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El último partido de George Best por Javi Martín

Genial con el balón en los pies, ocurrente ante los micrófonos, seductor dentro y fuera del campo, George Best sigue jugando cada mes su último partido en Libro de Notas. Javi Martín, autor de esta columna, solía fantasear con emular las andanzas del genio de Belfast. Enfrentado con la cruda realidad, ahora se conforma con escribir apasionadas historias sobre el mundo del deporte. Su hígado lo agradece.

Cuando el Dépor era súper

La escena la hemos visto repetida mil veces. Miroslav Djukic coloca cuidadosamente el balón en el punto de penalti y se aleja dando pasitos hacia atrás, sin dejar de mirar la portería. Se detiene a la altura de línea frontal del área. Ahora se toca la nariz, después coloca los brazos en jarra, luego se lleva la mano nerviosamente a la boca. Respira hondo, como queriendo capturar en sus pulmones todo el aire de A Coruña. En su rostro se adivina la tensión, el miedo a fallar, el peso de la responsabilidad. Bajo palos, González, el guardameta valencianista. Djukic comienza la carrera. Uno, dos, tres, cuatro, cinco pasos y el pie derecho golpeando el balón demasiado flojo, demasiado centrado, demasiado inocente, demasiado mal. La siguiente imagen es la de González, sujetada la pelota con su brazo izquierdo y puño derecho al aire. Es el final de un sueño.

Esta historia, este sueño, que culmina con el yerro de Djukic, arranca el 9 de junio de 1991. Aquel día el Deportivo de La Coruña se jugaba en Riazor el ascenso a la Primera División contra el Real Murcia. 18 años penando en categorías inferiores empezaban a ser excesivos para un equipo histórico, fundado en 1906. Era la última jornada de la temporada en la Segunda División y Deportivo y Murcia se jugaban en enfrentamiento directo una plaza de ascenso. Al Murcia le bastaba salir de Riazor con un empate, mientras que los gallegos necesitaban la victoria. Dos goles de Zoran Stodajinovic mandaron al Deportivo a la máxima categoría. En el equipo que formó aquella tarde ya estaban jugadores importantes en los siguientes años, como Albístegui y los hermanos Fran y José Ramón. También un joven central yugoslavo, sobrio, elegante y talentoso, que había llegado al equipo a mitad de temporada. Su nombre, claro, Miroslav Djukic.

En el banquillo de aquel equipo se sentaba el gallego Arsenio Iglesias, un veterano entrenador curtido en mil batallas que ya había entrenado al Deportivo en otras etapas (había sido el responsable del anterior ascenso a Primera del equipo, en 1970). Una vez alcanzado el objetivo del ascenso, Arsenio decidió buscar sosiego apartándose de los banquillos, pasando a ocupar un cargo de asesor del presidente, Augusto César Lendoiro. Su puesto fue ocupado por Marco Antonio Boronat.

Para afrontar el reto de la Primera División Lendoiro refuerza el equipo con jugadores como el delantero Claudio Barragán, procedente del Mallorca; el lateral López Rekarte, que apenas contaba para Cruyff en el Barça; el guardameta Paco Liaño, tras una formidable temporada en Segunda con el Sestao; el central Ribera, que había destacado en el Burgos; y los bulgaros Kiriakov y Kikov. Se pretendía alcanzar un equilibrio entre jóvenes talentosos y veteranos con experiencia en Primera, con el objetivo de intentar salvar los típicos apuros de cualquier equipo recién ascendido.

No pudo evitar el Dépor, sin embargo, andar toda la temporada coqueteando con la parte baja de la tabla. A mediados de abril, tras una derrota contra el Albacete de Benito Floro, Boronat fue cesado, con el equipo en puestos de promoción. La directiva, buscando un revulsivo, decidió recurrir de nuevo a Arsenio como solución emergencia. El equipo finalmente terminó la campaña en el puesto 17º, obligado a jugar una promoción a doble vuelta contra el Betis para mantener la categoría. Un 2-1 en la ida en Riazor y un empate sin goles en el Benito Villamarín certificaban el objetivo. El Deportivo continuaría una temporada más en Primera.

El verano de 1992 es crucial para el futbol coruñés. Lendoiro, decidido a cumplir la advertencia enunciada en forma de cántico ante miles de seguidores recién logrado el ascenso (“¡Barça, Madrid, ya estamos aquí!”), realizaba dos fichajes que habrían de cambiar el signo del equipo y, por ende, del fútbol español de la época: los brasileños Mauro Silva y Bebeto. Junto a ellos también llegaron Aldana, buscando las oportunidades que escaseaban en el Real Madrid, y el valencianista Nando. En el banquillo continuaría Arsenio.

Superdepor

Un gran comienzo de temporada colocó al Dépor líder en la segunda jornada tras derrotar al Sevilla en el Sánchez Pizjuán. En la quinta jornada los deportivistas recibían como líderes al Real Madrid, entrenado entonces por Benito Floro. Dos goles de Hierro y Zamorano dejaban encauzado el partido para los blancos en el minuto 25. Sin embargo, el Deportivo no se rindió y Bebeto, por dos veces, perforó la portería de Jaro. A falta de ocho minutos para el final, y con el empate como un mal menor para ambos, un balón colgado al área madridista encontró un cabezazo inapelable de Ricardo Rocha, ante el que nada pudo hacer el meta blanco.

