Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.
Es difícil decidir o establecer cuándo alguien ha hecho o está haciendo historia; muchas veces sólo se puede ver a posteriori, con mucha distancia, y señalarlo no deja de hacernos parecer estúpidos. Sobre todo si debatimos algo como ¿Cuánto hace falta para hacer historia?. Y, sin embargo, igual que Rimbaud —que escribió toda su obra entre los 15 y los 20 años—, estos dos señores que nos ocupan, Joshua Brand y John Falsey, sólo necesitaron crear cuatro series, ocuparse de ellas por espacio de diez años, entre 1982 y 1993 y crear no sólo un culto hacia ellas sino una huella —propia, innegable, ineludible— que aún hoy perdura.
Y lo más divertido del caso —al menos para mí, que tengo algo retorcido el sentido del humor— es que crearon cuatro series, dos menos recordadas, dos de culto, una que fue auténtico punto de inflexión, piedra de toque de ciertos aficionados y gran parte del público más… digamos… gafapasta, pero… sus apellidos se olvidaron. Si es que alguna vez los devotos de sus series lo supieron. Y, sin embargo, en apenas diez años, surgiría la idea de una televisión de culto en el cable. Por lo visto en las grandes cadenas no podía existir.
Hablemos de nuestros hombres del día:
John Falsey, nacido en el 51 (el 6 de Noviembre podréis felicitarle su 60 cumpleaños), estudió Literatura Inglesa y Escritura Creativa, publicó en New Yorker y todo eso le sirvió en 1978 para entrar como guionista en una serie como poco atípica: The white shadow, una serie creada por Bruce Paltrow —sí, el padre de Gwyneth— para la CBS sobre un jugador de la NBA, un profesional blanco exitoso que jugando con los Chicago Bulls se lesiona la rodilla, lo que le lleva a empezar una nueva carrera como profesor en un pequeño instituto en el que la mayoría negra vive sin muchas esperanzas. Duró 3 temporadas y tiene el honor de ser el primer drama protagonizado por un reparto de gente de color. En su segunda temporada se unió nuestro otro nombre.
Joshua Brand, nacido en el 50, licenciado en el 74 en la Universidad de Columbia en Literatura Inglesa, estrenó una obra en el 78 que cosechó los suficientes elogios como para lograrle un lugar en The white shadow en 1979, compartiendo el puesto de editor de guiones con Falsey. El final de la serie en su tercera temporada, en 1981, le dio una oportunidad al dúo para presentar en la NBC la primera serie del tándem.
Siempre es complicado señalar qué series conoce, o debería conocer, el espectador medio. Voy a asumir que ésta es una de ellas pero, la verdad, no tiene por qué. Y es una pena. Se trata de una de las primeras series de médicos que se tomó la profesión como una mezcla. Si hubiera que tratar de sacar la fórmula de su éxito podríamos decir que entendía la naturaleza médica como M*A*S*H, la humana como Canción triste de Hill Street y la seriedad televisiva como General Hospital. Puede sonar a cachondeo, pero no lo es. Lograba reunir la idea de un centro de trabajo con sus dramas y sus alegrías, toques de comedia sin perder el rigor, cierto sentido incluso de lo fantástico y un apoyo magnífico por parte de los actores que sirvió no sólo para que la serie fuera un referente, también para convertirse en el espejo al que miraban en el futuro Urgencias o Chicago Hope. En España tuvo una vida complicada, los catalanes la llamaron A cor obert, el resto se decidió entre el más simplón Hospital o dejarla con el título original: St. Elsewhere
Una serie sobre un ruinoso hospital de formación que se permite recuperar un personaje de The white shadow, hacer comentarios metareferenciales, o hacer despegar las carreras de alguno de sus médicos como Ed Begley Jr. o Denzel Washington, pero que es recordada sobre todo por un hecho, su final.
