Cartas desde… es un intento por recuperar el espíritu de las corresponsalías epistolares de la prensa decimonónica, más subjetiva, más literaria, y que muestre una visión distinta y alternativa a la oficial de Agencias.
Manuel Haj-Saleh
Editor de El cuaderno de Otis B. Driftwood
La gran noticia de las últimas semanas fue, sin dudarlo, la derrota del Partido Socialdemócrata (SPD) en el Estado Federado de Renania del Norte-Westfalia (NRW). Tras casi cuarenta años de gobierno rojo, gobernará ahora en el Bundesland un representante de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) con mayoría más que cómoda (89 escaños de los 187 que consta el Landtag, que habitualmente se sumarán a los doce de los liberales del FDP), y además los representantes “negros” (el color de la Unión) tendrán mayoría de dos tercios en el Bundesrat o Senado alemán, lo que les permitirá bloquear prácticamente todas las leyes que impulse el gobierno de Gerhard Schröder aunque éstas se aprueben en el Bundestag o Congreso.
Así pues, el cambio producido en NRW no sólo tiene connotaciones históricas sino que supone un fuerte vuelco político en una nación muy descontenta con el gobierno rojiverde que ganó sorpresivamente las elecciones de 2002 y que está tratando de impulsar unas reformas económicas que no satisfacen a nadie, en un país sacudido por la crisis y que empieza a notar con fuerza los verdaderos efectos de la reunificación de 1990. El dato de cinco millones de parados en todo el país y muchos más con su empleo en precario ha sido determinante para la elección de Jürgen Rüttgers como Presidente del Bundesland más poblado e industrializado de la nación. Hablamos de un Land de dieciocho millones de habitantes que está sufriendo particularmente los efectos de las deslocalizaciones, de la caída de industrias como el carbón y el metal y que está reciclándose a marchas forzadas hacia el sector servicios y del I+D, pero en el que muchos trabajadores cualificados están quedándose en la calle. Las reformas introducidas por el gobierno de Schröder, que penalizan al contribuyente obligándole a pagar por servicios que antes eran gratuitos (por ejemplo, una tasa fija de diez euros por visita al médico, aunque esté cubierta por la Seguridad Social) y otras más llamativas como la introducción de unas elevadas tasas universitarias que hacen mucho más daño en una zona como NRW, con una alta concentración de carreras técnicas (habitualmente de ciclo más largo que las demás, si exceptuamos Derecho, posiblemente la carrera más difícil de aquí) han provocado una situación que a mi juicio es bastante paradójica: para el electorado de izquierdas habitual del SPD las reformas son de calado excesivo y afectan a los estratos sociales más bajos con especial crudeza. Para los votantes más a la derecha, habituales del CDU, esas reformas se quedan muy cortas. Y, dado que en Alemania el espectro de votantes de centro es sorprendentemente amplio y no es raro que quien votó rojo en una elección pueda votar negro en la siguiente, el cambio político ha estado bien lejos de ser una sorpresa. El caso de NRW ha sido particularmente doloroso para la cúpula del SPD, aquejada de bicefalia desde hace relativamente poco, puesto que Schröder dejó el cargo de líder del partido en favor de Franz Müntefering y está siendo cada vez más cuestionado desde dentro. Pero, aun siendo un fuerte golpe para esta formación, no ha sido más que el último eslabón en una cadena de constantes pérdidas de poder que ha hecho que los colores de la CDU dominen en todos los Bundesländer excepto un par de ellos.
Tratando de pulsar el “Stimmung” o ambiente que se vive en el país, de forma nada científíca he ido preguntando a la gente que me rodea cómo ha visto este giro de 180 grados en el color político del Land, y me he quedado sorprendido con algunas de las respuestas, pero sobre todo con la calma con la que estos cambios se toman. Quizás porque estoy acostumbrado a ver la política española como paradigma del “hooliganismo” de partido, donde se entiende la simpatía por uno del mismo modo que si fuera un club de fútbol, banderitas y agresiones incluidas, aún me choca el ver que aquí lo que más importa es que te gobiernen bien, y no los colores del que te gobierna, por lo que el porcentaje de personas que “se casan” con un partido político es relativamente bajo y la alternancia ya viene sobreentendida desde el principio como signo de salud democrática. No quiere decir que se esté satisfecho cuando el partido al que has votado pierde, y tampoco quiere decir que estés incondicionalmente adherido a un programa de reformas. Simplemente que cuando hay cambios la primera idea es “a ver cómo lo hacen”. Y es la sensación que se me ha transmitido en mis pequeñas entrevistas a la gente de la calle.
