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El receptor por Jónatan Sark

Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.

Marcial Bellisario

Semper fidelis es el lema de los Marines. Durante años muchos son los que se han entrenado a sus órdenes. Cada cuál tiene su historia y el de este Marine en particular incluye el nacimiento en Pensilvania como resultado del matrimonio entre una madre serbia y un padre italiano y varias turbulentas historias que le llevan a enrolarse con veinte años en este cuerpo.

En el 59 deja el cuerpo con una Medalla de Buena Conducta y entra en la Universidad Estatal de Pensilvania para conseguir una diplomatura en periodismo que le abrirá la puerta tres años más tarde a trabajos de creativo publicitario con los que fue ganándose la vida, subiendo de nivel, de colaborador en una pequeña empresa de publicidad a Director Creativo de esa empresa para después dar el salto en el 68 a la Agencia Bloom en la que iría subiendo posiciones, entrando ya como Jefe de Redactores, hasta convertirse, 8 años más tarde, en Vicepresidente Creativo, Director Creativo y Miembro del Consejo. Momento en el que decidió que quería probar cosas nuevas. Tenía que moverse. A Hollywood, concretamente.

Tras un par de trabajos menores le llega la oportunidad de ponerse a las órdenes de Stephen J. Cannell en su primer gran encargo Baa Baa Black Sheep, aunque será dos años más tarde cuando encontrará su camino al entrar a trabajar junto al gran Glen A. Larson en Galáctica Estrella de Combate, un encantador desastre que sirvió para afianzar su relación con Larson lo que propiciaría el lanzamiento de su siguiente serie, la primera conjunta.

Ya hablamos bastante de Magnum, P.I. hace unas semanas. Fue un gran éxito que duró ocho temporadas y proporcionó a Bellisario —que fue el que se quedó guardando el fuerte en cuanto Larson se largó— unas tablas tremendas.

Aunque la obra de Donald P. Bellisario se distingue por una serie de constantes entre las que entra procurar no trabajar en muchas series a la vez —lo que significa que suelen ser series de larga duración y gran éxito precisamente porque no se dispersa— sí que se aventuró cuando tuvo la oportunidad de hacer su serie propia y personal.

Hay otros autores en los que los parecidos tiene que ver con algún tic, alguna forma de abordar los problemas o un tono general. Bellisario tiene una lista de ellos.

El más evidente es el pasado militar —cuando se molestaba en hacerlo pasado— de sus protagonistas.

En Magnum el protagonista es un ex- Navy SEAL veterano de Vietnam, pero no sólo él, T.C. era Marine y piloto de helicópteros en Vietnam, Rick era el artillero de T.C. y también Marine e incluso Higgins tenía un pasado militar como Sargento Mayor en la British Army.

Pero no sólo eso, también hay un sentimiento de familia entre sus personajes —que nunca son familia, claro— y, a la vez suele haber familia de Bellisario, no sólo entre el cuerpo técnico, también —además— entre los actores. Y su capacidad para reciclar y recuperar actores y personajes de una serie a otra debería ser legendaria.

En cualquier caso, la brillante explosión de Magnum le permitió atreverse a su primera serie en solitario que resultó ser:

Efectivamente, los Cuentos del Mono de Oro. Jake Cutter es un antiguo miembro del escuadrón Flying Tiger que ahora tiene un bar. También tiene un perro con un parche en el ojo, un amigo borrachín y un interés romántico hacia la cantante de su antro que —cosas de la vida— en realidad es una espía estadounidense. Como esto está localizado en el Pacífico en 1938 no resulta tan raro, ni ellos ni el espía nazi que finge ser cura, la Dama Dragón —imprescindible ante semejante recreación de Terry y los piratas— y su fiel ayudante o el gobernante francés. Muy variado todo.

Sin embargo, pese al sabor clásico, la acción sin parar y el buen gusto general la serie no llegó a funcionar.

Lo sé, vosotros la recordáis. Pero, asumidlo, eso no significa que en su momento funcionara. Así que al final de temporada no fue renovada y pasamos a la siguiente.

