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El receptor por Jónatan Sark

Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.

Communismo Radical

Community es la mejor comedia que se está emitiendo en estos momentos.

Alto ahí: No me cansaré nunca de loar esa primera temporada de Louie que se emitió el año pasado. Reconozco los méritos de Raising Hope, HIMYM está mejor que el año pasado y 30 Rock ha regresado por todo lo grande. Modern Family es un ejemplo perfecto de construcción de una sitcom clásica, South Park o It’s always sunny in Philadelphia son grandes ejemplos de humor e incorrección política y seguro que podríamos seguir durante horas repasando los pros de todas las series, seguro que alguno defendería incluso Happy Endings.

Pero Community se mueve no ya a otro nivel sino a todos los otros niveles. Hay series apreciables por su tridimensional, Community se mueve en unas 27 dimensiones diferentes. Esta semana con la emisión de la última parte de su brillantísimo capítulo final doble se han podido leer todas las loas posibles, todos los parabienes deuna crítica que está rendida a sus pies y postrada de hinojos. No sólo eso, tratar de explicar qué es Community o cómo funciona se ha convertido en una de las actividades preferidas de la crítica televisiva. Y ni aún así hay forma de poner de acuerdo a *Sepinwall con los chicos del AV Club o a un periódico con otro. ¿Se trata de una comedia llevada al extremo, de la comedia de una comedia, es tan metareferencial que puede terminar atrapada dentro de si misma?

Quizá todas las respuestas anteriores sean afirmativas porque si algo ha demostrado Community es que puede ir a cualquier campo. El paintball que ha servido para otras series como The Big Bang theory aquí sufre una mutación completa, el humor puede pasar rápidamente desde la planificación táctica de Modern Family hasta el más rudo humor sucio sutil y brutal a la vez — ¡ese juego con las banderas de las universidades! — y, además, se permite cambios y movimientos que no sólo no se veían desde Arrested development sino que ni esa serie podría haber imaginado, acercándola más a los buenos tiempos de Los Simpson

Porque si algo tuviera que caracterizar a esta serie por encima de metareferencial es mutante. Uno se pone delante de la pantalla a ver qué se les ha ocurrido esta semana, un poco como si estuviera ante un episodio de Phineas & Ferb, y sólo sabe que no puede tener claro nada.

Literalmente. Uno de los puntos álgidos de la temporada fue un episodio centrado en el cumpleaños de Abed con motivo del cual el grupo le daría una fiesta disfrazados como en Pulp Fiction. Había fotos, había declaraciones, todo el mundo esperaba ver qué se les había ocurrido. El hype generado fue utilizado por los guionistas para… ¡realizar una versión de Mi cena con André! No sólo eso, sino que los personajes que habían preparado con tanto esmero el homenaje a Pulp Fiction^se sentían engañados, ¿es que no veía Abed que lo hacían por él? de manera que el episodio, que trataba de la madurez y la frustración de expectativas literalmente frustraba las expectativas de sus hypeados espectadores. ¿Algún problema? ¡Madurad!

Este episodio doble final es otro ejemplo, el tema era el spaghetti western —aunque las parafilias de los guionistas no dejaran fuera referencias como Sillas de montar calientes — pero termina dando paso a una suerte de starwarserío que, a su vez, se queda en unos cuantos chistes y referencias para fijarse en una suerte de repaso a clichés bélicos.

De manera que, igual que en los dioramas que han estado realizando toda la segunda temporada — y que al final han servido para ayudarles a enfocar tácticamente el asalto— acaban en un último diorama que representa al grupo haciendo dioaramas: la caja dentro de la caja dentro de la pantalla.

La evolución desde la primera temporada es evidente. El piloto fue un gran punto de partida pero los primeros episodios no dejaban de ser buenos ejemplos de sitcom clásica, quizá peor orquestados que Modern Family, alocados, sí, pero a falta de un chispazo. Quizá fuera el noveno capítulo, parodia de los debates escolares, puede que el 12, el navideño, en que el tema es, sorprendentemente, la religión, lo que tengo muy claro es que para el 17, centrado en una clase de billar, la serie había sobrepasado la vergüenza. Si había que desnudar a un sexagenario mientras se interpretan grandes momentos del cine de billar y se discute sobre lo que mueve a la gente, se hace. Y se hace con naturalidad. Una de las claves. Si todo se presenta como si fuera lo más normal del mundo a nadie le sorprende que uno de los personajes, Abed, decida que la mejor forma de ligar sea…

imitando a Don Draper o que la versión de si mismo que se acercaría a una chica es…

Bueno, mejor lo pongo.

Pura lógica, ¿verdad?

1. Yo no me acerco a ligar con una chica ->¿No hay alguna versión tuya que se acercaría a ligar con ella? ->
2. Sí ->¿Qué estás haciendo? ->
3. Esta es la versión mía que ligaría con ella.

En ese momento sólo quedaba esperar a que se produjera una auténtica explosión de talento en algún momento puesto que sin complejos teníamos una versión de las pelis de gangsters como el 21, pero sería el 23 el que consiguió cambiar no sólo la forma de verla de muchos sino crear el capítulo perfecto para picar a la gente con la serie.

Hablo, por supuesto, de Modern Warfare

Es imposible describir con justicia la brillantez del episodio, su capacidad para incorporar referencias, expandir las situaciones y aprovechar a todos los secundarios que habían ido creándose para la serie.

De manera que la segunda temporada ya tenía un ejemplo a seguir. Y no sólo lo hicieron con capítulos como el dedicado a las películas de astronautas —el 4 — sino que empezaron a no ya dejar guiños ocultos sino a permitirse licencias como dejar directamente a Abed teniendo su propia aventura… en el segundo plano. O pasar de la metatextualdiad a la religión pasando por la complejidad moderna, dedicar el capítulo de Halloween a una invasión zombie, crear una conspiración llena de giros o redefinen los episodios embotellados_ quedándose en la sala para discutir sobre un robo imposible o jugar al rol.

Además, aparecen episodios de un tono abiértamente instrospectivo con un humor profundamente amargo que parecen más propios de cualquier serie dramática o se pasa a parodiar el formato emprendiéndola con las comedias de falso documental o los episodios de clips de recuerdos.

Así pues este episodio doble no ha sido sino el perfecto ejemplo de cómo reunir todo lo anterior, y cómo lo importante al final por encima de los personajes —“Estupendo, cuando parecía que no iban a monopolizar la clase otra semana”, dice un secundario ante el parto de Shirley— demostrando que cada una de sus partes es impresionante —y espero ciertamente candidaturas para al menos Danny Pudi (Abed) y Allison Brie (Annie) pero no sólo— pero que es al unión, la suma de todo o que Dan Harmon ha conseguido y reunido, sus guionistas y productores, lo que debe ser considerado.

Ahora se enfrentarán al fantasma de la tercera temporada, ese enemigo de las comedias inteligentes. Pero yo confío en ellos y aunque ahora la escuela esté cerrada por el verano estoy seguro de que lo conseguirán:

¡¡¡SEIS TEMPORADAS Y PELÍCULA!!!

Jónatan Sark | 16 de mayo de 2011

Comentarios

  1. Alberto
    2011-05-16 12:17

    Vale. Muy convincente.

    Creo que el problema es que la serie tiene un primer capítulo que está “bien”. Sólo “bien”. Y claro, al estar “bien” puedes poner el segundo a ver qué tal… o no ponerlo. Yo no lo puse.

    Pero vale, lo pondré.

  2. EFE
    2011-06-07 05:55

    Best serie ever.


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