La primera idea es común a todos, sin excepción: aunque haya habido un cambio de partido, no se cree que vaya a cambiar nada en general. Me avisan de que los cambios de gran calado son difíciles en un país como éste, donde la gente está acostumbrada a que las cosas funcionen sin saltarse ningún paso, por lo que es poco probable una revolución en lo económico. En las competencias de que disponen los Länder (en muchos casos, menores que, por ejemplo, las CCAA españolas) sí es posible ver efectos más o menos rápidos, como la inevitable consolidación y aumento de las tasas universitarias, que anticipan ya más de una gran protesta estudiantil en los próximos años. Dentro del programa de la CDU se encuentra además el darle una mayor autonomía a las Universidades, lo que supondrá seguramente el establecimiento de fuertes criterios de admisión en las más prestigiosas, como la RWTH de Aquisgrán, para carreras como Ingeniería de Caminos (Bauingenieurwesen) o Electrónica-Telecomunicación (Elektro- und Nachrichtentechnik). Por otro lado, los dos partidos de la nueva coalición gubernamental coinciden en ir retirando, hasta desaparecer por completo, las subvenciones al carbón, lo que supondrá el coup de grace a la maltrecha minería de la región.
El escepticismo viene dado por las promesas de la futura coalición negro-amarilla en lo referente al trabajo y el refuerzo en las escuelas, los dos puntos que han formado la bandera electoral de estos dos partidos. Los cinco millones de parados y la reducción en el horario escolar, así como la falta de personal en los colegios e institutos (en 8.000 docentes la cifra el FDP) han sido temas clave de campaña, pero poco se cree que se pueda hacer sin políticas de choque a escala nacional, que convenzan y que no destruyan el estado social en el que los alemanes viven desde el final de la II Guerra Mundial. Pero nadie ve cómo se puede aumentar el empleo sin erosionar ese estado social, y nadie ve cómo se puede reforzar la educación primaria y secundaria sin un aumento de los impuestos, de modo que son promesas que se están tomando por el público incluso con cierta sorna.
Y es que los grandes asuntos de Estado, tales como la economía o la sanidad, incluyendo la reforma de la Seguridad Social (hay un temor latente al derrumbamiento del sistema de pensiones, que quedó seriamente tocado tras la reunificación, con millones de personas que recibieron y reciben prestaciones sin haber cotizado) son prerrogativa del Gobierno Federal. En este sentido, la decisión de Schröder de convocar nuevas elecciones generales para el próximo otoño se ha visto como una buena idea y como algo necesario, pues la capacidad de bloqueo de que dispondrá la oposición en el Bundesrat puede congelar cualquier iniciativa gubernamental hasta el punto de crear cierta inestabilidad política, algo que nadie desea en este país, acostumbrado a funcionar como el mecanismo de un reloj. Así pues, la decisión es buena desde el punto de vista pragmático, pero no se oculta el hecho de que el canciller la toma también como un cierto órdago tanto al electorado como a su propio partido, donde cada vez está más cuestionado por su escoramiento hacia la derecha, ya que buena parte de sus militantes (y simpatizantes) no quiere que el SPD se derive hacia algo similar al “nuevo laborismo” de Tony Blair en Gran Bretaña, temiendo que el espacio de izquierdas quede vacío. Esto se está reflejando también en los primeros amagos por parte de los Verdes de romper la coalición electoral que tanto éxito ha tenido en los últimos siete años, si bien soy de la opinión de que, en caso de que el SPD tenga de nuevo posibilidades de gobernar, los Verdes abrazarán nuevamente la “Realpolitik”, ejerciendo de contrapeso a la izquierda. La salida del histórico Oskar Lafontaine de las filas socialdemócratas no parece haber causado más revuelo del necesario, e incluso la prensa apenas le ha dedicado un par de días en sus páginas. Su intención de formar una nueva coalición de izquierdas con el PDS (ex-comunistas y socialistas, equivalente en ciertos aspectos a la IU española) no parece que vaya a llegar a buen puerto, dado lo cercano de las elecciones y en todo caso puede restar votos al SPD.
