Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.
Desde hace unos años he aprendido a no esperar demasiado de las novedades que van llegando. En primer lugar, porque los proyectos van mutando según se desarrollan, en algunos casos desaparecen, en otros los cambios son tan radicales que parecen contrapuestos a sus ideas originales. Las más de las veces porque después de prometérnoslas muy felices acabamos recibiendo un más de lo mismo con extra de expectativas. Como sufriente regular y pesimista recalcitrante tenía que acabar dejando de esperar algo bueno incluso de las series,
No me disgustan los zombies. Son unos bichos encantadores y he visto, la verdad, más películas con ellos como principal aderezo de lo que me parecía posible. Siempre he sido, lo reconozco, más del slasher americano y su padre italiano, el giallo, deformación por lo terrorífico del clásico relato de misterio anglosajón, que luego ha ido sufriendo mutaciones como, en fin, cualquier otro género vivo. Cuando hace unos años se presentó Harper’s Island como primera aproximación al género por parte de una serie de televisión —afirmación tan discutible como casi cualquier otra, pero no entraremos en ello por el momento— pensé que podría salir algo interesante.
No podía estar más equivocado. Harper’s Island resultó ser un desastre en todos los aspectos, internamente valdría como un catálogo de todas las decisiones equivocadas que se pueden tomar al hacer una serie: El manejo de los tempos era espantoso, el reparto de secundarios resultaba —¡a la vez!— plano y repelente, la trama hubiera tenido graves problemas en una película de ’90 minutos, imaginad en una serie que sumaba 520’, y el final, ese despropósito, acumulaba todas las posibilidades de bochorno. El único punto positivo que le veía es que cuando dentro de mucho, mucho tiempo —fue tan mal de audiencia que se terminó de emitir una semana antes en Canadá que en USA— alguien decida intentarlo de nuevo será complicado que la cague más.
De manera que cuando empezó la bola de nieve que ha acabado trayéndonos The Walking Dead parecía que el escepticismo era lo más sensato. Cierto es que la presencia en la misma de Frank Darabont, junto a la implicación del autor y la propia cadena en la que se iba a emitir —nunca se puede dar de lado la especialización según sellos que existe en las cadenas televisivas, pero ese vuelve a ser otro tema— mitigaba un poco las dudas.
Sorprendentemente —bueno, dentro de lo que cabe— la multitud de discusiones que ha causado la serie se ha ceñido al concepto de lo que debería ser la serie. Entendámonos, no al viejo “como adaptación de este cómic debería ser así“ que de eso ha habido poco, tampoco al “parece mentira la diferencia entre televisión y tebeo“ que es el punto de fricción fundamental que yo le encuentro. No. A lo que debería ser la serie y no es.
El punto de fricción tebeo vs. televisión demuestra no tanto la superioridad del primero como lo distinto que es un medio del otro hasta el punto de que teniendo cuarenta minutos semanales en fila india durante mes y medio parece imposible que se nos esté haciendo más largo que la media docena de números que aparecieron a lo largo de medio año. Ciertamente el lector de cómics tiene más aguante, especialmente al leer las recopilaciones, su disfrute de apenas media hora —aquí apelo a su simpatía, doy por hecho que nadie puede emplear mucho más tiempo en la lectura de un tomo pero sé que puedo estar equivocados, no duden en adaptarlo a sus casos particulares— se contrapone con la dificultad de estirar la historia. La forma de narrar en el tebeo es mucho más sutil, más cuidadosa y planificada, que la de la serie de televisión, más cercana a un nivel medio de la realización que nos lleva al tópico “competencia artesanal“ sin darnos cuenta. es inexplicable, para mí al menos, que con tanto material adelantado y tantas posibilidades se estire el primer volumen para cubrir la primera temporada. Sobre todo habiendo gastado parte de los cartuchos en el piloto. Una planificación diferente quizá hubiera evitado esos problemas de tedio que yo achaco a los problemas adaptativos.
Pero no. El problema, por lo visto, no está ahí. Aparentemente lo que falla en la serie es que no es lo suficientes de zombies. Que se aparta del género. Que no tiene la suficiente acción… Imagino que la culpa es mía, por poner esa cara del típico chiste sobre Hollywood y cómo el problema de Hamlet es que hablan demasiado entre los asesinatos. “Cortando un par de monólogos, metiendo unos tiroteos y un par de explosiones esto sería otra cosa.“ Cierto, pero no se compra algo para que sea otra cosa. —Bueno… —
Entiendo que alguien que no haya leído el cómic no sepa de qué va o cómo va. Imagino que es la misma sensación que tratar de explicar Buffy a alguien que nunca la ha visto. Intentar justificar la serie desde la base de una primera temporada es siempre complicado —y perder el norte en la tercera un problema crónico, pero, de nuevo, eso será otra columna— de manera que hablar sobre la evolución de una situación tensa no parece más que posible desde una comparación tan ajena como es Galáctica. El tema en sí no es que la humanidad haya sido casi borrada del universo o que haya una gran cantidad de enemigos ahí fuera listos para machacar a los supervivientes, no es tampoco que la gente tenga que improvisar en el momento y crearse una nueva casta de héroes y líderes. El problema está en que los protagonistas asuman que eso ha pasado, que es irreversible, que tendrán no sólo que vivir con ello sino, de hecho, que avanzar.
