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Cuadernos de Ciencia Ficción por Alfonso Merelo

Los días 3 de cada mes repasaremos lo que ha sido y es la ciencia ficción en España y española: los autores, las mejores novelas y los hechos significativos de la literatura de ciencia ficción patria. Alfonso Merelo Solá es ensayista y conferenciante, ha publicado dos libros en colaboración (La ciencia Ficción Española y Franco: una historia alternativa) y uno en solitario (Fantástica Televisión en 2007). Mantiene dos bitácoras: memorando y Desde Tartessos.

Literatura de bolsillo en la ciencia ficción española

Es curioso constatar como la literatura popular de ciencia ficción ha sido mucho mas estudiada por los ensayistas y críticos que otras muestras de ella. ¿Por qué se produce este fenómeno singular? Sin lugar a dudas porque es mas fácil y accesible estudiar un fenómeno que se condensa en una docena de colecciones, extensísimas eso sí.

La literatura popular fue una magnífica fuente de distracción de las generaciones desde los años 50 hasta mediados los 70. Las colecciones se etiquetaban fácilmente y, en una misma editorial, convivían novelettes [1] de tema bélico, rosa, de crímenes, del oeste o de ciencia ficción, en la época en la que ciencia ficción no era un término que había que ocultar. Estas colecciones gozaban de una cualidad única e intransferible a cualquier lugar del mundo: todas las novelas, o casi todas, estaban escritas por pseudo-anglosajones. El complejo de inferioridad que caracteriza al español –todo lo foráneo es excelente y lo nuestro no vale nada– se exacerbaba en estas publicaciones con la imposición de las editoriales de que todas ellas estuvieran firmadas con un pseudónimo que indujera al lector a pensar que estaban escritas por anglosajones. Se pensaba que las letras españolas eran una basura y por tanto se ocultaba su procedencia para que las ventas fueran aceptables. Nunca lo entendí, y nunca entenderé el que denigremos lo que hacemos, favoreciendo cualquier patochada simplemente porque nos es impuesta desde el exterior.

Naturalmente que el noventa por ciento de estas producciones no tenían la menor calidad, ni literaria ni tan siquiera de ideas. Además, resulta claro que la mayoría de estas historias podían trascurrir en el espacio profundo, en la ciudad de Laramie o en el desembarco de Normandía sin que se apreciara la diferencia. Los personajes, las situaciones y los hechos eran transportables de unos escenarios a otros sin merma ni cambio en su coherencia. Eran novelas de usar y tirar, literatura instantánea que no pretendía más que evadir a los lectores de un mundo gris y ominoso –exactamente la misma función del balompié, o la televisión, actualmente–. Era literatura de masas y de obreros de las letras. Los autores eran profesionales de la escritura, capaces de crear cuatro, cinco, o seis novelas al mes, o lo que es igual 500 o 600 páginas mecanografiadas en máquinas de escribir analógicas, con sus copias a carbón y todo. ¿Cómo se podía escribir así, de manera tan intensa y rápida? Sencillamente por necesidad y por habilidad y genio también. Por muy malos que fueran, y no lo eran en todos los casos, su habilidad está más que probada. No eran novelas con una gran profundidad literaria, pero no estaban demasiado mal escritas, tenían argumentos razonables y, fundamentalmente, eran fáciles de leer por toda clase de público, generalmente de estratos populares (que eran el 90% de la sociedad del país –como ahora más o menos, no vayan a creer).

Las novelas de duro, aunque costaran más dinero, tuvieron una difusión enorme. Sus tiradas llegaron a contarse por decenas de miles de ejemplares en algunos autores y títulos. Era literatura masiva y barata, asequible a todos los bolsillos, sobre todo cuando se utilizaba el método del intercambio en los quioscos. Éste consistía en llevar una novela ya leída y retirar otra a cambio de un módico precio, una peseta en los 50 que se incrementaría hasta las cinco pesetas más adelante. Esta literatura de baratillo se impuso en el mercado y desde los trabajadores de astilleros hasta los cobradores de autobús, que los había y eran diferentes a los conductores, podían llevar en sus bolsillos alguna de estas novelitas que eran fáciles de trasportar, de leer y de olvidar.

Pero en esta columna estamos interesados en la ciencia ficción española y ésta estuvo muy presente en diferentes colecciones de bolsilibros. Como ya decía, muchos estudiosos se han ocupado en profundidad de estudiar algunas de estas colecciones siempre desde el punto de vista histórico. El análisis literario de las mismas está aún por hacer, y supongo que no se hará nunca.

No es mi propósito hacer una recopilación exhaustiva de todos los títulos, colecciones y autores de estas novelas, pero, a modo de muestrario expondré algunos de los títulos de las colecciones de ciencia ficción que considero más importantes e interesantes.

Colecciones de bolsillo de ciencia ficción:

Luchadores del Espacio (1ª ed.). Valenciana. 1953-1963
Espacio. Toray. 1954-1972
S.I.P. (Spatial International Police). Toray. 1960-1962
Ciencia Ficción (1ª ed.). Toray. 1966-1967
Ciencia Ficción (2ª ed.). Toray. 1967-1972
La Conquista del Espacio. Bruguer.a 1970- 1985
Luchadores del Espacio (2ª ed. – La saga de los Aznar). Valenciana.1974- 1978
La Conquista del Espacio Extra. Bruguera. 1982-1983
Galaxia 2000. Delta. 1984-1985
La Conquista del Espacio. Bruguera 1990-1995

Seudónimos de autores destacados en la colecciones de bolsillo:

A.Thorkent
Alan Comet
Alf. Regaldie
Clark Carrados
Curtis Garland
George H.White
Glenn Parrish
J. Negri O’Hara
Joe Bennett
Joseph Berna
Keith Luger
Kelltom McIntire
Larry Winters
Law Space
Lou Carrigan
Louis G. Milk
Marcus Sidéreo
Peter Debry
Peter Kapra
Profesor Hasley
Ralph Barby
Red Arthur
Silver Kane
Vic Adams
Walter Carrigan

Más información en los siguientes sitios web:

http://dreamers.com/igor/listados (Completos listados obra de Igor Cantero)
http://www.ciencia-ficcion.com/opinion/op00308.htm (Historia de las novelas de duro por José Carlos Canalda)

___________________
[1] La novelette es simplemente una novela que supera al cuento en número de palabras pero que es menor que una convencional. Se etiqueta su adscripción sencillamente por su extensión, que no por su contendido.

Alfonso Merelo Solá | 03 de junio de 2012

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