Sin embargo, cuando pregunto si el SPD tiene posibilidades de ganar las elecciones en otoño, máxime cuando Schröder ya ha advertido que no piensa cambiar su política a pesar de los repetidos avisos de los Bundesländer en forma de derrotas, me encuentro con la sorpresa de que incluso votantes de la CDU o del FDP me dicen que creen que sí. Y entre las razones para ello está, fundamentalmente, que la candidata de centroderecha, Angela Merkel, no inspira demasiada confianza ni en su electorado. Sí es cierto que su popularidad ha aumentado en los últimos meses, arrastrada quizás por un descenso equiparable del índice de simpatía hacia el canciller, pero juega con dos factores en su contra, que sorprenden por ser precisamente éste uno de los países socialmente más avanzados: uno es el ser de la antigua Alemania del Este (nació en el Estado de Mecklemburg-Vorpommern), y el otro es el ser mujer, algo para lo que Alemania, por lo que se ve, todavía no está madura. Aunque hay mujeres en puestos administrativos de gran responsabilidad, solamente tres son presidentas de un Bundesland, e incluso en las elecciones de 2002, y a pesar de que Merkel ya era líder de la CDU, se eligió al bávaro Edmund Stoiber (presidente de la Unión Social Cristiana, CSU, coaligada con la CDU) como candidato a la cancillería, lo que causó gran revuelo en la coalición por entonces. Ahora Stoiber ha apoyado sin reservas a Merkel, pero ella sigue sin transmitir esa necesaria confianza en el amplio sector de votantes de centro e indecisos, que la ven como una persona excesivamente maquinadora. Así que, paradójicamente, es la candidata de la CDU la que podría otorgar una nueva victoria electoral al SPD. He podido leer en “Focus” esta semana un extenso reportaje sobre Merkel, incluyendo una entrevista a la candidata (“Focus” es una revista de información general que se adscribe políticamente al centro-derecha. Las otras dos más importantes en Alemania son “Stern” y “Spiegel”, de posiciones más de centro-izquierda), en la que me confirman esas suspicacias por parte de la gente: Angela Merkel es una política 100% y como tal se moja poco en los asuntos en los que tendrá que gobernar, y no da indicaciones claras de por dónde irían sus probables reformas, algo en lo que tiene mucho que ver el debate interno que hay en su partido en asuntos como la reforma de las pensiones o la investigación con células madre, donde chocan frontalmente con sus posibles socios del FDP. Por otro lado, Merkel no tiene el carisma de su competidor “rojo” y necesita imperiosamente ganar el debate de las ideas para poder triunfar sin agobios en otoño. Y no es fácil, porque en Alemania los debates entre candidatos son actos casi obligados si se quiere ganar unas elecciones, y ahí Schröder tiene muchas más tablas y cuenta con la ventaja de estar en el Gobierno y poder manejar muchos más datos que su competidora, o al menos hacerlo con más facilidad. Pero el canciller no lo tendrá fácil ni mucho menos: a los sucesivos golpes que se está llevando en forma de derrotas electorales se une el tener que defender un programa de reformas (el polémico “Hartz IV”) que pone en solfa el mantenimiento del Estado de Bienestar que ha sido bandera de este país durante cincuenta años y que está afectando sobre todo a ciudadanos con rentas más bajas al penalizar económicamente el uso de servicios públicos. Schröder tiene que batallar en tres frentes: el de la oposición, que pide más audacia, el de su partido, que pide más cobertura social y el de sus electores, a los que no consigue contentar con ninguna de sus explicaciones, y es muy difícil que le venga un golpe de suerte como el que le hizo ganar por los pelos las elecciones de 2002.
Así pues, nos espera un verano políticamente calentito en el que los alemanes van a ser asaeteados con nuevos eslóganes, nuevas ideas, luchas ideológicas y promesas que creo que serán bastante más contenidas que otras veces. La crisis no es ningún juego en este país y las mentiras se tragan muy mal. Los debates entre candidatos serán más enconados, seguramente, que en años pasados y el gobierno que surja de las urnas en septiembre se verá en la delicada tarea de volver a engrasar a la llamada “locomotora de Europa”, que empieza a perder gas de manera inquietante. Ante la pregunta de “cuál es para ti la primera reforma, la más necesaria, que se debe hacer en Alemania independientemente de qué partido gobierne”, todos coincidieron en que es necesario combatir el aumento del desempleo. El alemán, pueblo trabajador por antonomasia, le tiene auténtico pánico al paro, así como al empleo precario e inestable. Dos elementos que socavan las bases de su propia esencia. Quien consiga aliviar ese miedo de la manera más convincente será el próximo canciller, no me cabe la menor duda.
