Psicólogo y músico. Doctorando en comportamiento animal (Etología). Su trabajo se enfoca principalmente en el comportamiento social de los Cetáceos (ballenas y delfines) y otros mamíferos marinos. Tratará aquí, cada día 2, de cuáles son las “pautas que conectan” el comportamiento del ser humano con los demás animales, sustentando la idea de la “interrelación” entre todo lo vivo, a partir de una integración de diversas disciplinas tales como la Etología, la Psicología y la Ecología.
Deténgase un momento y obsérvese: ¿qué partes de su cuerpo siente en este momento? ¿Siente sus manos, sus pies, su pecho, su estomago?, ¿siente su respiración, los latidos de su corazón?, ¿siente su columna vertebral?, Es probable que los fuera sintiendo (al menos algunos de ellos) a medida que se los mencionaba. Algunos, sin duda, fueron más fáciles de percibir que otros y, seguramente, pudo sentir y mantener la atención únicamente en una de esas partes y/o procesos de su propio cuerpo en cada momento y no de forma simultánea. Ahora, estas partes ¿las siente tan suyas como, por ejemplo, sus gustos de comida, su opinión política, sus creencias religiosas o lo que siente por alguien de su familia? Y qué sucede en lo que respecta a los objetos o situaciones externas a su organismo? Por ejemplo, preste atención a los sonidos del ambiente: ¿escucha algo nuevo que no percibía mientras leía estas líneas? Podría decirse que antes no estaba realmente conciente de algunos aspectos de sí mismo y del medio ambiente que lo rodea y que acaba de tomar conciencia de todas estas cosas que hemos ido enumerando. Podemos entender la conciencia como el proceso de “darse cuenta de algo”. John Searle la describió como “un estado subjetivo de enterarse, que comienza cuando uno despierta de un dormir sin actividad onírica y continúa hasta que uno vuelve a dormir de nuevo, o cae en coma, o muere, o de alguna forma se vuelve, como uno pudiera decir, inconsciente”. El estudio del fenómeno elemental de la conciencia de cualquier cosa, un objeto, una sensación o percepción, nos plantea principalmente el problema de que su esencia es subjetiva, es decir, el ser que puede observarla, y en el caso humano, definirla, es a la vez el mismo ser que la posee y la experimenta. Por mucho que yo utilice electroencefalogramas para ver el cerebro de una persona o recurra a la empatía y a la imaginación, la experiencia misma de ser conciente sigue siendo privada a quien la experimenta. Si bien esto es común a muchos procesos psicológicos, cuyo estudio hay que abordar por las manifestaciones externas del proceso, el fenómeno de la conciencia es especialmente opaco al observador. Y de ahí la dificultad añadida a la hora de responder a si el fenómeno de la conciencia se circunscribe solamente a los seres humanos o también es plausible extenderlo a otras especies. ¿La araña que cuelga del árbol en frente de mi escritorio siente su tela y el tronco del árbol?, ¿y el tronco del árbol, a su vez, percibe el sol de alguna manera? Que exista alguna clase de percepción sentida en ambos organismos, ¿significa necesariamente que la araña y el árbol son concientes de estos objetos?
El filósofo Thomas Nagel, autor del ensayo en el que se pregunta “qué es ser un murciélago” afirma que aunque las neurociencias logren descifrar las funciones de su cerebro, nadie podría saber lo que es la consciencia desde el punto de vista del murciélago. Sin embargo, que no podamos sentir lo que es ser otro animal como si fuéramos ese animal no implica que no podamos intentar valorar o medir de algún modo si existen o no estados de conciencia en otros animales. Dentro de la variedad de estados de conciencia que pueden existir y que pueden ser susceptibles de investigar, uno de los mayores desafíos es averiguar si algún animal tiene algún concepto de sí mismo, de sus pensamientos y sus conocimientos, esto es, si tiene “autoconciencia”. Si la conciencia es un fenómeno emergente producto de la evolución y, como tal, se puede estudiar su devenir a través de la comparación entre diversas especies, entonces, quizás podamos encontrar rasgos o grados de lo que denominamos “conciencia de nosotros mismos” también en otras especies. Nuestra propia autoconciencia es tan curiosa que además de tener el impulso de saber cómo surgió, naturalmente también desea saber si existe algo semejante en los demás animales.
