliquen. Segundo, porque me interesa más esa polarización progresiva. El panorama trazado señala que la generación que no nació con la informática pro defecto tiende a depender aún de la televisión. y mientras esa generación dure los problemas serán limitados. Es decir, la situación de la televisión será la misma que la de la radio. —Con la diferencia obvia de que la radio se puede usar en muchas circunstancias en las que prestar atención a una pantalla es poco recomendable.— Así que ahora pensad en esos señores que hablan de cuando en la radio salía, y esas imágenes de familias escuchando la radio con aprensión. Felicidades, en diez años seréis vuestro propio guión de Cuéntame.
Pero lo más importante es el rango de edad. Ya estamos hasta los 34 años. ¿Por qué es importante ese dato? Pues porque los anunciantes tienen una franja de edad deseable —la vieja bronca entre FOX y CBS— que indica que lo mejor es tener espectadores entre 18 y 49 años y, dentro de esos, mejor aún si no sobrepasas los 34. Tu vida estará aún en ese momento de realizar gastos y ser impulsivo. Menos establecida y restrictiva en el dinero que tienes y cómo te lo vas a gastar. —Y yo sigo suponiendo que todos esos programas sobre adolescentes mentales tienen como objetivo parcial atraerlos. Al menos ese es mi sueño para dotar de sentido las decisiones de las cadenas—
De manera que ahora ese público objetivo que nos va a dar de comer se encuentra…
En Internet.
Así que ahora es cuando deberíamos ver cómo ocurre una de estas posibilidades:
— Regresa la polémica FOX vs. CBS y bien se empieza a hacer más caso a los mayores, bien se redefine de nuevo una franja de edad interesante. ¿12 a 18? ¿49 a 59?
— Los anunciantes empiezan a meter pasta en internet, como en tiempos de la burbuja. Pobres idiotas. En consecuencia las cadenas tiene que empezar a buscarse la vida para adaptarse en internet.
— Empiezan las luchas para domar definitivamente Internet, convertirla en un redil más manejable y sacar a la gente que ha ido allí buscando algo nuevo e interesante. Como siempre se ha hecho antes.
— Todas las anteriores y, además, el final de la electricidad. O quizá una guerra. Bien pensado, todas las anteriores y varias de las posteriores.
El punto del cambio, en cualquier caso, es este. Demográficamente estamos en el centro del giro y aún no hay tanto control en la red como parece. Ya ha habido adaptaciones variadas, de series de ficción a servicios de noticias, que serán los nuevos pioneros, y pronto estará por ver cómo siguen los demás.
Pero, tranquilos, la televisión no desaparecerá, igual que no han desaparecido la radio, los cómics o los libritos pulp… Como veis la extinción no es el peor destino posible.
2012-02-13 21:03
Todas las respuestas posibles a todas las cuestiones suscitadas en este artículo están, por supuesto, en Black Mirror.
Es decir, suponiendo que en unos años quede alguien ahí fuera capaz de mantener este castillo de naipes tecnológico en el que estamos montados.
En Mad Max, a fin de cuentas, nadie veía la televisión. No había televisión. No había nada.