Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.
Hace ya un año —bueno, y un ratito— del inicio de esta columna y, como una burra amarrada a La Noria —el invento físico, no el televisivo no sea que, gasp , me acusen ahora de elitismo— podría seguir moliendo las novedades que las diferentes cadenas ponen ante nosotros.
Reconozco que lo que realmente me apetecería sería encontrar información sobre el resto de serie europeas, no sólo británicas, del mismo modo que tímidamente me acerco a las producciones asiáticas —esto sí es algo más fácil de lograr— aunque sea sólo por comprobar un par de puntos. Tampoco es que el resto de regiones, países o continentes estén mucho mejor representados. Es indudable que cada país tiene su propia ficción, prácticamente todos ellos la tienen televisiva y algunos, además, serializada fuera de las noticias.
En cualquier caso,y siendo consciente de los fallos y faltas tanto como de que la televisión es mucho más que series —a veces uno sospecha que es incluso más que realities — limitarme a hablar de series inglesas resultaría extremadamente aburrido, pero igualmente necesario.
¿O no?
¿Cuál es la función que cumple realmente la reflexión sobre el producto televisivo terminado? Nos ponen una serie, de unos años a esta parte ya sin filtrar previamente un piloto al que hacer cambios, y desde el globo entero se comenta la jugada. Asumamos que es inevitable ser más reseñistas que críticos, no porque falten los conocimientos y estructuras argumentales para ejercer como tal porque, en realidad, cualquier crítico puede mejorar sus conocimientos. Y debería, pero ese es otro debate. En realidad incluso los críticos preparados se rinden fácilmente a las necesidades de la actualidad y la extensión —reconozco que en ocasiones escribo esta columna sospechando que terminaré con el espacio de Internet— de manera que lo más sencillo es acabar atrapado en la trampa del megustismo , limitarse a señalar si pulgares arriba o abajo y, con algo de suerte, una breve pincelada sobre el porqué.
Algo de lo que se puede intentar huir pero que siempre termina por atraparte, algo así como el asesino de la crítica cultural desde un punto de vista tanto figurado como slasher . —Y dada la asombrosa cantidad de veces que el culpable de sucumbir a esto es el propio comentarista cultural hay que señalar que también del giallo — lo que nos lleva, claro,a que la semana que viene habrá que hacer un primer Pilotos Deathmatch con todos los estrenos y novedades. Pero eso será la semana que viene, esta aún tengo algo de respiro reflexionando sobre la utilidad de la crítica.
No vayan a pensar que se trata de preguntarse si la crítica es útil en sí misma, —permítanme la ingenuidad de considerar positiva la existencia de cualquier reflexión de una mínima envergadura— la duda no está en lo que se puede considerar como éxito a al hora de examinar la programación, se trata de realizar una aproximación pragmática y sopesar: ¿Realmente sirve de algo?
Puede parecer una tontería pero estas dos últimas semanas hemos visto como dos series —en USA, otra inevitabilidad— corrían destinos dispares. La primera, Terriers, de uno de los creadores de The Shield, es una serie de policías que trata de recuperar el sabor de las series de compañeros parecidos y diferentes de los años ochenta. La segunda, Outlaw, es un nuevo vehículo para Jimmy Smits, traido a la NBC en virtud de un acuerdo que le permitía hacer la primera oferta e igualar para cualquier producto de la productora de Conan O’Brien. La crítica dijo de la primera que empezaba con tranquilidad pero se iba desarrollando, mostrando su potencial poco a poco; la consideraban una de las series a seguir de esta temporada. En cuanto a la segunda, estaban convencidos de que la cadena trataría de cargársela por puro revanchismo; algo que, pese a lo que parezca indicar el cast y el guión, la cadena desmintió haciendo cosas como estrenarla tras el famosísimo America’s Got Talent. El resultado no podía ser otro, mientras Terriers marcó un alarmante millón doscientos mil en espectadores para su primer capítulo Outlaw rozó los once millones. La semana siguiente Terriers bajó hasta los ochocientos mil espectadores, unas cifras tan escandalosamente malas —en especial al compararlas con el regreso de Sons of Anarchy a ese mismo canal FX — que no pocos esperábamos su cancelación inmediata. Mientras escribo esto aún no se ha producido pero sospecho que puede pasar no ya entre esta columna y la siguiente sino, directamente, entre que lo escribo y que se publica.
¿De qué han servido entonces las críticas?
Supongamos que la crítica pueda ser positiva, negativa o neutra. Siendo neutra no parece que haya mucho de lo que preocuparse, su influencia sobre la serie será inexistente. Una crítica negativa, por contra, podrá conseguir un efecto disuasorio. De hecho, parece ser este el efecto más sencillo de lograr puesto que la no-acción es siempre lo más sencillo desde el momento en que en cada momento es más lo que no estamos haciendo que lo que sí: Podemos hacer que durante un periodo de una hora una persona vea una o dos series, pero el número de series que podemos lograr que no vea es, literalmente, infinito. De tal forma que hacer que alguien se abstenga de ver un programa determinado, bien porque se centre en otro, bien porque decida realizar una actividad —incluso inactividad— diferente, debería llevar a que las críticas negativas fueran las más poderosas.
En cuanto a las positivas, su labor está más cerca de la de la hormiga de la fábula: Acumulan y acumulan hasta lograr un resultado visible al cabo de los meses. O de los años. Ya hemos establecido que el número de cosas que se pueden hacer, temporalmente hablando, es limitado, de manera que introducir una novedad puede resultar harto difícil. Ahí entran las valoraciones que al acumular el suficiente volumen —o al lograr un volumen mayor por la relevancia dada— hace que la gente descubra una serie. Normalmente un par de años después de su cancelación.
La labor promocional de una serie buena mediante críticas positivas —pongamos, de Louie por poner un ejemplo cercano— es un trabajo tan limitado e ingrato que a estas alturas aún hay gente descubriendo series como Arrested Development, sin duda una de las grandes comedias de la última década y cancelada en su día por baja audiencia.
Tendremos entonces que conformarnos con esto, con disuadir levemente a la gente y con tratar de ganar importancia para que vean lo que consideramos interesante. Mientras tanto podremos, como mucho, observar que así pasa la gloria del mundo.
2010-09-21 23:55
O sea que, pese a todo, el mínimo megustismo es mejor que la nada.
Más aún, quizás sea más efectivo a la hora de promocionar una serie un “uh, uh, mola, tienes-que-ver-esto” entre colegas que no una crítica sesuda y bien desarrollada en algún foro más o menos conocido.
Pero, claro, no son incompatibles.