Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.
Durante mucho tiempo ha existido una tendencia a desestimar a Antonio Mercero por algo que es innegable, su propensión a la sentimentalidad, pero no lo único en una de las grandes carreras de la televisión española. Como el otro recuerdo asociado es Verano azul, mil veces repetidas, su imagen general es, habitualmente, baja.
Es una pena, y lo es por muchos motivos. De entrada porque pensando en Verano azul podemos caer en la cuenta de que en ella se presentan escenas como esta: El grupo de niños protagonistas están decididos a no dejar que los especuladores ganen y que le quiten a Chanquete su barco y sus tierras para promover el ladrillo y, para ello, deciden hacer una sentada pacífica con su amiga la pintora. Es decir:
¿Qué? ¿Algún paralelismo con la actualidad se les ocurre? ¿Eh? Ya, eso me parecía.
Pero habrá tiempo de hablar de Verano azul, hagamos las cosas bien, desde el principio.
Antonio Mercero se apuntó a la Escuela Oficial de Cinematografía y comenzó con los cortos en los ’60, tras realizar varios durante la carrera —uno de los cuales, Trotín troteras llegó a ganar un premio internacional en la Bienal del Arte de París, y ya como profesional debutó con el corto Lección de arte que ganó la Concha de Oro en San Sebastián, a partir de ahí un par de cortos más y para 1963 estaba dirigiendo su primera película Se necesita chico una coproducción hispano-italiana que pasó con más pena que gloria y que le tuvo el resto de la década realizando documentales para TVE.
Para finales de la década había demostrado su capacidad para rodar y guionizar que le llevaría a su primer gran proyecto, colaborar en la serie Crónicas de un pueblo
Así, con la música del programa Protagonistas, comenzaba esta complicada idea. Teóricamente ideada por Carrero Blanco para mayor gloria del régimen franquista, la forma en que Mercero loggró convertirla también en un fresco de la vida de pueblo pese a estar obligado a usar sólo un lado de esa vida para atraer al público. Convertir esos personajes en gente real, con la que uno podía empatizar y ver más allá del mensaje propagandístico fue toda una victoria de Mercero y del guionista principal Juan Arias.
Además le permitió suficiente autonomía para preparar su siguiente poyecto para televisión:
La Cabina, en 1972, se convirtió en toda una revolución para la televisión española siguiendo los pasos de las producciones de Chicho Ibáñez Serrador o Jaime de Armiñán que triunfaban en los certámenes extranjeros. Un éxito que llevó a conseguir entre otros premios un Emmy.
Con un planteamiento cercano al de El Asfalto, de los dos Ibáñez, y un Jose Luis López Vázquez magnifico el guión que Mercero realizó junto a Jose Luis Garci volvía a hablar de la incomunicación, del aislamiento y de la capacidad de la sociedad para dejar al margen a los necesitados de ayuda.
Repetiría con López Vázquez esa vez en el cine en Manchas de sangre en un coche nuevo una película con algunos puntos en común con Muerte de un ciclista, como Lucía Bosé, salvo que donde la película de Bardem apostaba por el drama esta se inclinaba hacia el suspense.
En cualquier caso, su paso po el cine, con películas como La guerra de papá, nunca le alejó definitivamente de al televisión donde realizó aún otra colaboración con López Vázquez en _Este señor de negro que con guiones de Mingote contaba en 13 capítulos las historias de Sixto Zabaleta un señor bastante retrógrado que veía a su abuelo salir del retrato para explicarle los peligros modernos.
Pero sería en 1981 cuando llegaría su gran triunfo, y no me refiero a ese nuevo estudio sobre la otridad que es Toby —sí, sentimental de nuevo, ciertamente, pero lección sobre cómo la gente trata a los diferentes sin duda alguna— sino a Verano azul serie que, sí, sin duda, está bien, lo aceptamos: Es sentimental. Pero que debería ser analizada también por otros asuntos:
- Trata a la juventud como juventud, les hace creíbles y presenta unas divisiones y alianzas que van girando.
- Refleja distintos problemas y situaciones sociales, explica todo tipo de situaciones y no busca pontificar sino tratar de hacer entendible la situación y ofrecer distintas opiniones, incluso cuando se nos cuenta los intentos de exploración del ladrillo en el pueblo escuchamos a esa gente explicar por qué lo apoya, y no es sólo por dinero.