El grado en que los animales, por medio de su conducta, muestran alguna capacidad para la representación mental de su propio estado mental y para tomar decisiones sobre la base de esas representaciones, es el objeto de investigación de la disciplina “autoconciencia animal”. Los estudios que apuntan en esta dirección siguen siendo muy polémicos. Saber si finalmente un animal es capaz de darse cuenta de sus propias acciones o creencias, de comprender el concepto de sí mismo y de sus propios pensamientos y de reflexionar sobre ello, es extremadamente difícil de abordar experimentalmente. Vemos que los animales se limpian, se rascan, y que, por tanto, perciben su propio cuerpo, y que incluso se limpian, acarician o espulgan entre ellos. Los resultados actuales se atreven a afirmar que los animales podrían tener un concepto de su cuerpo, lo que se ha llamado una “autoconciencia física”. Pero de ahí a dar el salto y decir que los animales podrían ser concientes de sus propios estados mentales y pensamientos, es otra cosa. Se han propuesto diversas alternativas para intentar probar esta cuestión. Por ejemplo, ver si los animales pueden afirmar algo en relación a lo que están haciendo (entrenar una rata a apretar un determinado botón en función de lo que esté haciendo) o averiguar cuando los animales “saben que no saben” la respuesta ante un problema. Una de las pruebas más empleadas es la de la comprobación de cómo un animal se comporta ante su propia imagen ante el espejo. Esta prueba la describió detalladamente el psicólogo Gordon Gallup. Cuando los chimpancés eran expuestos por primera vez ante un espejo reaccionaban ante la imagen como si fuera un chimpancé extraño, llegando incluso a amenazarlo y a atacarlo. Muchos animales, como pulpos, calamares, peces, macacos, babuinos o perros se comportan de la misma manera ante el mismo experimento, tratando a la imagen como un extraño en un primer momento, habituándose a ella posteriormente y perdiendo el interés en última instancia. La gran diferencia con el chimpancé es que este, una vez que dejaba de amenazarla, en vez de perder el interés, parecía gradualmente ir “dándose cuenta” de que esa imagen se trataba de “él mismo” (observaban y espulgaban partes inaccesibles de su cuerpo, habrían la boca y se sacaban restos de comida entre los dientes, y hasta hacían muecas). Gallup, tras dejar pasar unos diez días, los anestesió y los marcó con tinta en la parte superior de una ceja y en la mitad superior de la oreja opuesta. Una vez que despertaron, los llevó primero a una jaula sin espejos, midiendo cuántas veces se tocaban el lugar de las marcas. Posteriormente, les puso un espejo delante. Lo que comprobó es que los sujetos incrementaban de forma significativa esta conducta. Gallup concluye que este incremento constituye una prueba de que los chimpancés se reconocen en el espejo y que, para ello, necesariamente deben tener un concepto mental de sí mismos.
Obviamente, esto despertó polémica. Entre las críticas, la de que los chimpancés realizan este tipo de conductas “autodirigidas” de manera rutinaria tanto si hay como si no hay espejo. Otra, que muchas de estas conductas autodirigidas también son respuestas sociales que los chimpancés pueden dirigir hacia otro chimpancé. A pesar de estas críticas, esta prueba se continúa aplicando a diversas especies animales como una de las pruebas más definitivas a la hora de afirmar si una especie determinada posee o no autoconciencia. Entre los animales que la han superado se encuentran también los orangutanes y los bonobos, pudiendo ser estos resultados la evidencia evolutiva de un nexo cognitivo compartido entre homínidos. Algo interesante es que recientemente hay algunas pruebas de autorreconocimiento en los delfines y en los elefantes.
