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En peligro de extinción por Carmen Castro

Carmen Castro edita singenerodedudas.com, bitácora feminista pionera en la blogsfera hispana. Escribe para LdN con la intención de compartir su [des]enfoque sobre alternativas a la crisis actual; el 30 de cada mes irán desfilando algunas ideas [ausentes y presentes] de la clase politica y agorera en general. Con la que está cayendo, parece que habrá columna para rato.

Íbamos a cambiar el sistema

Hoy hace un año que inicié esta columna mensual y viendo en retrospectiva los temas que le han ido dando contenido se me antoja como una lectura todavía incabada que nutre mi propia economía de la sospecha:

1.De la refundación del capitalismo al sostenimiento del sistema
2.Del sostenimiento del sistema al crecimiento sostenible
3.De la economía sostenible a la igualdad de género
4.De la economía de la sospecha a la economía del cuidado

Lejos quedan las intenciones declaradas por algunos gobernantes de que esta crisis serviría para redefinir el sistema, que bajo la luz de los focos se reconocía que había entrado en crisis. Y no es que realmente estuviesen proponiendo hacerlo: como mucho, de lo que se trataba era de volver a un sistema de ‘economía mixta’ o una especie de mezcla de la economía capitalista y la economía socialista. Es decir, libertad de mercado aunque incorporando la necesidad de una intervención fuerte y decidida de los poderes públicos en la economía; la necesidad de rescate del sistema financiero así lo avalaba, coyunturalmente . Lo que parecía ser una vuelta al Estado social se quedó en una mera declaración de intenciones recogida ampliamente en las hemerotecas para mayor escarnio público.

Será cuestión de impaciencia lo que me dificulta valorar que las diferentes declaraciones del G – 20 no han supuesto ningún avance significativo; hay quien dice que el hecho de que hayan existido estas declaraciones ya es un avance en sí mismo. Sin embargo, ¿qué ha cambiado en la práctica respecto a la situación previa a la crisis? No se ha materializado ni la autorregulación de los mercados financieros, ni la articulación de una tasa sobre las transacciones financieras internacionales, ni la eliminación de los paraísos fiscales, por citar algunos de los titulares que se han ido publicando y cuya aplicación sigue siendo aplazada sistemáticamente.

La experiencia debería servir como forma de aprendizaje también para la reformulación de modelos económicos. Una de las lecciones aprendidas a nivel internacional es que crecimiento económico no es sinónimo de cohesión social; y que cuando el modelo de desarrollo se centra exclusivamente en el crecimiento económico y el indicador por excelencia es el PIB, se produce una ceguera de género difícilmente sostenible. En un anaĺisis estadístico comparado a nivel internacional, la organización Social Watch obtiene que no todos los países con mayor PIB ofrecen buenos resultados en el Índice de Equidad de Género, lo que sugiere que el crecimiento económico no es suficiente sino que se requiere de enfoques de políticas corresponsables con la Igualdad (Suecia tiene el mayor valor de Equidad de Género).
Necesitamos, pues otro tipo de medición del ‘desarrollo’ que incluya el desarrollo humano y condiciones de equidad para poder hablar de un ‘nuevo modelo de economía sostenible’. Son muchos los ámbitos en los que proponer ideas de sostenibilidad: energía, transporte, gestión del medio natural, gestión de residuos, modelo de ciudad, salud pública, participación innovación social, servicios para el cuidado de personas (menores, mayores y dependientes), desarrollo tecnológico, software libre, etc. Sin embargo, la tendencia real ha sido la de aprobar medidas dirigidas más al ‘sostenimiento del sistema’ que a provocar las reformas estructurales necesarias.

En España se ha aprobado una Ley de Economía Sostenible antes de consensuar la elección del modelo y sin que se perciba una orientación efectiva a que el potencial cambio que se impulse contribuya favorablemente a la igualdad de género. De hecho más bien todo lo contrario, ya que lo más previsible es que gran parte de las medidas aprobadas, y en particular la parcialidad en la reforma laboral tengan unos efectos desfavorables sobre la economía del cuidado, el bienestar de las personas y la equidad de género.

No es de extrañar, pues, la persistencia de la sospecha sobre las intenciones reales de algunas decisiones políticas: ¿está España saliendo realmente del modelo tradicional o se está limitando a asentar la llamada nueva división sexual del trabajo al estilo del “hombre como proveedor económico y mujer trabajadora y responsable de los cuidados”? Es decir, ¿está orientando su politica hacia la igualdad de género o reforzando el sistema de separación de roles?

Carmen Castro | 30 de marzo de 2010

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