Televisión hay, aún, por todas partes. Mientras avanza el siglo, e Internet la remplaza, queda como el electrodoméstico más importante. El que expulsa información sin parar. Información que debe ser sopesada. Esta columna tiene como finalidad y motor reflexionar sobre lo que se emite por televisión y considerar críticamente lo que en ella se ve y expone. Y lo hacía cada lunes. Sigue en elreceptor.com.
Siempre sale algo que merece la pena. Cada temporada. Aunque sea por pura potra. Ya sé que sería más divertido desprotricar de las malas pero entre lo poco que aguanto viéndolas —Yo, el público es otra cosa: ¿Cómo coño ha durado ‘Till Dead CUATRO temporadas si Arrested Development fue cancelado a mitad de la tercera?— así que no esperéis largas diatribas contra The Forgotten o Hank. Como mucho puedo reflexionar sobre alguna de esas series imposibles que echan por la tele, como FlashForward, ridículamente pro-determinista, con actores que están cada uno en una serie distinta y un malo malísimo que podría —¡debería!— encabezar un listado de misscastings siendo la única posibilidad de elegir a alguien menos adecuado haber puesto a Screech.
Pero a lo que vamos. Tres nuevas series para ver: Empezando por el final vamos con la única serie Dramática de mi lista, The Good Wife. Tras varios años en los que las series de abogados parecían ser inevitablemente Kellyescas, con Ally McBeal como ejemplo a seguir, tenemos aquí una recuperación de las series de abogados clásicas en el sentido no tanto de Perry Mason como de La Ley de los Ángeles. Algo curioso teniendo de protagonista a la Margulies que el año pasado presentó Canterbury’s Law, otra serie de abogados nada Kellyesca pero tan aburrida y tan profundamente buenista que no había quien la resistiera ni ofreciéndoselo a San Ken Loach. Así que en seis episodios fuera. Gracias a unos cambios efectivos no es ya la abnegada madre que lucha porque se haga justicia entre los inocentes. Bueno, la verdad es que casi. Sigue haciendo justicia entre clientes básicamente inocentes **cof** y sigue siendo una madre abnegada. Aunque ahora lo sea de un político –perdón, de un cargo electo, no es lo mismo- pillado in fraganti en lo que será una de las tramas largas de la serie. —El marido, por cierto, es Chris Noth, el Mike Logan de Ley y Orden o el Mr. Big de Sexo en Nueva York— Porque eso significa que a ella le toca empezar de cero, que tendrá que aceptar la ayuda de su suegra y volver a su antiguo trabajo, pero sin concesiones. Esto es, entrará en un bufete a prueba contra otro abogado. Precisamente entre los puntos fuertes están los asociados, interpretados por Josh Charles —que era el otro presentador en Sports Night o, más recientemente, uno de los pacientes de En Tratamiento— y Christine Baranski —ganadora del Emmy por su magnífico papel en Cybill aunque más conocida por ser la alta en la peli de Mamma Mía o por su reciente cameo haciendo de madre de Leonard en Big Bang Theory— que junto a unos guiones cuidados para darle un cierto aire clásico convierten la serie en una construcción ejemplar. ¿Serán los actores o es que ya nos hemos aburrido de locuras?
Mejor aún que la anterior es la comedia Modern Family en la que, lo reconozco, no tenía ninguna esperanza puesta. ¿Hay algo más tópico que una comedia familiar? ¿No estamos ya cansados de remedos de mockumentaryM tipo _The Office? Pues no. Pese a todos sus defectos han sabido ensamblar unos guiones explosivos que van acumulando situaciones problemáticas hacia el final de capítulo. Las tres familias son una reflejan diversos aspectos pretendidamente realistas —algo que siempre me hace desconfiar— de manera que hay una familia tradicional con una madre que trata de controlar todo tras una juventud… disipada, unos hijos prototípicos: el pequeño es un salvaje poco menos, la mediana es la inteligente, la mayor es una bimbo. Y el marido. ¿Os imagináis a Michael Scott tratando de ser el mejor padre, yerno, cuñado tanto como intenta ser el mejor jefe. Con resultados similares. Pues eso. Las dos familias distintas son las de la pareja de gays que acaban de adoptar a una niña asiática y que está compuesta por el típico urbanita snob escuchimizado y una especie de versión pasada de kilos del Albert Goldman de Una Jaula de Grillos. Sí, otro personaje que produce vergüenza ajena. Finalmente la pareja de un señor mayor y una ardiente hispana que aporta un hijo de su anterior matrimonio. Sorprendentemente ninguno de vergüenza ajena aquí, ni el madura y retraído chaval, ni la magnífica, pasional y sensata colombiana ni el experimentado y algo cansado ya Ed O’Neill —eso es, el siempre magnífico Al Bundy— que como de costumbre, de Dragnet a John de Cincinatti —esa serie— es lo mejor de todo, [Inciso: Katey Sagal, Peg Bundy, es también de lo mejor de su serie, Sons of Anarchy, a ver si vuelve pronto a ponerle voz a Leela en Futurama] conectando a las otras dos —si no has visto el primer episodio avanza rápido— ejerciendo de padre de la madre de pasado disipado y del gay neurótico. Casi parece un argumento para Casado con Hijos: Veinte años más tarde. Salvo, claro, que aquí la relación familiar está tratada de manera más positiva. Quizá sea esta imagen más agradable, más propia de una sitcom clásica la que haga perder algo de fuerza a una comedia que se propone como una máquina de humor bien engrasada pero cuyos referentes quedan al aire con facilidad.
En cuanto a la primera, Community … mejor lo dejo para otro día. Uno con más espacio. Aunqeu no la semana próxima, que tocan vampiros, de nuevo. Hasta entonces echadle un ojo a estas series, aunque sea sólo para quejaros con base de mi pésimo gusto.
2009-11-09 09:39
desde luego que no, y mucho menos
yo ahora mismo tengo mi propia serie
y viva tó