Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.
Cuando llega el verano hay un par de temas que no fallan porque el mensaje es el medio. O, mejor, el tema es el tema. Rara vez vemos programas centrados en Es invierno, otoño, primavera pero siempre hay gran cantidad de programas de Verano que se centran en, básicamente… que es verano. Una especie de “Navidad de dos meses”.
Dentro del tema se pueden organizar programas siempre que cumplan con los parámetros: gente divirtiéndose, apología del destape, teórica ligereza y grandes referencias al sol, la arena y el agua. Es cierto que en la montaña también es verano pero el icono es el icono, amigo, así que todos a la playa. Lo importante es tocar todos los tópicos y repetir mucho la palabra comodín fresco. Habrá reportajes frescos, colaboradores refrescantes y chapuzones en el tema. Parece imprescindible que en verano los programas hagan aguas.
Las vacaciones son, además, material ficcional. No sólo en las noticias, también en las ficciones serializadas y en los telefilmes —¡incluso en las ocasionales y cada día más infrecuentes películas! — aparecerá el tema nos vamos de vacaciones que sirve para la doble vertiente de explorar el asunto turístico versión que-hermosa-eres y la convivencia difícil que cualquier trastorno grave suponga. Esto es, irse de vacaciones es más una costumbre inducida que algo realmente útil y natural, el famoso cambio de aires sirve más para mostrar tensiones y añadir nuevos problemas que para relajarse porque, básicamente, relajarse no está nunca entre los logros vacacionales básicos.
Por cínico que pueda resultar, las posibilidades de que se monte un mini-exodo, haya que aclimatarse a un nuevo ambiente, se den las tradicionales sorpresas de alojamiento y transporte, pueden producirse cambios en lo s planes y existe un factor hay-que-pasárselo-bien que obliga a visitas y eventos que logran cansar al más tranquilo veraneante.
Asuntos todos ellos magistralmente tratados en los capítulos antepenúltimo y penúltimo de la primera temporada de Modern Family, sea todo dicho.
Es difícil explicar dónde empieza esta tradición aunque sí se puede señalar una recurrencia desde los noventa en las series Disney o de la cadena ABC — propiedad de la Disney, claro — que al llegar a un cierto nivel de popularidad o episodios tenía que realizar uno de sus capítulos por narices en Disneyworld. Yo y el mundo , Sabrina o Padres forzosos pero también “Roseanne . No, Twin Peaks no, pero no hubiera desentonado mucho. Últimamente salen menos, ni Lost ni Alias los tuvieron, pero si bien Mujeres Desesperadas parece siempre estar a un paso de acabar allí parece inevitable que sea Modern Family la que acabe recuperando la tradición.
En todas ellas —tomadas como paradigmas de este tipo de episodios, aunque no sean los únicos— existe una muestra de estas tensiones que, por regla general, encuentran su arreglo y solución gracias a la belleza y buen rollo de la localización que para eso estamos de sinergias.
A ustedes les parecerá que esto aquí y con —pongamos— Benidorm no podría funcionar pero el hecho es que ya se ha probado. Lo que pasa es que aquí somos más de otras tradiciones, como aprovechar el verano para echar los capítulos especiales de las series extranjeras… dedicados a la Navidad. Evento pro evento y con la habitual capacidad para programar de las cadenas españolas, raro es el año que no se aproveche para el verano alguna serie desde el principio de su temporada que, como ya sabemos, tienden a ser en otoño, lo que facilita que en un par de emisiones se acabe llegando a esos especiales navideños que pueblan nuestras vacaciones en todas las cadenas y resultan, obviamente, refrescantes.
Obviamente el tópico veraniego se completa con los programas avanzando su regreso. ¿Habéis leído algo sobre lo presentado en la Comic Con? Gracias a un brillante ejercicio publicitario la principal convención de o sobre Cómic del mundo — sí, lo sé, he visto birlibirloqueantes cifras que tratan de demostrar que no lo es. No les creo— se convirtió en uno de los principales eventos fan y de difusión de series y noticias. También los intentos de promover series —además de las películas, digo— que se van a lanzar o que presenten nuevas temporadas, algo que tienen fácil cuando el tema acompaña como en Chuck o No Ordinary Family pero que es más complicado de explicar con Glee o Dexter. Ahí tenemos una gran plataforma que, además, sirve para que las cadenas de aquí tengan material para promocionar sus próximos lanzamientos o sus nuevas temporadas.
Yo prefiero no hacerme ilusiones. A estas alturas hablar de series futuras sólo sirve para que acaben siendo las más lamentables de entre todas. Da igual que lo dirija Darabont sobre un cómic de Kirkman y lo guionicen entre ambos, yo ya no me hago ilusiones sobre nada.
Y termina con los programas despidiéndose. No, no os preocupéis. Esta columna no cerrará por vacaciones, aquí estaremos para terminar de tocar el gran tópico final de las vacaciones, la gente que sigue en la brecha. Aunque sea, como en nuestro caso con un contenido algo diferente.
Mientras tanto disfruten —los que las tengan— de sus vacaciones y no pierdan de vista El Tiempo, que al fin y al cabo es el programa de ficción más visto de la tele.