Carmen Castro edita singenerodedudas.com, bitácora feminista pionera en la blogsfera hispana. Escribe para LdN con la intención de compartir su [des]enfoque sobre alternativas a la crisis actual; el 30 de cada mes irán desfilando algunas ideas [ausentes y presentes] de la clase politica y agorera en general. Con la que está cayendo, parece que habrá columna para rato.
Cuando se crean expectativas, se correo el riesgo de que el resultado anunciado no llegue a satisfacerlas. Esto es lo que resume la mayor parte de las reacciones a la aprobación del anteproyecto de la Ley de Economía Sostenible aprobado el pasado viernes.
Desde un análisis feminista, al texto del proyecto de la Ley de Economía Sostenible, no se percibe una orientación a que el potencial cambio de modelo productivo que se impulse contribuya favorablemente a la igualdad de género; una carencia que deberá ser subsanada cuando se aborden las reformas que siguen pendientes del mercado laboral, de la educación, de la energía o del sistema de prestaciones y pensiones.
Sin embargo, se han empezado a anunciar otras medidas, que representan reformas parciales, y coyunturales.
El modelo alemán que se pretende copiar parcialmente en España, con la intención de ‘aliviar’ la contracción del mercado laboral, consiste en acordar reducciones de jornadas y al mismo tiempo cobrar la prestación por desempleo proporcional al tiempo que se ‘deja de trabajar’. En principio, este tipo de solución lo que podría aliviar son resultados empresariales en algunos sectores (no parece muy aplicable en los sectores de construcción o de servicios) y las propias cifras de desempleo.
¿Se considerarán a partir de ahora todas las reducciones de jornada laboral dentro del ‘modelo alemán’?
Si no es así, la incorporación de esta medida, introduce un doble rasero que convendría eliminar para evitar sesgos de género en la utilización de una doble vía en el fomento del tiempo parcial.
Actualmente, la posibilidad de plantear reducciones de jornada ya existe, aunque su práctica se refiere a casos de existencia de responsabilidades familiares; quienes se acogen a esta ‘opción’ (mayoritariamente mujeres) sufren la pérdida de ingresos, cotizaciones y derechos sociales por el tiempo que dejan de trabajar, y adquieren una difícil situación para conseguir volver al empleo a tiempo completo cuando ‘finalice la causa que motivó su reducción de jornada laboral’.
La elección del ‘modelo alemán’ como referente para la orientación de las políticas públicas que inciden en el mercado laboral, no debería ser casual, ni mucho menos defenderla desde la ingenuidad de que tendrá un efecto neutro sobre la igualdad de género. Todo lo contrario. En el sistema alemán, la posibilidad de compaginar reducción laboral y prestación por desempleo, se refiere a trabajos de menos de 15 horas semanales, lo que representa un mayor fomento del trabajo a tiempo parcial y trae a primera plana la preocupación ante el riesgo de mayor desprotección laboral: en Alemania los trabajos con ingresos inferiores a 400 euros no cotizan a efectos de prestación por desempleo. Así pues, ¿cual es el giro que se pretende dar al mercado laboral incorporando este modelo: favorecer un ‘nicho de trabajillos menores’, reducir las cotizaciones de la seguridad social (lo que de manera indirecta quiere decir reducir los salarios)?
Si hay que elegir una experiencia internacional para guiar el cambio de modelo sería bueno que el criterio de selección tuviese en cuenta los resultados conseguidos y los (des)equilibrios existentes en dicho país. La Igualdad de Género y la sostenibilidad medioambiental han de se considerados como criterios de elección .
¿Realmente es Alemania la mejor opción para inspirar el cambio de modelo?
La posición en el ranking mundial respecto a los grandes indicadores internacionales sobre desarrollo humano e igualdad de género, deberían servir para ilustrar hacia qué escenario queremos dirigirnos. Una comparación interesante es la de Alemania vs Suecia, sobre cuyo modelo de políticas públicas ya he escrito en otras ocasiones
A este panorama global podríamos unirle algunos indicadores relevantes de la situación de los mercados de trabajo respectivos; en este sentido, sería importante tener en cuenta que la brecha de género en el empleo a tiempo completo equivalente es mayor en Alemania (22,7) respecto a la de Suecia (11,3) y que la desigualdad salarial entre hombres y mujeres representa un 23% en Alemania frente a un 17,6% en Suecia.
Por otra parte, Alemania es el sexto país del mundo en emisiones de C02, (España está en el número 17) es decir, que está entre los que mayor huella ecológica deja como legado; si bien ha establecido como objetivo del 2020 la redución de emisiones en un 40%, ni siquiera ésto se percibe como suficiente para compensar y corregir la tasa de agotamiento de recursos que su modelo de crecimiento genera. Suecia ni siquiera aparece entre los 30 países que más contaminan, según el ranking mundial elaborado por Naciones Unidas.
Y en cuanto al nivel de competitividad de ambos países, los resultados de Suecia (4º país en el ranking mundial) son mejores que los de Alemania (7º país) según lo que muestran los indicadores del Foro Económico Mundial (FEM)
Así pues, si se trata de elegir modelo de desarrollo sostenible, ¿no representaría mejor Suecia el modelo de políticas públicas a seguir?