Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.
Se nos está haciendo larga la temporada a todos. Seguro que ya has comentado que este año seguir una serie se ha convertido en algo cansado e interminable y, sin duda, tu interlocutor te ha dado la razón. Y eso es por algo muy concreto: Es estrictamente cierto.
Tradicionalmente las series de otoño empezaban sobre la quincena central de Octubre, se extendían hasta navidades y paraban alrededor de año nuevo para pasar enlatadas hasta marzo continuando hasta mediados de Mayo.
¡Eh, espera! —Diréis. Entonces… Aún estamos dentro de fecha.
Algo así. Este año casi todos los programas terminan en las últimas semanas de Mayo así que van a durar algo más. También empezaron casi un mes antes, sobre la semana del 15 de septiembre. Es decir, en apariencia sólo se han estirado un mes y medio. Salvo que no ha sido así.
La temporada del famoso parón ha sido mínima este año, y lo ha sido por un motivo muy concreto: Las cadenas no se fían de sus programas.
Imagina que estuviéramos hablando de trabajadores. La cadena les tiene que dar vacaciones, ¡maldita sea si no se las han ganado! Pero,a demás, necesitan sustitutos para que hagan su trabajo. Y sí, quizá quede algún temporero que quiera volver a ocupar su puesto pero como están las cosas lo más fácil es que los recortes los hayan limitado a sólo un par mientras que el resto son inexpertos que no sabes cómo se comportarán. Así que el jefe mira a los reclutas y agarra la hoja con los números de teléfono de sus chicos preparado para llamarles a la mínima.
Cuando las cosas se juntan, se juntan todas a la vez. El año pasado las olimpiadas lograron disimular lo sucedido, pero la verdad es que los recortes han hecho que se solicitaran menos series de media temporada, que se estrenaran sólo las que parecían tener mejor pinta —¡santo cielo, cómo serían los proyectos abortados!— y que se cancelaran algunas series por motivos económicos o, simplemente, por las caídas de audiencias generalizadas de la televisión.
De manera que pasamos de años anteriores en los que había series haciendo cola a la espera de una fecha de estreno a tener un número muy limitado de series que más vale alargar.
Y ahí empieza el problema. Cierto es que algunas series que empiezan regular tienen así un balón de oxígeno, muy mal tienen que hacerlo para que las quiten a las primeras de cambio —lo que no evita desastres como The Paul Reiser Show— , pero sobre todo empieza una sobreexposición para evitar meter algo nuevo y que fracase. Igual que en el cine se va a lo seguro, en la tele sólo se abre algo la mano en los estrenos de otoño e incluso estos van siendo, bien más formulaicos, bien más basados en las estrellas detrás o delante de las cámaras.
De manera que una vez amarrada al serie y con unas cifras de audiencia fieles llega el momento de estirar el chicle. En lugar de varias semanas de capítulos nuevos se van alternando con repetidos de forma que el espectador ocasional rara vez sabe qué toca esa semana, se empieza antes y termina después, se vuelve del parón antes aunque sea sólo con un capítulo nuevo y un mes de repetidos, todo para que la gente note al continuidad.
El problema es que la gente se olvida. Se olvida de la serie, se olvida de las tramas, olvida en qué punto estaban los personajes y acusa el cansancio de ver las series en pequeñas dosis. Hasta el punto de que están logrando echar al público hacia otros canales más pequeños que sí emiten cosas nuevas. Porque esa regularidad en la novedad permite una intensidad dramática que se cargan las repeticiones y porque no hay asunto más ridículo que descubrir como la magnífica Justified —más os vale estar viéndola— terminará su segunda temporada esta semana, tras 13 capítulos, mucho antes que la gran mayoría de series que se estrenaron a mediados de septiembre hayan llegado a sus tres capítulos finales.
De manera que esa fatiga sólo se acabará cuando descubran lo que ya empieza a pasar con las series menos seguidas: La gente se olvida de ellas y su audiencia va cayendo. Además, la desconfianza en la novedad generalista se atenaza y frente a los buenos resultados de 2009 en 2010 apenas se han logrado series que regresen para una segunda temporada, mucho menos en 2011 que está viendo como los limitados estrenos se convierten en sangrías de espectadores.
Como siempre será la temporada de Otoño la encargada de redimir o condenar el resto del año pero no hay buenos augurios. Los estrenos de verano son mínimos y si bien la situación insostenible hace que se hayan solicitado más pilotos que el año pasado veremos cuántos se estrenan y con qué resultados, igual que habrá que ver cuánto aguantan series con un recorrido más que abultado como House, How I met your mother o Mujeres Desesperadas que tienen no ya sólo los signos de la edad sino, además, a actores aburridos con ganas de cambiar.
De momento este verano la cosa irá a peor porque las cadenas aprovecharán para reflotar los capítulos ya producidos de series canceladas para rellenar huecos y programando repeticiones de series que siguen emitiendo —sí, se están acercando al modelo español de nunca fuera de la parrilla— hasta el punto de que los datos para nuevos estrenos son ridículos.
Durante la temporada de verano tendremos 30 programas nuevos entre TODOS los canales. Es decir, entre los canales grandes la CBS no tiene prevista NINGUNA novedad este verano. La ABC tiene uno, The Hot Zone, sobre un hospital de campaña, que estaba previsto para su estreno en la temporada de invierno. Ese entrañable desastre llamado NBC es la que más tiene de las tres grandes con DOS estrenos que son programas que han ido retrasando su estreno, una de las cuales Love bites, no deja de ser una serie antológica romántica que sigue el modelo de Vacaciones en el mar o de Hotel para presentarnos un marco en el que cada semana habrá tres parejas en problemas resolviendo sus asuntos; la otra Friends with benefits lleva ya dos años en producción y varios cambios de reparto, así que se estrena más para poder cancelarla y dejar de perder dinero de desarrollo que por auténtica convicción.
Lamentablemente los efectos de esta táctica empresarial de sobreexplotación para aprovechar los éxitos y minimizar los fracasos que pasan por agotar un producto y minimizar los riesgos tendrán un efecto a largo plazo. Mientras tanto, con la situación actual y sin claras demostraciones en contra, esto es lo que tendremos que soportar. Así que si esta temporada se os ha hecho tan interminable como a casi todo el mundo ya sabéis, podéis echarle —también aquí— la culpa a la crisis.