La pregunta sobre la autoconciencia resulta fundamental ya que, bajo una mirada evolutiva, tiende a ser finalmente la búsqueda de repuestas para explicar los orígenes de la propia naturaleza humana. Pero no encontrar fenómenos de autoconciencia en otras especies no implica que no exista pensamiento o fenómenos complejos de cognición basados en mecanismos simples en éstas. Es decir, el pensamiento puede ser independiente de la conciencia. De hecho, muchas de las conductas que creemos voluntarias y auto-conscientes en nosotros mismos son movilizadas por procesos impulsivos e inconscientes que incluso están influidos por mecanismos pre-programados que se desencadenan automáticamente (pero esto será motivo de otro debate).
Finalmente, todo este interés en el estudio de la autoconciencia no nos habla de otra cosa más que de la necesidad humana de conocer los orígenes de la nuestra. Pero esta legítima búsqueda no debería implicar juicios sobre la superioridad o inferioridad de unos animales sobre otros, simplemente por el hecho de no parecerse a nosotros. Cometeríamos uno de los errores más grandes cayendo en una actitud “antropocéntrica” de atribuir o juzgar a las demás especies según posean o no características humanas. Creer que todas las características que vemos en cada especie son una prueba de una inteligencia general que gradualmente ha evolucionado hasta llegar a la más compleja de todas, esto es, la nuestra, es una posición sumamente “especeísta”. Por el contrario, las conductas que hacen “bien” los animales han evolucionado adaptándose, sobreviviendo y reproduciéndose en un nicho ecológico particular y, por lo tanto, son pruebas de una “inteligencia específica”, en cierto modo única a cada especie, igualmente respetable.
2008-04-02 15:55
Interesantísimo. Pero creo que es imposible que nos separemos de ese antropocentrismo al que estamos atados. Fíjese, sin ir más lejos, a cómo buscamos vida inteligente en otros planetas: entendiendo que el único modo de vida posible es el nuestro. La inteligencia es contextual: un humano en el ámbito de un orangután sobreviviría pocos días, y viceversa, de lo que se concluye que ambos tienen el tipo de inteligencia que necesitan.
2008-04-02 16:46
yodio, yo sí creo que podemos separarnos de ese antropocentrismo, creo que cada vez se va más en esa dirección. Otra cosa distinta es que nuestra propia inteligencia nos limita el tipo de cosas que podemos llegar a conocer. Si otros animales tienen estados mentales muy diferentes a los nuestros o si el tipo de vida inteligente no es accesible a nuestro sistema de conocimiento, no habrá manera (o no será muy fácil) de acceder a la información.
2008-04-03 14:07
Si decimos que el delfín sonríe por que esta feliz, estamos siendo antropocentrístas, ya que los delfines no tienen músculos faciales y la sonrisa es permanente y por lo tanto no expresa sus emociones. Si por el contrario decimos que no tenemos ninguna posibilidad de acceder a sus estados internos o que incluso como afirman muchos, las emociones son algo exclusivamente humano, también estamos siendo antropocentrístas pero en el otro extremo. Efectivamente no podemos separarnos del todo de nuestro antropocentrismo pero si podemos ponerlo “entre paréntesis” tomando el concepto de “Objetividad entre paréntesis”, acuñado por Humberto Maturana, para indicar que la realidad siempre esta determinada estructuralmente por el observador, o como diría María José, por el “Ojo que ve”. En este sentido y terminando con el ejemplo, ya se sabe que los delfines expresan sus emociones a través de golpes con la aleta caudal y pectoral, posiciones corporales, por la manera en que abren la boca e incluso por los tonos y ritmos de sus vocalizaciones, siendo todas estas conductas “ventanas” a aspectos de su mente y de sus estados internos.
2008-04-11 21:00
Es que ya no se trata de ser antropocentrista, vosotros los humanos sois especistas que es algo peor.