2005-06-06 14:38 Voy a tu enésimo párrafo y cito a Eugenio Trías (no literalmente, aber fast!) y es que dice el catalán que el verdadero voto político, el verdadero voto que demuestra salud democrática (odio estas metáforas higiénicas y manidas, aber na tja) es el voto no ideológico. Es decir, hay que votar en función del programa del partido y no del partido en sí.
Por otra parte, resulta curioso constatar la variedad de derechas y centros que configuran en Europa, frente a las izquierdas, que parecen todas mamadas de la misma teta. (Ojo, esto no es crítica ni reproche, simplemente constatación)
Me encanta que Alemania goce de salud mental suficiente (und wieder) como para buscarse un canciller que les solucione los problemas que ellos quieren ver solucionados. Es más madurez de la que se puede observar en Spain la mayoría de las vagadas…jejeje.
Por último, encantóme tu párrafo sobre la esencia del trabajo en los alemanes… esto es, el último.
Ah, y ahora el comentario típicamente femenino: encántame Schröder… tiene esa carita típicamente alemana de ingenuo bonachón, pero tiznado con esa sombra leve de ironía también muy Deutschland… y ese cuerpezote de armario que parece que no sabe qué hacer con él… Desde luego, se parece mucho a su pueblo… (Eso sí, para uso personal, me quedo con Villepin!)
Te saliste con la primera carta, Manolo… ahora arrímate al folio y tira a por la segunda…
PD: Espero no haber estado razonando fuera del recipiente, das heisst: diciendo lo inoportuno, en el lenguaje inoportuno en el libro de notas inoportuno… (Tiemblo!)
2005-06-07 10:46 Amigo Manolo:
Excelente recorrido por la actualidad política (posheroica) de los alemanes. Por un momento te he imaginado como Madame de Staël, pero en más morenito. La Staël, pálida como la época, creo que no llegó a conocer Sevilla. El estilo cultural posheroico (y la política correspondiente) de los alemanes no invitan a grandes convulsiones (y está bien que así sea). Cuando uno se halla habituado a una dulce monotonía, a un aburrimiento alemán, metaprusiano y posheroico, ya no apetece ningún género de distracciones; pero esto (como bien escribió la Staël –suya es la cita-) se hace tan sólo para evitar descubrir que uno se aburre todos los días. ¿Qué ocurre, Manolo, que en Alemania no hay divertidos nacionalismos que llevarse a la Remintong? Aquí, en España (ver margen derecho de Libro de Notas: POR UN NUEVO PARTIDO POLÍTICO EN CATALUÑA), andamos todavía buscando un partido político identificado con la tradición ilustrada, la libertad de los ciudadanos, los valores laicos y los derechos sociales. ¡En pleno siglo XXI! No está nada mal el atraso, ¿eh? Cuéntanos, Manolo, cómo funcionan los Land y esas cosas, cuéntanos cosas de Alemania, de la Constitución Europea (¿Constitución Europea?), etcétera. Manolo, ¿cuánto pagan los alemanes por sus conexiones a Internet? ¿Ein?
Bueno, ya nos contarás. Tan sólo añadir que, en contra de la opinión de Cristina (ponderada, pero algo tendenciosa), paso mucho de Schröder: demasiado rudo para mi sensibilidad; me quedo, ¡dónde va a parar! con Ute Lemper y esos kilómetros de piernas que, desde un pequeño punto de partida en el dedo meñique del pie izquierdo, te conducen hasta las puertas del mismísimo paraíso. ¡¡Uff!!
2005-06-07 17:52 Comprendo que se quede usted con Ute Lemper y su autopista de piel, don Enrique… ahora, que los ojillos remolones de Esroeder a mí me llevan al más tierno paraíso infantil de las piruletas de colores…
Y pa piernas… las mías, por Dios!
Por cierto, Otis, ¿tú cómo ves el grado de penetración de Internés en los deutsches? Porque cuando yo estuve allí me pareció que no estaban muy metidos en ello, la verdad… Y los ciber eran carísimos, übrigens!
2005-06-08 00:36 Sí, sí, usted háblele de penetraciones justo despues de vindicar la longitudinal tersura de sus superiores extremidades inferiores.
