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El último partido de George Best por Javi Martín

Genial con el balón en los pies, ocurrente ante los micrófonos, seductor dentro y fuera del campo, George Best sigue jugando cada mes su último partido en Libro de Notas. Javi Martín, autor de esta columna, solía fantasear con emular las andanzas del genio de Belfast. Enfrentado con la cruda realidad, ahora se conforma con escribir apasionadas historias sobre el mundo del deporte. Su hígado lo agradece.

¿El último tango en Londres?

Un triple fallado por Andrés Nocioni desde la esquina a falta de pocos segundos impidió a la selección argentina conseguir el bronce olímpico el pasado domingo frente a Rusia. El final recordó al de la semifinal mundialista que jugaron los argentinos en 2006 contra España. El mismo protagonista (Nocioni), el mismo lanzamiento desde el mismo lugar de la pista, similar diferencia en contra (dos puntos entonces, un punto el domingo) y parecidos segundos por jugar. Idéntico resultado final: el aro escupiendo el balón y los argentinos lamentando su suerte.

El fallido asalto al bronce frente a Rusia en Londres fue la enésima batalla librada por esta maravillosa generación de baloncestistas (basquetbolistas los llaman allá) argentinos. La generación de los que resisten (Emanuel Ginóbili, Luis Scola, el Chapu Nocioni, Pablo Prigioni, Carlos Delfino, Leonardo Gutiérrez) y de los que quedaron por el camino (Pepe Sánchez, Oberto). La generación que ha dado al baloncesto argentino una década de gloria sin precedentes.

Sería justo decir que todo empezó hace diez años, en el Mundial de Indianápolis de 2002, aunque bien pudiéramos situar el germen en el Torneo de las Américas ganado en 2001. En Indianápolis ya formaban, bajo la dirección de Rubén Magnano, la mayoría de los jugadores que habían de acompañar a la selección albiceleste durante la mejor década de su historia. Ahí estaban Pepe Sánchez, Ginóbili, Scola, Leo Gutiérrez, Nocioni y Oberto. Todos eran ya estrellas emergentes en Europa. Junto a ellos, Alejandro Montecchia, Hugo Sconochini y Rubén Wolkowyski, a caballo entre la generación de los 90 de Nicola y Espil, que fue preparando a Argentina para lo que estaba por llegar, y la generación dorada del nuevo siglo.

Argentina poseía un prometedor equipo, pero se hacía difícil confiar en una selección que históricamente nunca había estado en la élite, excepción hecha del lejano Mundobasket de 1950 disputado en casa. Sin embargo, el equipo sudamericano se clasificó primero en su grupo, derrotando a la Alemania de Dirk Nowitzki y a unos Estados Unidos que presentaban a Paul Pierce y Reggie Miller como principales baluartes. Las victorias en cuartos de final ante Brasil y en semifinales, de nuevo, contra Nowitzki y compañía situó a los argentinos en la final. Allí esperaba Yugoslavia, la gran favorita tras eliminar al combinado estadounidense en cuartos y a Nueva Zelanda en semifinales. En el cuadro balcánico jugaban Divac, Stojkovic, Jaric, Vujanic, Bodiroga, Gurovic y Tomasevic. Casi nada. Se confirmó el favoritismo y ganó Yugoslavia, pero necesitó de una prórroga y alguna decisión arbitral bastante dudosa. Los argentinos perdieron, pero su soberbia final fue un grito al mundo: estaban en la élite y de ahí no había quien los moviera.

Atenas fue la confirmación y la cima. Los Juegos Olímpicos volvían al lugar donde nacieron y Argentina llegaba más lejos que nunca, a lo más alto. Para entonces ya se había incorporado al equipo Carlos Delfino, el más joven de esta generación, el más frío también. Quedará para la historia que Argentina ganó la final a Italia por 84-69, pero el oro se ganó en realidad en semifinales, donde, de la mano de un imperial Ginobili, tumbaron en 40 minutos memorables a los Estados Unidos de Tim Duncan, Allen Iverson, LeBron James, Dwayne Wade, Carmelo Anthony y Lamar Odom. Argentina era el mejor equipo de baloncesto del mundo.