Todo el talento, toda la ruptura, todo el buen hacer quedó condensado, superado y, lamentablemente, eclipsado por una idea tan brillante que crearía incluso una realidad alternativa televisiva, El Universo Tommy Westphall. Tommy, hijo autista de uno de los doctores aparece al final del último episodio, sólo que ya no es esa misma persona, es sólo un chico autista, con un globo de nieve, dentro del cuál se encuentra el St. Eligius, el hospital que centraba las tramas, lo que convierte toda la serie en la ensoñación de un chaval autista. No sólo eso, la aparición de personajes de otras series e, incluso, la exportación de personajes de esta serie en otras ficciones servía de conexión para que desde I love you Lucy hasta The Wire estuvieran dentro de este mismo universo. Ah, la televisión…
El final de la serie fue en 1988, aunque para entonces ya habían realizado la labor de supervisores en Amazing Stories. Incluso, descarrilado un proyecto nuevo, una historia extraña, como no podía ser menos: A year in the life.
Todo empezó en 1986 como una miniserie para la NBC. Tres capítulos, autocontenido, un año en la vida de una familia en la que lo más importante que ocurre es la —inesperada— muerte de la madre. El resultado fue, lo crean o no, un bombazo. Tanto que la cadena convenció a los autores de que lo pasaran a serie regular, y así durante la temporada 87/88 se emitió la historia del siguiente año en la vida de esta familia, ahora con más tranquilidad.
Sin embargo la serie no lograría ser seleccionada para otro año más por la cadena.
Y eso les permitiría regresar a la CBS con un proyecto para verano que… vamos a dejar para un poco más adelante.
En lugar de eso pasemos a la otra serie de corto recorrido de la pareja, I’ll fly away, ofrecida de nuevo por la NBC y que en sus dos temporadas repasaba la vida de una criada negra a finales de los ’50, sirviente de la casa del Fiscal del Distrito de un estado del Sur indeterminado, en plena ebullición de los movimientos en defensa de los Derechos Civiles. Una historia que tenía un lado melodramático pero que también enseñaba la importancia de estos movimientos y de las personas implicadas en ellos. Algo lo suficientemente importante como para que, al ser cancelada la serie durante su segunda temporada, la cadena pública americana PBS decidiera hacer un telefilme que atara los cabos de la misma y, de paso, contara una historia sobre esa lucha.
Una historia dura, sí, pero también tratada con maneras inspiradoras, que les dio más reconocimiento crítico que premios o audiencias. Y ahora volvamos al verano, a la CBS y a esa pequeña idea que consagraría a Falsey y Brand en el Olimpo televisivo.
El año 1990 trajo con él un par de series de éxito. Casi todas inesperadas. En Abril, dentro de la temporada de restos, cuando se estrena lo que parece no tener cabida en ningún otro lado, aparece una serie que pega un repaso a todo lo que se había visto hasta entonces cambiando algunas de las reglas del juego. Es decir, se estrena Twin Peaks. No sólo eso, en julio llega lo nuevo de Brand y Falsey, una serie que encajaba en las reglas del Verano, amable con sus personajes, con un punto de comedia y otro muy atenuado de drama… Hasta el punto de que al año siguiente una película protagonizada por Michael J. Fox iba a ser considerada una adaptación de este éxito, como si no tuvieran un plazo de preparación las cosas. En cualquier caso, 1990 fue un buen año para la tele y, desde luego, para los pequeños pueblecitos a los que llegan extraños, sean policías o sean, ya sabéis… médicos:
Con la excusa de las discrepancias ciudad/campo que tanto juego han dado siempre, se nos presentaba a un elemento nuevo —el doctor Fleischman— que acababa en Cicely, Alaska merced a una enrevesada peripecia. Una vez allí conocía(mos) a los extraños habitantes del pueblo, cada uno con sus motivos para quedarse y su punto de rareza. Incluyendo, claro, al Buen Doctor, un judío neoyorkino con tendencia a ponerse nervioso y hablar mucho, haciendo una interpretación de lo que sería por antonomasia el pez fuera del agua. No es la primera vez que se establece esta dialéctica campo/ciudad ni que se envía a un pueblo a alguien de ciudad —generalmente por las risas— pero en este caso era más como si el campo le rodeara, no para chocar sino para demostrar sus errores de ciudad. Porque, pese a los sueños de Maurice de lograr la riviera de Alaska, la verdad es que todos los personajes importantes del pueblo tenían una cultura similar a la de un urbanita pero con la mitad de prejuicios —en su lugar tenían… prejuicios nuevos—, todo lo cuál permitió convertirla en un Beatus ille para los espectadores —estos sí, urbanitas— que llegaron a ella a principio de los noventa, y que la auparon a Clásico de Culto y la mencionan cada vez que se da este esquema, ya sea al estilo Everwood o al más reciente Hart of Dixie, pasando por —¿hace falta decirlo?