Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.
Encontrar un tema interesante sobre la televisión del que hablar no es difícil, lograrlo ya es discusión aparte. En estos momentos tenemos media docena de temas que bien merecerían el empleo de esta columna. La mayoría serán tratados en el más inmediato de los futuros, como las temáticas navideñas en las series —y, por descontado, el brillantísimo capítulo especial de Community— o algo que considero absolutamente necesario: un repaso al estado actual de las series que conocimos cuando aún eran pilotos; pero dos temas aparecen de la nada y reclaman nuestra atención.
El primero era un secreto a voces que serviría para enlazar y reflexionar sobre demasiados temas: El cierre del canal CNN + por parte de PRISA que no sólo deja en la calle a un buen número de periodistas sino que hace plantearse el sistema televisivo actual. Podríamos pasarnos la siguiente hora divagan do sobre cuál es el motivo definitivo que ha llevado a esta decisión, podríamos también reflexionar sobre la situación de la televisión en España, especialmente en lo que parece una causa-efecto excesivamente evidente: Entra Tele 5 y sale la información. Sospecho que nos vamos a aburrir de leer reflexiones, supongo que muchas se limitarán a las explicaciones fáciles para los temas complejos, como buen tema pivotal. La televisión espectáculo es barata, la información es cara, y, lo peor, el resultado en audiencia es mínimo. En realidad una parte importante del análisis es la influencia de la audiencia española y el modelo televisivo hacia el que vamos: ¿Cómo es posible que en un tiempo de fraccionamiento televisivo se esté apostando tan descaradamente por la reiteración en las cadenas? ¿No sería más lógico tratar de diferencias y diferenciarse en busca del público apostando precisamente por marcas consolidadas?
Sin embargo también en Estados Unidos la televisión informativa se ha visto engullida por la opinión espectáculo. No tanto por el tertulianismo opinativo de andar por casa que tenemos por aquí como por la necesidad de atraer espectadores no por una formavión en la información sino por el aparato que lo rodea, lo importante es más convertir el programa en algo tragable que simplemente, esperar que el espctador esté o quiera estar formado.
Pero también podría entenderse como parte del cambio inexorable de la función televisiva, la información es más inmediata en internet, la multiplicidad de fuentes y opiniones posibles sin la necesidad de una gran cadena detrás que amplifica pero también constriñe según sus duelos y sus anunciantes, ¿qué sentido tiene la televisión como difusora de información entonces? No vamos a comparar los telediarios con el NoDo, claro, simplemente preguntémonos cómo el amateurismo de la red puede estar haciendo tanta mella en la organización profesional.
El otro gran asunto reciente es la más que previsible llegada de Netflix a España el año que viene, algo tan adelantado por la rumorología como ese Amazon.es que parece que se va acercando poco a poco, y que puede ser una prueba de fuego definitiva para los tan habituales como rutinariamente aburridos debates sobre legalidad y red.
Netflix es, por si algún despistado quedara entre mis silentes lectores, una compañía que frece programas de televisión en streaming. Algo así como un canal on-line a la carta con una opción de precio fijo que es, al menos en USA, de lo más razonable. Obviamente falto tiempo para diversificarse añadiendo videojuegos, alquiler de películas e, incluso, la función propia de su servicio on-line accesible desde los televisores de nueva ola con acceso a internet. Un servicio controvertido por muchos motivos ya en USA, especialmente por priorizar al cliente que realiza menos peticiones sobre el más activo o compulsivo. Algo que podría convertir su implantación aquí en un versus inimaginablemente divertido de contemplar.
No sólo por lo que significaría para las empresas de gestión de derechos de autor —imaginen cuál— por lo reducido de las tarifas, también por la diferencia de razonamiento con el prototípico consumidor televisivo español, acostumbrado, incluso en los canales de pago, a sartenadas de capítulos, repeticiones y reiteraciones, así como a la versión alegal de los mismos en forma de acaparadores cibernéticos construyéndose una despensa para el invierno.
Habiendo crecido rodeado de gente que decidió que pagar una conexión con tarifa plana 24 horas significaba que había que aprovecharlo al máximo descargando como si fuera deporte olímpico, es difícil no sospechar de copias privadas y almacenamientos aún más masivos en cuanto se introduzca.
Unamos este último tema a la campaña que Antena 3 está desarrollando a favor del visionado en su propia web de las series de la casa. En contra de la piratería, se supone.
La actual situación de la televisión, con las cadenas generalistas a la búsqueda de nuevas formas baratas de lograr contenido popular, separándose así de las cadenas por cable que —de momento aún fuera de España— buscan tener un estilo marcado que permita una clientela fiel basada en el autoconvencimiento como target de lo que ofrecen, y mostrando este sello sobre todo en sus ficciones, hace que el divorcio entre uno y otro estilo de televisión se acentúe, tendiendo, además, a ambos resultados a hibridarse y, peor aún, contagiar por simbiosis el resto de contenido de las cadenas.
Como decía casi al inicio, muchos son los temas interesantes para el presente de la televisión. Lo difícil es que algo de lo escrito nos resulte interesante.