Por supuesto tener a un piloto de aviones aquí y a otro de helicópteros en Magnum dejaba claro que Bellisario iba a seguir con el tema, incluso jugueteó con la idea de sacarse un spin-off del imposible crossover de Magnum con Los cuentos del mono de oro presentando a un personaje para la primera que parecia un calco de otro interpretado por el mismo actor en la segunda. Pero logró controlarse, lo justo para que al emitirse el piloto/ telefilme de 1984 Airwolf, sobre los pilotos de un helicóptero en un estilo que recordaba a un Trueno azul tuneado, estaba cantado que acabaría siendo serie. Aunque para ello tuvieran que reconstruir el cast entero.

Stringfellow Hawke es un… ¿lo adivináis? ex-piloto de helicópteros y veterano de… Vietnam, sí. Este hombre es así. El caso es que le tenemos a él, tenemos a Ernest Borgnine como su mentor y ex-compañero en la Segunda Guerra Mundial de su padre, la familia-que-no-es-familia —aunque se menciona a St. John, su hermano y protagonista del telefilm. Cosas de la tele— y algún secundario más que va pasando. Al final de la tercera temporada la CBS decidió no renovarlo y se vendió una versión pinypon a USA que, claro, al no contar con las estrellas o el presupuesto terminó con la serie.

De esa manera llegamos a 1988, el final de Magnum, Bellisario había sacado una película para la tele llamada Three on a match sobre una fuga (im)perfecta que no había pasado de ahí y estaba decidido a usar el tiempo libre entre proyectos preparando su salto al cine con una película que es difícil incluso de describir: Vínculos de sangre

Intentémoslo. Mantened la compostura. Veamos… El Padre Michael Pace es un cura neoyorkino con lazos familiares con la sangre que usa la Iglesia para proteger a la amante de un Don muerto cuando la viuda de este manda a sus asesinos a por ella. Los protagonistas son, en el papel de la amante, Daphne Zuniga, y como el contrariado curita… Tom Berenguer. Visualizadlo.

El resultado de la película convenció a Bellisario de volver a al tele e, incluso, darle una vueltaal asunto, acercándose a los postulados de Larson sobre la ciencia ficción, salvo que en lugar de usar la experiencia de Galáctica decidió darle una vuelta al concepto de viaje en el tiempo. Sí, estoy hablando de su creación de 1989 Quantum Leap o A través del tiempo entre otros títulos con los que la FORTA lo emitió aquí a principios de los noventa.

Sam Beckett es un científico — ¡Viva! ¡Bravo! — que termina viajando en el tiempo a través de las personas y personalidades de distintos hombres y mujeres, todos ellos de su nacimiento en adelante — ¡Brillante manera de reducir el presupuesto!¡Chúpate esa Dr. Who ! — para enmendar los errores cometidos en el pasado. Por suerte no está sólo gracias a su compinche Al Calavicci, el Almirante Al Calavicci, a ver si os creíais que habría una serie de Bellisario sin militares. Todos los temas, y varios actores recurrentes, pasan por allí. No sólo el grupo del viaje es una pequeña familia con Al, Sam y el siempre elíptico Ziggy, además los problemas de Al con sus cuatro ex-mujeres cambian cuando Sam arregla su vida casi al final de la serie a ser sus cuatro hijas. —No literalmente, cielos, eso sería duro de asumir—

Del mismo modo, Bellisario reserva para esta serie una de sus más grandes historias, basada en su experiencia personal. Porque fue compañero en el ejército de Lee Harvey Oswald y por algún lado tenía que acabar saliendo. Sin mencionar que su hipótesis sobre el asesinato de Kennedy es una de las más originales que se han podido ver jamas en un medio. Para Bellisario Oswald estaba mal de la cabeza y lo hizo todo él solito. Precisamente por eso, por que un hombre sólo, enajenado, pudiera demostrar la fragilidad de la inteligencia, propone Bellisario que se crean las teorías y conspiraciones, que podrían ayudarnos a sumir lo fácil que es matar.

En cualquier caso, las interpretaciones de Scott Bakula y del siempre magnífico Dean Stockwell como Sam y Al la convirtieron en una serie de culto, de tal manera que incluso ante lo cara de producir que era la cadena le permitió una cuarta y última temporada de despedida.