En 2006, en el Mundial de Japón, ya se sabe lo que pasó: el triple errado por Nocioni en semifinales y la derrota ante otra generación que ascendía imparable, la de Navarro, Gasol y Calderón, que también peleaba a dentelladas su espacio en lo más alto. El cuarto lugar, tras caer en la lucha con el bronce con Estados Unidos, dejaba un regusto agridulce en los aficionados albicelestes.

El cuadro argentino se mantenía en la élite conservando prácticamente el mismo bloque. El inevitable declive fruto de la edad fue dictando la paulatina desaparición de las convocatorias de Montecchia, Wolkowyski, Schonocioni y Pepe Sánchez. En Japón se incorporó al grupo Prigioni, perteneciente a la misma quinta de Ginóbili pero de explosión tardía. En los Juegos de Pekín, el cruce con una selección estadounidense que ya no estaba para bromas los relegó a la medalla de bronce, compartiendo podio con norteamericanos y españoles. Tras el quinto lugar en el Mundial de Turquía de 2010, con las ausencias de Ginóbili y Nocioni, muchos quisieron ver el final de este grupo, que ya sobrepasaba la treintena. Sin embargo, en Londres han vuelto todos juntos de nuevo (salvo Oberto, debido a sus problemas cardíacos), han competido con esa mezcla de empuje y talento que los ha caracterizado durante durante una década, y sólo un triple que se negó a entrar los apartó del podio. Como en la última escena de Grupo Salvaje, los viejos amigos se han lanzado a tumba abierta, quizás por última vez, hacia una meta imposible. Pero Ginóbili y compañía se han logrado mantener en pie, trastabillados pero erguidos.

El drama es que los años caen como losas y el relevo no llega. En Londres sólo el joven y menudo Facundo Campazzo (21 años) supuso un soplo de aire fresco. Dentro de dos años se celebrará el Mundial en España. Para entonces, Luis Scola y Andrés Nocioni tendrán 34 años. Ginobili y Prigioni, 37. Cuesta imaginárselos de nuevo defendiendo la albiceleste y compitiendo, una vez más, al más alto nivel, pero quién sabe si el viejo grupo salvaje no se volverá reunir para un último proyecto suicida, para bailar un último tango. A ver quién se atreve a apostar un euro en contra. A ver quién se atreve a quitarle las interrogaciones al titular de este texto.

Partidos completos en youtube:

Alemania – Argentina / Semifinal Indianápolis 2002
Yugoslavia – Argentina / Final Indianápolis 2002
Argentina – Estados Unidos / Semifinal Atenas 2004 parte 1 parte 2 parte 3 parte 4 parte 5 parte 6
Argentina – Italia / Final Atenas 2004
Argentina – España / Semifinal Japón 2006

Javi Martín | 15 de agosto de 2012

Comentarios

  1. gamboi
    2012-08-15 16:41

    Buen texto que hace justicia a un buen equipo. Da gusto haberlos visto pelear cada jodida bola. Son buenos jugadores y encima le echan cojones a cada instante. Lo de Indianápolis no fueron decisiones arbitrales dudosas, para mí fue un robo descarado. Una pena que no pudiesen enganchar el combo mundial-juegos.

    Por otra parte, algo que me acojona es que cuando veo a los argentinos, veo a la España de dentro de dos años, momento en el que esta generación que estamos disfrutando seguramente acabará.

    No tenemos malos relevos, pero desde luego vamos a echar muchísimo de menos a gente como Gasol, Navarro, Calderón o el ya supuestamente retirado de la selección Reyes.

    Un saludo.

  2. Javi Martín
    2012-08-16 13:09

    España pasará unos años duros tras esta generación, pero no creo que sea comparable a lo de Argentina. Uno mira el banquillo de España y ve a Llull, Sergio, Ibaka. Está la opción Mirotic, Ricky, por supuesto (crucemos los dedos para que no sea un nuevo caso Raül López). Sin embargo, en el banquillo de Argentina están Juampi Gutiérrez, Pancho Jasén o Federico Kamerichs. Sólo Campazzo, repito, insufla algo de ilusión.

    Yo veo a España desapareciendo de lo más alto, pero luchando por el podio. Llegando a semis, cayendo en cuartos alguna vez, quizás llegando a alguna final de un Europeo. Pero a Argentina la veo desapareciendo del mapa baloncestístico mundial, a no ser que haya una cantera oculta que desconocemos.

    Gracias por tu comentario, gamboi.


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