- Resulta un compendio perfecto de las corrientes de las series que reúne los argumentos sociales propios de las series de la época con un intento de realizar un retrato de la sociedad contemporánea, algo en lo que Mercero ya había destacado y que era también un signo de los tiempos.
- Mata a Chanquete. Eso son puntos a su favor. Incluso contando con la existencia de Kike.
El tremendo éxito —sí, ya, chistes sobre conducir bicicletas y repetir más la serie que Los Simpson— hizo que Mercero dirigiera aún otra película infantil, alejada esta vez de las inquietudes de Toby o Verano Azul e incluso de sus aproximaciones al fantástico: Buenas noches, señor monstruo.
No sería sin embargo la única serie de éxito que realizara en los ochenta ya que a la realización de otras películas como Espérame en el cielo se une una labor en una de las más importantes series españolas de los años ’80, Turno de Oficio
Aunque bajo el paragüas de BMG Films sería Mercero el encargado de dirigir la serie y de colaborar en los guiones, especialmente el del piloto.
Poco hay que sea necesario decir sobre este pilar televisivo pues, de nuevo, se trataban los temas importantes del momento a la vez que se desarrollaban los personajes logrando mezclar la vida privada de los mismos con los temas que importaban en la España de entonces.
Antonio Mercero sólo volvería una vez más a la televisión en España. Sería al poco de que comenzaran a funcionar las privadas y con su último gran éxito, una serie cuyo último capítulo es aún la ficción más vista por los españoles. Me refiero, claro a…
Un gran punto final a su carrera en la televisión, una de las series emblemáticas de los años ’90 y de la historia de la televisión en la que su carácter de comedia y sus tramas de farsa en muchas ocasiones no escondía que se iban deslizando ideas y tramas , de manera más discreta y menos matizada que en años anteriores pero aún con suficiente interés como para que los personajes resultaran reales y las situaciones plausibles.
La mezcla de actores reconocidos —muchos con experiencia televisiva como los principales Concha Cuetos y Carlos Larrañaga— con, una vez más, jóvenes promesas dio lo mejor de sí en lo que acabaría siendo una de las últimas buenas series de la televisión española durante una temporada demasiado larga.
Mercero no volvería directamente a la televisión pero su importancia es imposible de minimizar. Él ahora sufre de alzheimer, la enfermedad de la que hablaba su última película ¿Y tú quién eres?, pero aunque él pueda estar olvidando su pasado nosotros, los telespectadores, nunca podremos hacerlo.
Puede que suene sentimental pero si algo nos ha enseñado Mercero es que eso ni es incompatible ni necesariamente malo.
2011-05-23 20:08
Es bueno repetir todo esto, sobre todo para aquellos que piensan (y quieren hacernos creer) que no había series españolas antes de “Médico de familia”.
Quizá si hubiéramos avanzado a partir de Mercero y Chicho, y las series que se hicieron aquí, nuestro nivel de TV sería mucho mejor.
2011-05-24 04:15
Sí, existe una inexplicable tendencia a olvidar el pasado, o transformarlo.
Precisamente por eso estoy haciendo esta serie de artículos sobre la tele de USA, UK y España a través de los años. Para que la gente recuerde lo que tuvimos.
En España es especialmente dramático porque cuando mejor iban las cosas, alrededor de la muerte de Franco, la llegada de las privadas se convirtió en un rayo fulminador. Olvidaron las formas y los fondos a favor del “todo vale y cuanto más barato mejor”.
Precisamente ver como fue en los otros dos países sirve para comprobar como en los años ’50 la reacción de la BBC fue exactamente la contraria, pasaron tanto de la ITV que hasta que no les aventajó largamente en audiencia no se molestaron en pensar que a lo mejor algo tenían que hacer.
En cualquier caso, recordar a Antonio Mercero y al resto de profesionales estupendos de nuestra historia televisiva pre-ochentera — gente como Jaime de Armiñán, Adolfo Marsillach, Chicho Ibáñez Serrador (y su padre Narciso Ibáñez Menta) o las adaptaciones de clásicos de los setenta — es no sólo una necesidad sino casi un deber Si recordamos lo que ya se hizo será más fácil repetirlo.
O eso espero.