2005-06-08 13:08 Enrique, lo más parecido a los nacionalismos periféricos que hay aquí es el Estado de Baviera, que se entiende, dentro y fuera de él, como una “personalidad propia” en la nación alemana, pero no existen ni mucho menos movimientos separatistas (al menos que suenen). En realidad es una calle de doble dirección: los bávaros son bávaros incluso para el resto de alemanes, que dicen que hablan muy raro ;-) Ni siquiera en eso hay unanimidad: el norte de Baviera, la Franca (Franken), no quieren ni oír hablar de ser “bávaros”, ellos son “francos”, así que hazte a la idea.
El nacionalismo existente es un nacionalismo alemán, propio de pueblos que han tenido la guerra como motor principal de su Historia. En ese sentido es un pueblo orgulloso de su identidad, y que lleva sesenta años intentando escapar de la vergüenza de su reciente pasado. Existe también otro tipo de nacionalismo alemán, de puertas adentro, motivado por las convulsiones derivadas de la reunificación, pero que curiosamente parece que se da más entre las generaciones que vivieron separadas que entre los más jóvenes. Diría que falta aún una generación para que la reunificación deje de ser tomada como causa de las crisis (no sólo económicas, también humanas) y no se hagan más distinciones entre “Ossis” y “Wessis”, términos que cada vez son más despectivos. Se me ocurre que puede ser tema de próximos artículos, así que voy a dejarlo macerar :-)
2005-06-08 13:13 Cristina, sobre el desarrollo de internet en este país, y para que se vea bien claro por qué en España todavía vamos en el furgón de cola, hablaré próximamente. Un sólo apunte: aquí, cualquier pueblo por pequeño que sea tiene su página oficial en internet, y siempre está en constante actualización. Ya es por inercia: si tengo que ir a tal o cual lugar (Irgendeinestadt, ciudad ficticia, una ciudad cualquiera), lo primero que hago es meterme en la red y teclear www.irgeneinedstadt. de. Y eso incluso con pueblos de dos o tres mil habitantes. Me parece lo más representativo. Otra: si no haces la declaración de hacienda por internet, te mandan la confirmación a casa por correo postal, pero cobrándote los gastos del envío y del papel. ¡A modernizarse!
2005-06-08 18:18 Vegadeo.net al poder
y democraciaweb.org… que no se diga que en Spain no “penetra” el Internés…
Adorable tu segunda cabeza, Kozis.
2005-06-14 00:14 Saludos desde la Bundesrepublik. Desde mi experiencia (cuatro años y medio viviendo en Baden-Würtenberg y casado con una alemana) tengo que decir que estoy totalmente de acuerdo con el excelente artículo de Manuel Haj-Saleh y solo me atrevería a matizar un par de cosas. Es cierto que tanto si gana la derecha como la izquierda a los alemanes les van a sacar riñón y lo único que pueden decidir en las urnas es si lo quieren con o sin anestesia. Todos saben que las reformas son necesarias pero se le quitan las ganas de votar. De echo, las buenas expectativas de la CDU se basan en la abtención dentro del SPD ya que los democristianos tambien han bajado en intención de voto. Esto beneficia a los partidos pequeños que tienen un electorado más comprometido.
No creo que Lafontaine consiga quitarle votos a su antiguo partido, ya los ha perdido. Pero el programa de izquierdas podría remover suficientes ex-votantes del SPD de la abstención como para dar la sorpresa. Seguramente el PDS (junto con Lafontaine en el oeste) volverá al Bundestag y modificará el reparto de escaños y si el SPD mantiene el tipo y negros y amarillos no alcanzasen la mayoría suficiente podríamos vernos avocados a una gran coalición ya que el programa de los socialistas es incompatible con ningún otro partido del Bundestag.
De acuerdo en que una de las cosas que hizo perder a Stoiber en 2002 fue su seguidismo de la política de Bush en plena guerra de Irak, pero Frau Dr. Merkel no lo es menos. Su comportamiento es digno del mismísimo Ánsar: al estallar la guerra y negarse el canciller a apoyarla, Angela Merkel corrió a la Casa Blanca para decirle a Bush poco menos que, en realidad, los alemanes estaban con él y que Schröder era una mala persona.
La gran incógnita es qué pasará con los Verdes, Fischer a quedado muy tocado con el escándalo de los visados y en el partido está muy enfadados con su socio mayor por querer adelantar las elecciones sabiendo que es más que seguro que van a perder. No creo que le “ayuden” al SPS como la otra vez que muchos le dieron el primer voto al candidato del SPD y el segundo a su propio partido. Y no me quiero enrollar más.