Mucho llenaros la boca con lo de que “no hay que ser racista” (lo cual suscribo), pero por otra parte casi todos los antirracistas sois especistas.
Es decir, por una parte manifestáis que todas las “razas” o etnias son iguales y por otro lado tenéis el santo morro de considerar que vuestra especie es superior a las demás.
Iguales como raza… pero superiores como especie ¡¡¡ Patético ¡¡¡.
Algunos llegáis a negar sentimientos en los demás animales, pensáis que sólo vosotros los tenéis…. No faltaría más.
Para vosotros los perros, no lloran, no están contentos, tristes o frustrados, no tienen celos, ni por supuesto depresiones…. estos sentimientos sólo son propios de vuestra especie… sencillamente delirante.
Los humanos sois “tan inteligentes” que pensáis que el delfín siempre está contento porque tiene la comisura bucal hacia arriba.
Por la misma regla de tres podríais pensar que los gorriones son felices porque andan a “saltitos”.
Por otra parte cuando veis la expresión de un bebe chimpancé al que se le hacen cosquillas “no atináis a pensar” que puede estar riendo.
No me extraña que penséis que sois los reyes de la creación y que habéis sido creados a imagen y semejanza de los dioses.
Llegáis incluso a otorgaros un alma…que naturalmente nos negáis a los demás animales.
Por supuesto, yodio, que puedes sacarte el chauvinismo de especie propio de los humanos, como dice María José.
Cualquiera puede hacerlo, sólo basta con ser honesto con uno mismo y leer más (en la dirección correcta) para culturizarse y convencerte de cual es la realidad de tu especie.
Los bonobos, incluso sin leer, tenemos muy claro cual es vuestra realidad.
Ringo Makumba (elmonodomestico.blogspot.com)
2008-04-13 17:54
Así es Ringo Makumba, cada especie tiene (crea) su realidad particular, ninguna mejor o peor que la otra. Mi especie la humana por ejemplo tiene un impulso pre-programado a la curiosidad, (entre muchos otros que posee) y en ese sentido creo muy provechoso investigar y comprender tanto las diferencias como las similitudes que inter-relacionan a tu especie y a las demás especies de animales con la nuestra. Todas estas comparaciones nos confirman que todos los seres vivos estamos sujetos en última instancia al mismo gran proceso evolutivo, y si esto es así ¿qué especie es más especial, importante o superior?. Finalmente todo dependerá de la característica particular que queramos “arbitrariamente” elevar o disminuir por sobre las otras.
2008-05-05 23:03
Es tema relevante la comprensión de la conciencia animal y humana, sus diferencias y similitudes. En el artículo se plantean ciertos hechos con respecto a la conducta animal frente a un espejo, hechos que muestran cómo algunos animales perciben su propia figura en un objeto ¿necesitó el animal del pensamiento o la autoconciencia para llevar a cabo esta percepción? En el artículo se da por supuesto que el animal piensa. Quizás en artículos anteriores este punto fue tratado y demostrado, o bien, sea parte de la convicción del autor. Sin embargo, este punto es absolutamente central: ¿los animales piensan o son autoconcientes? También podría plantearse de otra forma; ¿la conciencia puede existir en ausencia de actividad pensante?
Rudolf Steiner caracteriza la conciencia humana en su Filosofía de la Libertad diciendo que “la conciencia humana es necesariamente al mismo tiempo conciencia de sí mismo, porque es conciencia pensante” La autoconciencia va acompañada de actividad pensante. El animal tiene conciencia de su entorno y de su corporalidad y deseos, pero esto no implica necesariamente autoconciencia. Si el animal tuviese una conciencia similar a la que tenemos mientras soñamos (y en la ciencia espiritual conocida como antroposofía se encuentra el hallazgo de este hecho), se podría llegar a comprender que el animal no tiene autoconciencia, pero sí conciencia. Mientras soñamos también tenemos conciencia, pero no autoconciencia (salvo en ocasiones excepcionales). Y como necesariamente la autoconciencia es conciencia pensante, tampoco es correcto atribuir pensamiento a los animales. Entonces ¿cómo reconoce el chimpancé su propia figura en el espejo?