El autogol de Rocha supuso el principio del fin como madridista del central brasileño, poco apreciado en la grada del Bernabéu, y un espaldarazo importante para el Deportivo, que empezaba a creerse que podía competir con los grandes. Acababa de nacer el Súper Dépor.

El equipo gallego aguantó el pulso a los dos colosos, Madrid y Barcelona, hasta las últimas jornadas, en las que se desinfló. La Liga la acabaría ganando el Barça tras la segunda debacle consecutiva del Madrid en Tenerife y el Deportivo terminaría en el tercer puesto, con Bebeto como máximo goleador del campeonato.

En su segunda temporada en la Primera División, el Deportivo había conseguido no sólo asentarse en la categoría sin pasar apuros, sino situarse en la élite, codeándose con Madrid y Barça. Un éxito rotundo, pero había que intentar subir un peldaño más. Para ello se fichó a Voro, Paco, Donato, Alfredo, Manjarín y Pedro Riesco, buscando dotar a la plantilla de la profundidad necesaria para afrontar Liga, Copa y Copa de la UEFA.

Durante la temporada 1993/94 los aficionados deportivistas vivieron en una nube. El equipo fue líder durante gran parte de la campaña y llegó a la última jornada con un punto de ventaja sobre el Barcelona. Una victoria en Riazor frente al Valencia daría la victoria a los gallegos, mientras que el Barça sólo podía ganar al Sevilla en el Camp Nou y esperar el pinchazo del Deportivo.

Pese a que el Sevilla se llegó a adelantar por dos veces en el marcador, los de Cruyff hicieron los deberes y terminaron ganando por 5-2. Mientras, en Riazor, el Deportivo se mostraba impotente y los minutos iban avanzando sin que el marcador se moviera. Cuando el árbitro señaló el final del encuentro en Barcelona todas las miradas se dirigieron a Riazor, con el balón aún en juego.

Es entonces cuando este relato alcanza su cénit. Bebeto controla el balón dentro del área, de espaldas a portería, y se lo cede a Nando, que viene de cara. El rubio lateral se adentra en el área y tropieza con el pie del valencianista Serer. Penalti claro, que el colegiado no duda en señalar. Todo parece encajar como un cuento de hadas. En el último minuto la Cenicienta tiene en sus manos convertir el sueño en realidad. En Barcelona se comen las uñas, expectantes e impotentes, pendientes de la radio. Donato, el encargado habitual de lanzar los penaltis, había sido sustituido pocos minutos antes. Los ojos se posan entonces en Bebeto, la estrella del equipo, pero éste, huidizo, rehuye todas las miradas. En su cabeza pesan algunos penaltis fallados en jornadas recientes. Es Djukic entonces quien da el paso al frente. El resto es historia: desolación en Riazor y estallido de júbilo en el Camp Nou.

El triste final de temporada no pesó en el ánimo deportivista la siguiente temporada. El equipo continuó en la misma línea, discutiéndole la Liga hasta el final a aquel Real Madrid de Valdano que ilusionó efímeramente a la afición blanca. Además, los de Arsenio fueron superando rondas en la Copa del Rey, plantándose en la final contra el Valencia. Aquel partido, disputado en el Santiago Bernabéu, tuvo que ser suspendido en el minuto 79 con empate a uno debido a una impresionante tromba de agua. Tres días después se jugaron los 11 minutos que restaban. Apenas se habían disputado un par de minutos de la reanudación del encuentro cuando un centro de Manjarín fue controlado con el pecho por Alfredo dentro del área, batiendo de cabeza a Zubizarreta. El Deportivo conseguía así el primer título de su historia y se desquitaba de la Liga perdida la temporada anterior. En 12 meses la tristeza se había tornado en felicidad. La Copa era el premio al esfuerzo de un club pequeño que se había atrevido a mirar de tú a tú a los grandes del fútbol español durante los últimos tres años.

Tras la victoria en la Copa, Arsenio abandonó la dirección del equipo, siendo el galés John Benjamin Toschak su sustituto. En las siguientes temporadas el Deportivo se consolidó como uno de los equipo potentes de la Primera División, alternando buenas temporadas con otras en las que se mantenía en la zona media de la tabla, a pesar de que Lendoiro seguía invirtiendo grandes cantidades en estrellas mundiales. Cada vez parecía más lejana la posibilidad de volver a rozar el título de Liga, hasta que en la temporada 1999/2000, seis años después del aciago penalti de Djukic, se consiguió. En el banquillo estaba Jabo Irureta y en el campo jugadores como Valerón, Djalminha y Makaay. También Fran, Mauro Silva y Donato, tres supervivientes de aquel Súper Dépor. Dos años después, en la campaña 2001/02, se repetía título de Copa, ganando en el Bernabéu al Real Madrid en el célebre centenariazo.

Después de 20 años en la élite del fútbol español, el pasado mes de mayo el Deportivo, inmerso en problemas económicos, descendía a Segunda División. Quizás, como apuntaba Lotina, fuera ese el precio por aquellos felices días de vino y rosas, viviendo acaso por encima de sus posibilidades. Mientras tanto, seguro que en A Coruña los aficionados sueñan con otro ascenso, con otro penalti que decida la Liga en el último minuto, con otra Copa jugada bajo un diluvio con final feliz. En definitiva, con un nuevo Súper Dépor.

Javi Martín | 15 de enero de 2012

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