Como BSG y otras series postapocalípticas —por citar algunas recientes: Jericho, o Jeremiah que también adaptaba un cómic— la importancia no reside tanto en el momento apocalíptico, en la supervivencia puntual, como en el regreso a las estructuras, dentro de lo posible. Muchas veces las preguntas sobre lo sucedido son innecesarias, más propias de gente con curiosidad que necesarias para llevar a cabo con éxito la reconstrucción.
El problema, claro, está en que la gente también está interesada en esos momentos de cambio, en esos ataques enemigos. Las historias constructivas pocas veces tienen tanto éxito como los ataques con víctimas, y ahí los zombies tiene mucho que decir.
Si los antecedentes directos podrían ser las series mencionadas el que parece como serie de referencia zombie es completamente distinto. Dead set, nuevo ejemplo de por qué la televisión inglesa se merece un altar, demuestra en una única temporada como llevar a televisión un relato zombie. Esa es su virtud y, también, su limitación. Cierto es que el punto de partida tampoco puede permitir muchas alegrías, la situación está claramente limitada y las rutinas se aplican con notable elegancia.
¿Existe un género zombie? No, claro. Existe un monstruo tradicional, el zombie, popularmente unido a un género como el horror, adscrito más claramente al de supervivencia y que gracias a unas estructuras clichés y unos éxitos resonantes ha logrado hacerse su propio… nicho.
Pero el zombie siempre ha sido más que eso, desde sus apariciones más cómicas a sus usos como mero fondo, se ha demostrado que no es un género sino un personaje, algo que la serie recuerda pero sus espectadores no —quizá piensen también que los vampiros son Drácula y ni Blade ni Crepúsculo cuentan para ellos— con extrañas peticiones de más clichés, como si Buffy fuera peor en los —numerosos— episodios en los que no caza vampiros.
De momento ya sabemos que Darabont no cuenta con los guionistas de esta primera temporada para la próxima, que piensa ir a un estilo de guionización más cercano al británico que al americano y que habrá más vueltas. Como lector del cómic también sé que frente a un primer tomo más cercano a la clásica acumulación de clichés zombies la historia muta y se transforma. Pero lo que realmente me causa curiosidad es ver cómo se adaptarán los espectadores. No tanto en audiencia, donde está realizando unos números espectaculares en todos los sentidos —para el canal, para cable, para el género, para el grupo de interés especial, para lo que nos de la gana, vaya— como en la capacidad de aceptación y comprensión que tendrán los espectadores de lo que sucede y sucederá.
Lo que nos lleva de nuevo al principio del artículo: “Expectativas, ¿hay que ser siempre negativo?“
2010-12-06 20:32
Por cierto, un artículo de Chuck Klosterman sobre Zombies en el NYT, aunque la mayoría sólo podrá leer la mitad del mismo.
http://www.nytimes.com/2010/12/05/arts/television/05zombies.html?_r=1
2010-12-06 20:54
Yo he tenido la suerte de enfrentarme a la serie totalmente en blanco: ni había leído el tebeo ni había escuchado absolutamente nada sobre la serie: leí una pequeña referencia a su emisión y la descargué para verla; así que no había expectativa alguna más allá del interés por el género.
A falta de ver el último capítulo, efectivamente el primero supera con mucho al resto, pero en cualquier caso creo que se mantiene un muy buen nivel; y sobre todo y precisamente por el hecho de no quedarse en una serie de sustos y vísceras y porque durante buena parte del metraje no pasa nada.
Hay, desde mi punto de vista, un punto importante y mal explotado: el miedo; me sorprendió que en el cuarto capítulo uno de los personajes explicase verbalmente algo que pocas veces se notaba en la acción: el miedo constante en que viven; de hecho, creo que el recurso hubiese convertido la serie en claustrofóbica, para bien y para mal: el terror constante a la aparición de los zombis, el no poder descansar ni un segundo; de hecho, al principio yo estaba en esa tensión en todo plano de aparente tranquilidad en el campamento, pero con el paso de los capítulos la serie te acostumbra a que puedes estar tranquilo. Un error, creo.
En cualquier caso, siempre mis mejores experiencias televisivas y cinematográficas vinieron de la ausencia total de expectativas. Lo cual, bien pensado, apuntaría a la desaparición de la crítica, o a su reducción a listados sin opinión alguna. Pongan aquí, o no, sonrisas.
Saludos
2010-12-09 12:20
“Every zombie war is a war of attrition. It’s always a numbers game. And it’s more repetitive than complex. In other words, zombie killing is philosophically similar to reading and deleting 400 work e-mails on a Monday morning or filling out paperwork that only generates more paperwork, or following Twitter gossip out of obligation, or performing tedious tasks in which the only true risk is being consumed by the avalanche. The principal downside to any zombie attack is that the zombies will never stop coming; the principal downside to life is that you will be never be finished with whatever it is you do.”
Estupendo artículo de Closterman