— Doctor Mateo. Y eso que durante la Década Rústica ya habíamos tenido de Green Acres a Newhart pero, claro, eran claramente comedias y no tenían a un médico como protagonista…
En España la emisión, digamos, irregular que hizo La 2, programándola de madrugada, desordenando los capítulos y, por supuesto, moviéndola en el horario o echando dos capítulos si así les cuadraba mejor, le dio incluso más estatus de Culto. Al fin y al cabo Twin Peaks la había echado en prime time el Tele 5 de las Mamma Ciccio mientras que ésta la ponía ¡ LA 2 ! ¡Y así como con odio! Es sorprendente leer ahora tantas loas a las series y ficciones obviando este fenómeno que se conviritió en los protogafapastas en toda una seña; por suerte no había ni Infovía aún para comentar el espantoso caso de la operación de estética de Janine Turner o montar una recogida de firmas cuando el protagonista, Rob Morrow, decidió largarse —bueno, a medias—, lo que provocó la salida de Brand y Falsey que preferían no continuar la serie de cualquier modo; cosa que acabó pasando —claro— aunque fuese sólo por una temporada más. Luego Morrow acabaría haciendo Numbers para solaz de los que creen en el Karma.
En cuanto a sus seguidores, parece que no fueron capaces de recordar el nombre de los creadores, pese a haberse convertido en el grupo de aficionados a una serie que más méritos hacían para terminar acribillados por disparos de escopeta —trono este que están pasando en estos momento los de The Wire a los de Mad Men — y es una pena, porque no sólo sus creadores eran grandes de la televisión, con señas reconocibles —al fin y al cabo muchas de las tramas de Northern Exposure podían haber casado dentro de St. Elsewhere— sino que también tenían un equipo magnífico en el que destacaba, por ejemplo, el escritor y posteriormente productor de la misma, un tal David Chase. Al que le vendría bien el final de la serie para ponerse con su segunda serie propia, esta vez para la HBO… Los Soprano se llamaba.
¿Y qué es en la actualidad de Falsey y de Brand? Más aún, ¿qué es de ellos desde 1995?
Falsey vive alejado de la televisión. Lo último que hizo fue echar un ojo a la primera temporada de Providence, una serie que contaba cómo una prestigiosa doctora decidía retirarse a un pueblecito que… bueno, os lo podéis imaginar. Cinco temporadas duró, aunque Falsey sólo diera ideas y supervisara un poco en la primera, y más como un gesto hacia John Masius, el creador, que fue escritor y productor con la pareja en The White Shadow o St. Elsewhere. Tras eso se quitó del mundillo televisivo.
Brand, por su parte, ha estado haciendo trabajitos, fundamentalmente dirigiendo algunos capítulos en series como Joan of Arcadia y mandando ideas para series que, al final, han logrado que una de ellas sea escogida, y otra esté en consideración… La segunda, aún en el aire, habla de una periodista de moda que termina en la sección de obituarios y, por supuesto, es muy temprano para poder decir nada más de ella, Circling the Drain, mientras que la otra es un piloto en grabación a la espera de ser convertida —o no— en serie, Reconstruction; centrada en la reconstrucción —obviamente— de Missouri tras la Guerra Civil americana y en un soldado que llega a una pequeña ciudad en la que será aclamado como su salvador. Veremos si es uno de los estrenos del año próximo, que aún queda mucho por delante y estamos hablando de un proyecto para la FX que ha terminado en la NBC, así que puede suceder casi cualquier cosa.
Quién sabe, quizá incluso esté cercano un regreso de la pareja Falsey / Brand* a la producción. No es que necesiten hacer más por la televisión pero, ¿no sería agradable?
