Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.
Oscuros dioses piden sangrientos tributos.
A nosotros nos toca soportar episodios navideños.
Por eso los Dioses Oscuros siempre están de moda.
Cuando una serie se enfrenta a un episodio navideño lo que suele hacer es rendirse. Da igual lo que crean que pueden o no hacer, o evitan sacar episodio en ese momento del año —al más puro estilo fabiano— o se deciden por uno de los tres grandes modelos de actuación:
1) Se anuncia la Navidad, problemas —domésticos casi siempre— que mantienen en jaque a los personajes hasta el final del mismo en el que gracias al poder navideño logra que se produzcan reconciliaciones y la gente se contente con lo que tiene. Típica en las sitcom.
2) Tenemos un episodios como todas las semanas pero como muestra de respeto, o porque sobraba en producción, se incluyen detalles navideños y menciones a la época del año. Suele concluir con una escena de reunión navideña entre los personajes principales. Un clásico para las dramas, especialmente los policiacos.
3) Por si fuera poco lo que se ahorran los guionistas ahorrándose inventar un capítulo con la excusa de la Navidad, encima deciden que ni en amontonar clichés se van a molestar y buscan algún clásico que —en el mejor de los casos— parodiar.
Cualquier otro acercamiento no es ya que merezca la pena reseñar sino que, directamente, merece un apartamento en Torrevieja. De hecho, creo que puedo citar el Festivus de Seinfeld y poco más.
Pero, eh, eso no significa que todos sean malos. Previsibles, tal vez, pero no necesariamente malos. Episodios como el del Armadillo Navideño, la fiesta de navidad de la Bluth Company, el señor Mojón o casi cualquiera de las navidades de la presidencia Bartlett. Y, por supuesto, Abed’s Uncontrollable Christmas.
La capacidad de sorpresa e imprevisibilidad de Community se demuestra una vez más cuando, lejos de reinterpretar esos dos hitos habituales que son Canción de Navidad o Qué bello es vivir deciden ir directos a la animación, dando una explicación consistente para el cambio de formato y la inclusión de canciones. Un paso hacia delante que demuestra los riesgos que están dispuestos a tomar en esta serie, que parece vivir siempre como si el próximo capítulo fuera el último.
El recurso de el auténtico significado de la Navidad, tan repetido en las obras de esta ambientación, funciona tan bien como excusa argumental sobre la que debatir como la increíble mezcla entre la película de Rudolph, el reno de la nariz roja y Charlie y la fábrica de chocolate. Teniendo en cuenta que en la anterior ocasión se habló de las diferencias religiosas —presentándolas como partes de los personajes que luego volverían a salir, así el que Abed sea musulman, Annie judía y Pierce pertenezca a una extraña secta budista se menciona aquí por primera vez, para luego ser explotadas en la serie regular— acordándose de añadir, además, suficientes bandos, no limitándose a la renacida Shirley sino que se permite establecer el ateísmo de Britta como un tipo de religión que se contrasta con el rechazo que en todos ellos provoca que Jeff sea —muy coherentemente— agnóstico. Y termina en una auténtica pelea en la nieve contra un grupo de matones comandado por Anthony Michael Hall que sirve, a la vez, para cumplir con el inevitable destino navideño del tipo 1 y, además, como jocoso comentario final de que la Navidad debe de estar por encima de la propia religión.
No digo que no haya habido otros grandes capítulos estas navidades, o al menos otros interesantes —pienso, por ejemplo, en el de 30 Rock que es pura clase 1 o en el clase 3 imaginativo y juguetón de Psych— pero una auténtica búsqueda de hacer algo de alguna forma original sólo se ha producido en Community y no porque no haya habido. Los clásicos episodios navideños especiales —es decir, fuera de la línea temporal y de emisión— han atacado a series más o menos en curso como Glee o como el estrambote que ha supuesto para Misfits o para los especiales que aparecen en estos días de series fuera de su momento de emisión como Eureka o Dr. Who, asunto tan habitual que incluso de Pychoville pretendían que hubiera uno. —Al menos hasta que los creadores convencieron a la cadena de que era más lógico que fuera un especial de Halloween— Demostrando así lo difícil que es lograr escaparse de estas fiestas.
Luego pasa lo que tiene que pasar y en cualquier momento aparecer un Star Wars Holiday Special.
Haber elegido sangrientos tributos.