Puede causar sorpresa a los lectores de esta columna que se incluya en la misma a José Carlos Somoza, un autor “famoso” de “reconocido prestigio” y de ventas más que interesantes. Es un autor que vive de lo que escribe, cosa que muy pocos autores que se dedican al género de la ciencia ficción pueden decir. Y, probablemente, también causaría sorpresa al autor el ser etiquetado como autor de ciencia ficción (aunque evidentemente toca otros géneros) pues él no quiere saber nada de etiquetas y menos de esta que tantos estigmas produce. Pero, si de una producción de  14 novelas 4 de ellas pertenecen al género (más una quinta perteneciente claramente al terror) podemos afirmar que el autor debe constar en esta columna.

Sobre su biografía, poco que añadir a lo que ya circula en la red y que pueden leer en su propia web personal www.josecarlossomoza.com. Sí habría que destacar que estudió medicina y psiquiatría y que estas habilidades profesionales le han servido, y mucho, para formar los entramados de sus personajes y sus situaciones novelescas.  

Somoza empezó su tarea de escritor publicando Planos que ya contenía elementos “fantásticos”, como son que los personajes conviven “en paisajes y diferentes planos temporales”. Se da a conocer al gran público, o al menos a un público más amplio, al ganar el XVIII premio “La sonrisa vertical” –tristemente desaparecido— con la novela El silencio de Blanca. Después de eso vendría el éxito de su única obra de teatro Miguel Will (Premio Cervantes de Teatro) y el gran block buster que le catapulta a los números uno en ventas como fue La caverna de las ideas una novela histórico-policíaca, si es que existe tal término.

Veremos ahora su producción referida al género de ciencia ficción, aunque en este caso deberíamos llamarlo prospectivo porque no estamos ante una ciencia ficción de corte clásico, pero desde luego que entra de lleno en algunos de los presupuestos del género.

Clara y la penumbra es una proyección al gran público al hacerse con el premio Fernando Lara de Novela en 2001. Al respecto de la novela, escribí hace ya unos años:

«El arte hiperdramático, base de la trama de la novela, esta basado en la consideración de que las personas durante su trabajo como obras artísticas son meros objetos. Todo se vende y todo, por tanto, se puede comprar. Los lienzos son tratados como objetcs d´arts, pero sólo como eso. Es decir su función y su utilidad es simplemente decorativa y como tales se les conserva y guarda. Su personalidad es anulada en función de un supuesto arte que expone a la persona como un objeto.»

ZIG-ZAG parte de la premisa del terrible efecto producido por un experimento de física cuántica. Todos los que se vieron involucrados en el mismo comienzan a sufrir misteriosas muertes trascurridos diez años del mismo. El problema de los experimentos fallidos, el miedo a la experimentación científica y sus consecuencias, es una constante en el género. Somoza usa como punto de partida este experimento para implicar en un trama semi-policíaca a esos físicos experimentales que han destapado la caja de pandora. Otra vez tenemos a una mujer como protagonista principal, en un rol muy destacable; queda, una vez más, patente lo poderoso de los personajes femeninos en este autor.

La llave del abismo gana el premio ciudad de Torrevieja en 2007 (otro premio “generalista” que consigue una novela de ciencia ficción). En esta novela nos situamos en un futuro extraño, en un mundo casi irreconocible, en el que el personaje central, Daniel Kean, tendrá que realizar una peligrosa tarea para descubrir qué se oculta detrás de un supuesto atentado contra un tren. La novela es un homenaje clarísimo, como su autor bien nos lo expresa en el epílogo, a los mitos de Chtullu y toda su parafernalia. Con todos sus aciertos, y su clara explicación final, es casi un libro para iniciados y conocedores del universo de Lovecraft.

Por último, la reciente El cebo nos traslada a unos años en el futuro, después del atentado terrorista con una bomba atómica en Madrid (aquí hay una subtrama que no se desarrolla pero que podría ser más que interesante).

La policía ha desarrollado una técnica psicológica que desarrolla en los demás unas “filias” imposibles de soslayar. Algunos policías son usados como cebos para atrapar a los delincuentes. Dice Somoza de esta “técnica”

«En “El cebo” se sostiene que lo que yace en el fondo de cada uno de nosotros, de nuestra felicidad y nuestra desgracia, nuestros objetivos y nuestros temores, es el deseo, y se especula con la posibilidad de que este deseo sea cuantificable, observable y verificable mediante ciertas técnicas, hasta llegar a componer casi una especie de código matemático tan inflexible como nuestro genoma, de ahí el nombre de “psinoma”.»

En El cebo, Somoza ha vuelto a inventar una nueva “tecnología” como ya lo hiciera en Clara y la penumbra. En este caso el control del “psinoma” tiene también mucho de teatral y de hecho sus definciones de tipos de filias derivan directamente de las obras de Shakespeare y de sus “iconos”.

De momento, ésta es la producción que nos ofrece José Carlos Somoza referida al género objeto de esta columna. Seguiremos atentamente toda su producción independientemente del género al que se adscriba. El lector, y evidentemente el aficionado, no puede dejar de leer estas obras que ofrecen uno de los puntos de vista más novedoso y dinámico del género actualmente.