2011-11-08 23:15
La verdad, no había caído aún en que las mismas personas que crearon “A cor obert” crearan también “Northern Exposure”, que es una muy buena serie, pero con la que tengo una relación de amor-odio, debida a su visión idílica de los pueblos, en franca oposición a Twin Peaks. Me llegó a fastidiar que no pasara nunca nada sórdido, ni una sombra en Cicely, llegaba a ser inquietante la pura ausencia del mal.
Y sí, la burla que hacen de “Twin Peaks” en cierto episodio me sigue pareciendo una rabieta infantil sin mucho sentido. Soy una rencorosa catódica de primer orden, es así.
Me ha sorprendido esa afirmación tuya de que las tramas de Cicely se podrían dar en el St Elsewhere, no lo veo muy posible, aunque ves, en el St Elsewhere sí que pasaba de todo. Han pasado millones de años, pero de ella recuerdo sobre todo al cirujano malhumorado del bigote y que Mark Harmon y Denzel Washington tenían pequeños papeles en ella. También recuerdo la violación del personaje de David Morse, que aún hoy en día hace que me perturbe su presencia, como si le hubiera pasado a él, ahí no se andaban con chiquitas.
Hombre, no sé, si es que Fleischman podría haberse hastiado de un sitio como el St. Elsewhere, esa podría ser una serie interesante, mira, ahora que ha purgado sus culpas con los matemáticos más odiados de la tele que se vaya haciendo a la idea.
2011-11-09 14:22
>en franca oposición a Twin Peaks
Como decía en el texto, las dos series son del mismo año. A mí no me parece opuesta, más bien complementaria. En ambos pueblos los habitantes son extraños, la diferencia es que en Cicely lo son de una manera más… digamos humana. Sus habitantes acaban dando más importancia a las relaciones humanas positivas e integrando a “los raros”. En Twin Peaks casi parece que disfrutan siendo deliberadamente extraños.
Lo opuesto a Twin Peaks supongo que sería un pueblo en el que todos fueran raros sin que nadie pareciera notar nada extraño o bien que todos parecieran normales siendo interiormente extraños. Es decir, veo más opuesto Eureka o Happy Town que Doctor en Alaska.
>Me llegó a fastidiar que no pasara nunca >nada sórdido, ni una sombra en Cicely, >llegaba a ser inquietante la pura ausencia >del mal.
No, no, cosas sórdidas había. Igual que broncas entre los habitantes. Chris era exconvicto, Maurice se pelea con Holling cuando se trae una mujer para casarse con ella —¿se puede ser más sórdido?— y esta acaba prefiriendo al segundo rompiendo la amistad entre los dos hombres, aunque sea sólo durante un tiempo porque ya he dicho que los buenos sentimientos se terminan imponiendo.
>Me ha sorprendido esa afirmación tuya de >que las tramas de Cicely se podrían dar en >el St Elsewhere, no lo veo muy posible, >aunque ves, en el St Elsewhere sí que >pasaba de todo.
Precisamente porque pasaba de todo. Obviamente me refería a las tramas “generales”, como idea, una mujer a la que siempre se le mueren los novios, por ejemplo, pero aún así el personaje de Maurice podría haber aparecido como comprador del St. Eligius sin desentonar mucho en el tema o tono de la serie. Una de las principales bondades de la serie de médicos, que luego sería imitada por otras, es que lo factible era más importante que lo realista, de manera que cualquier trama era susceptible de suceder en el hospital por disparatada que supusiera.
>ahí no se andaban con chiquitas.
Cuando en Urgencias le pegan una paliza a Anthony Edwards (Dr. Mark Greene) me acordé de esa escena, mucho más cruda incluso. Ah, y Washington tenía un papel importante, se supone que fue su lanzamiento.
>si es que Fleischman podría haberse hastiado de un sitio como el St. Elsewhere
Flaishcman —el personaje— era un tipo profundamente gilipollas, así que sí, podría haber sido el único miembro del personal del St. Eligius aburrido de trabajar ahí. Pero porque es idiota, también se hubiera aburrido del County General, el Chicago hope e, incluso, el Sacred Heart.