Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.
Hablaba la semana pasada de cómo se prepara la televisión para celebrar la que es una de las principales festividades argumentales del año.
Este año ha habido un menor espíritu que en ocasiones anteriores así que hemos sufrido un sinnúmero de episodios poco inspirados que se limitaban al combo disfraz + fiesta. Y no digo que no fueran buenos episodios de por si. La cada día mejor Raising Hopse, por ejemplo, se marcaba un episodio con varios niveles realmente divertido. Excepto porque podrían haberlo ambientado con sólo un par de cambios en Navidad, San Valentín o El Día de la Marmota.
Por suerte siempre se puede contar con las buenas series para darle una vuelta al asunto y, una vez visto lo emitido esta semana, mostrar una imagen completa usando sólo tres series. Series que han reflejado la festividad de manera que sólo en ella es posible, que han mostrado aspectos que sólo existen en este festivo y que, en fin, han demostrado con este episodio también sus grandezas y flaquezas.
Empecemos por el final: GLEE! Un capítulo prometedor en una temporada espantosa que sufre del Síndrome de la Tercera Temporada de avanzar como pollo sin cabeza pese a no haber llegado aún más que al capítulo sexto de la segunda. Aquí decidieron atacar Halloween desde el punto de vista musical y, más aún, de un musical. Y escogieron el que más de culto podría resultar: Rocky Horror Picture Show El problema es que no se limitaron a repetirlo, ni se atrevieron a condensarlo, ni fueron capaces de integrarlo. Ver este capítulo es como asistir a un maratón de Grandes Golpes, sabes que hay gente haciéndose daño y que no sacarás nada de provecho pero aún así resulta tan fascinante que no puedes apartar la mirada tratando de adivinar cuál será el próximo desastre y qué oculto mecanismo puede permitirlo. La timorata trama de este último episodio acaba con el profesor reconociendo que Sue tiene razón —algo que según avanza la serie parece más claro— y que en realidad hacer el RHPS nunca fue buena idea, a continuación terminan el capítulo haciendo una representación privada. ¿Cuál es el sentido? No sólo no es capaz de justificar moralmente lo que ha estado haciendo, además lo lleva adelante sin explicar nada sobre la obra y, más aún, recomienda no hacerla por algo que ellos mismos están haciendo de una forma tan irónicamente meta que parecería una burla si fueran capaces.
En segundo lugar tenemos Modern Family que sigue fiel a su idea de tres líneas argumentales, todas destinadas a confluir en Halloween. Siendo la festividad el tema de fondo se pueden permitir que una de ellas no esté centrada en ella, que la segunda sea un embrollo clásico que necesita de la festividad para entenderlo y que la tercera vaya entreverada con la fiesta. La reivindicación de Halloween como festivo disfrutable, como momento de lúdico disfrute del terror, fiesta enloquecida y chalada, es de agradecer. Completamente complementaria con la explicación de Sue en GLEE! sobre el miedo, esta doble argumentación a favor de la fiesta al casi principio y casi final del capítulo es toda una declaración de intenciones que, sin embargo, no elimina lo que tiene de formulaico y de —agradablemente— familiar, casi, incluso, reclamándola no como una festividad infantil de dulces o un asunto tardolescente de alcohol y trajes de guarrilla.
Lo que nos lleva al tercer punto de vista, el de Community. Una serie en la que pueden hacer, literalmente, lo que les de la gana, que entra en su scope. Da igual una visita al zoo o un especial sobre la caza de mamuts, lo brillante de la forma en la que está concebida y estructurada la serie es que dentro del aparente caos surrealista existe una fórmula mutante de éxito. Gracias ala cuál el combo fiesta + disfraz se transforma en algo completamente diferente —que no pienso aclarar, mejor os la vais viendo— incluyendo tanto comentarios críticos y despiadados como enormes aciertos —el uso de la banda sonora es por cruel irreprochable— y un punto de vista poco habitual en la televisión, el de la fiesta que pasa a celebrarse desde dentro. El capítulo se convierte en algo que podría ser una película de género y, por tanto, perfecta para el día.
Podríamos comentar, también, la forma en que las series del género como Supernatural se adaptan al asunto, ese momento en que su tema pasa a ser el tema y sólo quedan dos opciones, hacer algo diferente para celebrarlo o fingir que no ha ocurrido. Pero creo que ya he hablado suficiente por hoy, sobre todo siendo festivo, con mis silentes lectores probablemente roncantes