A la vez que preparaba esta temporada de despedida Bellisario creaba una serie llamada Tequilla & Bonetti que reunía por un lado la idea de Turner & HutchSocios y sabuesos en España, ya sabéis, Tom Hanks y un perro — y por el otro la de Mira quién habla — Ya sabéis, Kristie Allye y un John travolta. Ah, y un bebé. —

De manera que en 1992 — Uno antes de Mira quién habla ahora todo sea dicho. — salió esta serie sobre un Policía de Nueva York orgulloso de su italoamericanidad que termina en Los Ángeles tras un tiroteo que termina con una niña muerta —No es la más original de las excusas, ya la tenía Matt Scudder, pero algo es algo— lo que le lleva a la extraña ciudad nueva en la que es un pez fuera del agua, con todo el mundo más ocupado por meterse en el negocio de las películas y vivir sano. En fin, esto no es Rex, un detective diferente.

Tanto dio porque se la pegó. Y eso que tenía a un reputado —Je— Jack Scalia y a una incipiente Mariska Hargitay —Y eso que su personaje tenía por hija a la del jefe, Troia — En media temporada estaba fuera. Eso sí, en el año 2000 se grabó una continuación externa en la que Jack Scalia retomaba a Bonetti, esta vez en Roma, y le ponía el nombre Tequila a otro perro, como homenaje a su anterior compañero. Esta vez duraron nueve episodios.

Mientras preparaba su próxima proyecto le dio tiempo a sacar otro telefilme, Crowfoot, otro de policías que quedó en nada ante la magnitud de su siguiente proyecto. Porque si algo faltaba en Tequila y Bonetti era, sin duda más militares. Muchos militares. Así que, ¿por qué no utilizar como excusa argumental la exitosa Algunos hombres buenos para reeditar el éxito de Top Gun? Al fin y al cabo ambas películas iban de Tom Cruise en el ejército.

Mejor aún, todo el mundo sabía que Donald P. Bellisario era el mejor amigo de los militares en la ficción televisiva. Puede que no fuera tan de derechas como un Dick Wolf pero sin duda entendía y transmitía las esencias como ningún otro, de hecho sus series rebosaban de amistades viriles y orgullo de cuerpo, de ética recta y confianza en los superiores. Incluso teniendo en cuenta que todos sus protagonistas eran siempre rebeldes capaces de saltarse las normas si era necesario lo hacían porque tenían Fe en los cuerpos. De ahí ese canto a la formación castrense y a la familia no-sanguínea.

Todo lo cuál llevó a las Fuerzas Armadas a firmar acuerdos de colaborador para su siguiente proyecto. JAG

Y no.

La excusa de los juicios para jugar a los soldaditos funcionó terroríficamente mal y la NBC — ¡Esa cadena! — decidió no renovarla. Por suerte la CBS pensó que era una pena desaprovechar a Bellisario y todos sus acuerdos, sólo necesitaba… un toque. Fuera la repelente Meg Austin de Tracey Needham y hola a la luchadora Sarah Mac MacKenzie de Catherine Bell, adiós a esos momentos Top Gun porque lo que la gente quiere es más melodrama procesal, y hay que hacer fijos al buen secundario Bud y al Almirante, que se vea que es un equipo cohesionado y, a al vez, con distintas opiniones. Que quede claro que en el ejército se pueden dar distintos modos de pensar siempre que estén dentro de un orden.

Exitazo. No sólo duró 10 años, hasta 2005, es que los ataques del 11S la elevaron al Top 10 — vale, al 10, pero ya es Top. Lástima que al final de temporada terminara en el 15— en su séptima temporada revitalizándola. Además sirvió para demostrar que una serie así podía funcionar y para estrechar —por difícil que sea de creer— la relación entre la Marina y la Armada con Bellisario además de para que este enchufara a su familia, ya fuera a su hijo David com productor o a su hijo Michael en un papel recurrente de actor.

Cuando vio venir el final de la series Bellisario intentó varios trucos para revitalizarla introduciendo a nuevos personajes —lo que incluye un capítulo llamado, literalmente, JAG : San Diego que funcionaba como prueba para continuar la serie— y, a la vez, preparó un par de proyectos alternativos. El primero, First Monday no fue muy lejos.

La serie, sobre el Tribunal Supremo, con un Joe Mantegna como juez moderado atrapado entre las dos facciones que veía pasar los casos más difíciles, se encontró con un recibimiento frío frente al interés suscitado hacía sólo un par de años. Tan frío fue que duró sólo media temporada.

