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El receptor por Jónatan Sark

Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.

Rescataniegos ESPAÑA

Si el resto del mes hay poca gente hoy, con la Virgen y el puente, no quiero ni pensarlo. Por suerte estamos grabados y, más aún, tenemos la posibilidad de variar sobre la marcha. De manera que mi plan maestro para este Agosto recordando —y recomendando— miniseries se encontró con un comentario inesperado. Alberto Haj-Saleh me preguntaba si no habría una columna centrada en las Españolas, yo le aseguraba que no había cinco miniseries independientes —es decir, no adaptaciones de libros, que de eso ya hablaremos— que merecieran la pena.

Mi idea inicial era, pues, dedicar un día a un “combinado europeo” con presencia española y el último retomar la línea de creadores con las adaptaciones televisivas de libros.

Pero como los retos me van decidí convertir el combinado en uno mundial —lo veréis la semana próxima— y mantener el último capítulo despejando el que iba a ir para Asia —unos ganan, otros pierden— para poder hablar de aquello que yo veía difícil encontrar: Miniseries españolas que no adapten libros.

El problema principal, tal y como yo lo veía, es que en los inicios televisivos hubo una gran cantidad de miniseries, pero casi todas antológicas —es decir, distintas historias sobre un tema o nexo de unión—, y en la actualidad lo que se puede decir de las miniseries no es precisamente bueno, empeñados como están en convertirse en un mix entre las revistas del corazón y La hora chanante.

Por suerte, tras cribar y buscar he logrado encontrar cinco miniseries que —espero— satisfarán a los pocos lectores que un día como hoy estén buscando algo que ver.

La señora García se confiesa (1976, TVE)

Cuando uno de los grandes nombres de la televisión española, Adolfo Marsillach, decidió hacer una serie centrada en la mujer consideró que ya estaba bien de series antológicas y que mejor explorar a fondo a una sola mujer. De modo que se centró en una señora de clase alta — “Quizá la que mejor conozco, para mi desgracia” decía Marsillach— que pasó de ser la prevista María Dolores Pradera a Lucía Bosé. El punto de partida es el encuentro casual de un escritor y guionista con una dama de alta sociedad que le fascinará hasta el punto de querer saber todo sobre ella. De esa manera la Señora García contará su vida, sus emociones y contradicciones, sus viajes por el extranjero y sus relaciones amorosas, componiendo el puzzle de alguien complejo y fascinante.

¿Es usted el asesino? (1967, TVE)

Después de Marsillach y antes de Armiñán vamos a ver a otro de los cerebros creadores tras la televisión Española. Al final siempre salen los mismos nombres. En este caso estamos ante Narciso Ibáñez. El padre, Narciso Ibáñez Menta. Que retomaría su posición como director recuperando una adaptación del —hoy muy desconocido entre nosotros— escritor y dramaturgo belga Fernand Crommelynck. En ella la muerte de un rico banquero destapa la existencia en las calles de una ciudad de un asesino en serie, un asesino que parece atacar de manera aleatoria y al que la policía parece incapaz de detener, al menos hasta la aparición del investigador aficionado Larose—interpretado por el propio Ibáñez Menta —. Un prodigio de interpretación y articulación de trama que tuvo pegados a los españoles al televisior mientras trataban de de descubrir quién era ese misterioso Asesino del paragüas. Impresionante.

Gatos en el tejado (1988, TVE)

Poco antes de la llegada de las privadas, cuando Pilar Miró mandaba en TVE, escogieron a un joven guionista y director que ya había funcionado bien en la serie Platos rotos con Verónica Forqué, la idea era crear una gran serie que sirviera como insignia de la nueva etapa que presumía de apostar por la producción propia frente a la etapa anterior de Calviño —del 82 al 86— y lo hacía con esta mezcla de comedia con drama. José Sacristán interpretaba a un conocido humorista que había adquirido popularidad gracias a la tele y que ahora se enfrentaba a la muerte de su ex-mujer. La paternidad, el efecto deformador de la televisión, el humor… todo ello con un excelente grupo de actores involucrados. El efecto fue muy positivo para el responsable creativo directo, Joaquín Oristrell.

Desaparecida (2007, TVE)

Una niña desaparece, la policía investiga. Un buen punto de partida, sólido, estupendamente ayudado por la brillante interpretación de Miguel Ángel Solá como el Teniente Sierra de la UCO. La verdad es que es una gran serie, y lo podría haber sido más de haber sabido comprimir la acción, el ejemplo perfecto de cómo debería haberse intentado crear un modelo de género negro español. Lamentablemente el intento de explotar a los policías en un spin-off demostró que podía caer en todos los tópicos que se habían evitado en esta primera. La mezcla de una historia interesante con un buen punto de partida, además de la coincidencia de varios casos reales que podían servir de espejos, fueron un buen cebo pero es el trabajo de los actores y la buena construcción de los guiones lo que lo convirtió en un éxito entre el público. Debemos acreditar al Grupo Ganga como sus creadores, pero la verdad es que no está tan acreditado como sería de esperar aunque imagino que los productores Miguel Ángel Bernardeau y Ramón Campos serán los que se lo llevarán.

Juncal (1989, TVE)

Como decía antes, siempre vamos viendo los mismos nombres. Por eso dejaba a Jaime de Armiñán —de quien tanto hemos hablado y tanto tendríamos que hablar— produjo la que quizá sea la miniserie más recordada de la televisión española. Un prodigio alquímico gracias a un Paco Rabal al borde de la autoparodia, al inigualable trabajo de Rafael Álvarez, El brujo, y a mil y un pequeños detalles que lograban que la vida de este antiguo matador de éxito, con demasiado gancho entre las mujeres para su propio bien, y una misión de reconciliación familiar pospuesta cada vez que surgía la oportunidad, fuese tan polifacético y contradictorio, tan vitalista y zumbón, que sostenía con su presencia la serie y que, además, era capaz de aceptar la presencia de los secundarios para expandirla.

Así que, vaya, resulta que al final sí teníamos miniseries —bueno, aquí lo de mini es de 13 episodios o meno, qué vamos a hacerle— con las que disfrutar este verano. Si las encontráis.

Jónatan Sark | 15 de agosto de 2011

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