De los niños pequeños sabemos que a corta edad, a los 9 meses según Piaget, sin haber aún adquirido la autoconciencia o la designación de sí mismos como un Yo, efectúan la “imitación invisible”, proceso que consiste en la imitación de los movimientos del cuerpo que ellos mismos no perciben, como el movimiento de la lengua. También a corta edad los bebés reconocen la propia imagen en un espejo, todo esto antes de pensar. Vale decir, que el reconocimiento de los monos en el espejo y la utilización de esta percepción, no necesitan de la autoconciencia ni tampoco de una actividad pensante.
2008-05-06 16:02
El animal no necesariamente necesitó de la autoconciencia para percibirse en el espejo, pero SI del pensamiento para hacerlo. Para mi el pensamiento surge ahí donde exista algún tipo de “representación mental”, sea de estímulos del ambiente o de los estados (estímulos) internos. Donde no lo veo tan claro, pero cabe plantearse la distinción, es que cuando esta representación es de las propias representaciones (metarepresentaciones) podríamos hablar de conciencia, y en un nivel aún más complejo, cuando las representaciones son de las representaciones de uno mismo podríamos denominarlo autoconciencia. Para algunos esta capacidad surge a partir de, o se desarrolla paralelamente, a la capacidad de representarse estados internos de otros individuos (teoría de la mente), es decir conciencia de los pensamientos y/o intenciones de los otros. En este sentido creo que el autoreconocimiento ante el espejo uno de los experimentos que más se acercan a plantear la posibilidad de distinguir si otro animal podría ser o no autoconciente.
Esto me lleva a concluir que la conciencia NO puede existir sin actividad pensante, pero SI puede existir sin autoconciencia. Es decir el pensamiento SI puede existir sin conciencia, y subiendo un nivel más, la conciencia SI puede existir sin autoconciencia. Por lo tanto y siguiendo tus mismas reflexiones, no estoy muy de acuerdo en el planteamiento de que la conciencia humana sea necesariamente al mismo tiempo conciencia de sí mismo, ya que puede existir actividad pensante sin conciencia y conciencia pensante sin autoconciencia. Aquí tu ejemplo de los sueños es crucial. La mayoría de nuestros sueños demuestran que “si existe pensamiento inconciente” y solamente algunos serían “sueños lúcidos o concientes”. Así también lo demuestran algunos tipos de alucinaciones (estados psicóticos) y de patologías mentales. En el sentido de la distinción entre conciencia y autoconciencia o entre pensar y pensar acerca del propio pensamiento o del pensamiento de los otros, lo que ocurre con las personas autistas deja claro que son procesos que integran mecanismos cognitivos que pueden ser distintos para cada una de las categorías (ciertos tipos de autistas podrían resolver problemas matemáticos pero no darse cuenta de que alguien los engaña y tampoco podrían engañar a nadie, ya que esto requiere inferir estados mentales de los otros) .
En este sentido y a modo general podríamos distinguir por lo tanto al menos 3 niveles de pensamiento, los que aumentando en complejidad integrarían a su precedente: Nivel 1: Pensamiento o Representación (Procesos cognitivos básicos) Nivel 2: Conciencia (Pensamiento sobre representaciones) Nivel 3a: Autoconciencia y 3b: Conciencia de los pensamientos de otros. Claramente y al igual que los colores del arco iris, estoy muy de acuerdo que de lejos es mas fácil distinguirlos pero de cerca es prácticamente imposible distinguir donde comienza uno y termina el otro.
Saludos y adjunto un link a otro experimento muy interesante sobre el tema…
http://fogonazos.blogspot.com/2008/04/cundo-adquirimos-conciencia-de-nosotros.html