Por contra, la otra serie, presentada al año siguiente, llevaba más tiempo gestándose. En la octava temporada de JAG se presenta al personaje que sería central: Gibbs, interpretado por Mark Harmmon, encargado de investigar la muerte de un personaje recurrente en la serie, la insoportable Teniente Singer, epítome de las abogadas sin escrúpulos que están más interesadas en ganar que en hacer justicia.

Su aparición para resolver este último entuerto que Singer causaba al JAG en un episodio doble especial fue el planificado lanzamiento para la serie que ha centrado los esfuerzo de de Bellisario en los últimos años:

Las aventuras de Gibbs y sus chicos siguen la idea general de todo Bellisario y, más concretamente, de su etapa en el JAG: Militares, más militares, aún más militares, y suspense. Aquí tiene menos melodrama al eliminar la parte judicial permitiéndose algo de espacio para el romance —algo que casi siempre ha causado problemas en sus series por ser un accesorio que sobraba habitualmente— y, sobre todo, para un mayor uso del humor. De manera que se convirtió en una de las series más accesibles y pro-americanas de la parrilla logrando, una vez más, ser un enorme éxito de audiencia.

Acaba de concluir su octava temporada con el inexplicable record de ser la serie más vista tras derrotar en dura pugna a CSI y luchando sólo con su propio spin-off —que el año pasado le arrebató el puesto— por la codiciada plaza de Serie más vista de USA.

Lamentablemente para la CBS el hecho de que la mayor parte de espectadores estén pro encima de los 50 años la hace menos atractiva a los ojos de los anunciantes por lo que solicitaron a Bellisario la citada versión para jóvenes.

Bellisario, fiel a sus principios, los mismos que le han llevado a crear sólo ocho series en una carrera de treinta y tres años por centrarse en sus historias mientras aún funcionen —como demuestra el inexplicable éxito de la octava temporada, cuando otras series están más que finiquitadas esta logra su máximo de datos con 19,5 millones de espectadores — de manera que delegó no en uno de sus hijos como hubiera sido esperable — la pequeña Troian es la Pretty Little Liar Spencer y por meter en NCIS está hasta su hijastro Sean Murray — sino en un desconocido para el gran público acordado con la CBS, el australiano Shane Brennan que empezó como guionista de la serie para hacerse cargo del puesto de Jefe de Guionistas para descargar a Bellisario, que tiene ya 75 años, de trabajo y acabó yéndose a dirigir los destinos de su propia franquicia.

Así que aquí tenemos a Donald P- Bellisario, que cumplirá 76 años el próximo 8 de Agosto —fe cha de cumpleaños de varios de sus personajes— que sigue defendiendo los valores castrenses, la ética y moral del ejército, haciendo una apología de la familia no-sanguínea y de los hombres de acción con un punto de rebeldía. Y superando con ello no sólo la marca de serie más vista sino, además, las ocho temporadas de la popularísima Magnum P.I..

Parecería un buen momento para que este trabajador incansable se retirara pero viendo las opiniones de sus personajes, que tan claro dejan la existencia unificadora de un auténtico autor tras la obra, así que tendremos autor hasta que se tenga que reunir con esos compañeros marines a lso que ha demostrado ser semper fidelis.

Jónatan Sark | 04 de julio de 2011

Comentarios

  1. Alberto
    2011-07-04 14:12

    ¡Eh, pero si yo recuerdo Los cuentos del mono de…!

    Leyendo el articulazo me doy cuenta de lo presente que ha estado siempre Bellisario en mi vida televisiva, casi sin querer, y eso que Canal Sur no emitía Magnum. Quantum Leap es una de las series de mi preadolescencia, que además asocio a verla por las tardes con mi madre, los dos enganchadísimos. Sigo recordándola con mucho cariño, más que a la mayoría de series más “míticas”, como El coche fantástico o El Equipo A.

    JAG es la única serie que he visto en mi vida siguiendo órdenes de mis hormonas, que me obligaban salvajemente a quedarme delante de la tele cuando salía Catherine Bell.

    Y hoy es NCIS la serie que acompaña mis tardes de gimnasio, la veo sin sonido y con subtítulos mientras corro en la cinta como un cerdo sudoroso. Y ahí está, Bellisario acompañándome una vez más, veintipico años después de que volviésemos corriendo de la playa porque “empezaban Los cuentos del mono de oro”.


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