Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.
Ha muerto Peter Falk, pero eso ya lo sabías. Quizá le recuerdas como el abuelo que contaba la historia en La princesa prometida, como el Sam Diamond de Un cadáver a los postres, siendo él mismo en El cielo sobre Berlín o ejerciendo de muso regular de John Cassavettes, también como el desastrosos ayudante del pérfido Dr. Fate que el gran Jack Lemmon componía en La carrera del siglo, logrando una candidatura al Oscar en El sindicato del crimen y, por supuesto, dando vueltas entre Glenn Ford y Bette Davies en Un gangster para un milagro consiguiendo así su segunda candidatura.
Pero resulta que no. Que de entre las 100 interpretaciones de su carrera todo el mundo destaca un imagen, un personaje, un momento: El Teniente Colombo.
Mucho se podría contar, y se contará, pero será cuando le toque el turno en nuestra ronda de creadores a William Link y Richard Levinson, quedémonos con lo principal: Creada como un personaje para una serie antológica de misterio en 1960, la fuerza del personaje hizo que acabarán recuperándolo hasta encajarlo en 1971 el NBC Mystery Movie, una iniciativa rotatoria que iba emitiendo una vez al mes un capítulo de cada uno de cuatro distintos detectives. El éxito fue inmediato y ese mismo año Peter Falk ganaba el Emmy como Mejor Actor que se unía al que ya había ganado como Actor Invitado en El Show de Dick Powell. La serie duraría hasta 1976, ese año se emitirían sólo 3 episodios, el resto —que conformarían la 7ª temporada— se emitieron al año siguiente. Pero el personaje volvería aún en varias ocasiones, bien en cortas temporadas o en telefilmes especiales. Habiéndole proporcionado 10 candidaturas como Mejor Actor Principal en los Emmy s de los que ganaría 4 y otras 10 a los Globos de Oro de los que sólo lograría 1 —a sumar al de Actor Revelación que ganó en 1961— lo que explica que, aun no siendo el primer actor en interpretar al personaje lograra la identificación de la audiencia.
Vosotros no lo sabíais pero estábamos dirigiéndonos aquí. ¿Por qué es un mito?
Sí, lo sé. Podríamos pasarnos las siguientes horas discutiendo cuando algo es un Mito, cuando un Icono y cuando se es Leyenda. Titánica o no. Pero, sinceramente, hace mucho calor para calzarse un Levi-Strauss y no tengo muy claro los Derechos de Autor del Diccionario de la Real Academia como para ponerme a copiarla alegremente.
Sobre todo porque la referencia de uso común no tiene mucho que ver con las definiciones académicas —sí, comparto vuestra sorpresa— y establecer una discusión sobre qué queremos decir cuando decimos mito es…
No sé si más necesario que imprescindible.
El otro día en Twiiter —como dirían los periodistas serios— el hashtag #seriesmiticasdelatele llegó tras la muerte de Falk y lo que vino a continuación… No fue bonito. No porque lo que se saltaran sino porque, prácticamente, fue como escribir el teleprograma. No os riáis, que incluían Médico de Familia, Los Fruittis o ¡ Dos hombres y medio !.
No sé me ocurre ninguna serie, por sórdida que pudiera llegar a ser, que no fuera nombrada en el hashtag. Fue una continua cascada ment de series que tenían como punto en común… haberse emitido por televisión.
¿Existe un modo de encontrar una definición de Mítico que permita encajar dentro El halcón callejero? ¿Sin violencia física?
Volvamos a 1950. Recordemos lo que dije en su momento. Dejando de lado a Lucy la serie más vista era Make room from daddy, la más premiada Sargent Bilko, pero la que acabó siendo la más imitada y recordada era… Leave it to Beaver, una comedieta familiar de medio pelo que marcó la idea de lo que eran los ’50 en toda una serie de espectadores de esa generación entre los que estaban —_glups_— creadores como George Lucas que nos han transmitido ese ideal al reconstruir esa década de modo que obras posteriores propias como American Graffiti y extrañas como Happy Days evolucionarían desde esa idea.
No es un ejemplo aislado, una serie de poca influencia teórica como Corrupción en Miami, que se movía sobre las zona de los veinte en la tabla de los más vistos, tenía un estilo, una clase propia tan distinta y capaz de influir en la imagen de esa época concreta.
Del mismo modo que otras series como Se ha escrito un crimen podían crear un arquetipo determinado dentro de su género (De ahí que la suma de dos arquetipos como Jessica Fletcher y Colombo permitiera alumbrar Los misterios de Laura) o redefinir un tipo de serie, el éxito de House está en mezclar el arquetipo Holmes con un cabrón sarcástico, algo que ya habíamos visto en médicos televisivos como el Dr. Romano o el Dr. Cox*. El cambio en el estilo de hacer una serie, el impacto en un género, justificaría también ese uso de Mítico.
Y, desde luego, la creación de un personaje que sirviera como representante, que fuera comúnmente reconocible, universalmente incluso, y que tuviera una o más características del mito… Sí, eso sería un Icono.
Pero aquellas series que sólo estaban allí y tiene a su favor un extraño factor nostalgia, que no impactaron más que en jóvenes e influenciables. No sé, ¿cómo podemos estar seguros de que tendrán impacto en nuestro futuro? ¿Estará alguna causando cambios irreparables? ¿Dentro de veinte años habrá un —cielos— nuevo George Lucas que decidirá que hay que interpretar la pasada década desde The OC?
Porque si aceptáramos no una definición de Mítico desde criterios objetivos, discutibles y mensurables sino desde el impacto psicológico comprobable dentro de un par de décadas, entonces, quizá sea cierto que todo lo que sale en la tele es Mítico. No por sus propios valores sino porque, en fin, sale en la tele. Y ya se sabe que las ondas corrompen las mentes.
Ah, sí, casi lo olvidaba… Sólo una cosa más… Gracias por todo, Peter Falk. Te recordaremos.
2011-06-27 15:40
Ah, se me olvidaba, una cosa más: “¡Aprieta el botón, Max!”
2011-06-27 20:23
Colombo inventó el “one more thing” mucho antes que Steve Jobs. Eso es así.