Cartas desde… es un intento por recuperar el espíritu de las corresponsalías epistolares de la prensa decimonónica, más subjetiva, más literaria, y que muestre una visión distinta y alternativa a la oficial de Agencias.
Peré Juliá
editor de Crónicas Otomanas
Turquía…puente entre continentes…cuna de civilizaciones e imperios gloriosos…este país en el que me hallo, por su encrucijada geográfica, su cultura y su folclore sinceramente me fascina…observar los rostros de la gente cuando cruzas el Bósforo viajando en barco camino del lado europeo de la ciudad es una de mis pasiones secretas… intentar adivinar a qué se dedican, adónde van, de dónde son originarios…y esta última es la pregunta que más me atrae…ya que Turquía es un país heterogéneo desde el punto de vista étnico, en la que cohabitan diversas comunidades de culturas y lenguas diferentes.
En la Tracia turca europea y en la ciudad de Estambul, por ejemplo, habitan pueblos como los albaneses, armenios, bosnios, búlgaros, gitanos, griegos y sefardíes, judíos de origen español expulsados por los Reyes Católicos en 1492 y acogidos por el Sultán Beyazit II y que todavía hoy en día siguen empleando el castellano, evolucionado del castellano del S. XV en lo que se conoce hoy en día como judeoespañol o ladino —y con quienes, en ocasiones, tengo agradables conversaciones en la zona de Galata—. En la Turquía asiática, la vasta península de Anatolia, es aún más amplia la diversidad de pueblos y culturas, representación de abjasos, chechenos, circasianos, azeríes, armenios, georgianos, kabardianos, kazajos, kirguizos, kurdos (la etnia más amplia), lazes, osetianos, shikakos, tártaros crimeanos, siríacos, iraquíes, turcomanos, uygur, uzbecos y zazas. Y si nos centramos en el aspecto religioso la mayoría de la población turca es musulmana sunní (80%), los alevíes (una de las ramas del Islam) (kurdos y zazas en su mayor parte) representan el 20%. El resto, (2%) son cristianos, judíos, y demás confesiones. Los ateos o agnósticos no aparecen en las estadísticas y por eso se cuentan dentro de la población musulmana. Todos con pasaporte turco, en su inmensa mayoría orgullosos de ser turcos, pero que a su vez no olvidan sus orígenes.
Materia ardua o empresa imposible reconocer todas estas etnias en los rostros de los habitantes de esta gran megalópolis de 12 millones de habitantes que es Estambul cuando se viaja por ella pero que con el tiempo puede servir para pasar las aburridas horas de denso trafico en la ciudad…A colación del complejo sistema multiétnico de Turquía, lo que, sin duda alguna, deberíamos realizar es alabar la política de los millet (nación), llevada a cabo por los sultanes y sus paşa o visires, estadistas al servicio de la Sublime Puerta, una política de la tolerancia por antonomasia y que durante siglos ha permitido que convivieran en paz y fraternidad a todo este numerosa grupo de pueblos, culturas y etnias anteriormente citados, en un extenso territorio y con un denominador común: la lengua turca y la ciudadanía otomana.
La aparición de los nacionalismos y los intereses colonialistas de las potencias europeas quebraron este frágil equilibrio y problemas como el conflicto de Oriente Medio o la trágica suerte del pueblo kurdo tiene su base en la destrucción de dicho equilibrio dentro del Imperio Otomano, que en aquella época regía sobre dichos puntos calientes del planeta en estos días que corren.
Quizás con un ejemplo personal se puede llegar a entender el asunto que pretendo explicar hoy aquí. A mi llegada a Turquía tuve la inmensa suerte de conocer a tres personas que han influido enormemente en mi vida, tres amigos que siempre consideraré mis abiler (plural de abi —apócope de Ağabey—, que significa hermano mayor, un termino que es empleado profusamente en la lengua turca tanto para referirse al hermano mayor como a un amigo intimo de toda la vida o por el contrario cualquier persona desconocida de sexo masculino con la que entablemos conversación en la calle y nos queremos referir a ella).
Tres amigos que en el considerable tiempo que llevo viviendo en la ciudad de Estambul apenas han coincidido entre si y no porque las ocasiones hubiesen sido escasas. Simplemente no se pueden ver entre si, y no es que se odien pero se podría decir que si permanecen juntos el ambiente se enrarece considerablemente. Nuestras respectivas esposas o parejas (amigas intimas desde los tiempos de la facultad) son el nexo de unión de las pocas veces que nos hemos reunido los cuatro, la firme razón de permanecer apenas cinco minutos mirándose entre si, Özgür mirando a Çetin, Çetin mirando a Zeki y este mirando a Özgür hasta que uno de ellos se levanta y se encamina hacia la puerta de la casa para marcharse. Muchos os preguntareis que recónditos motivos mueven a estas tres personas a actuar de dicha manera, algo arduo que intentó narrar en esta epístola con la que pretende mostrar la identidad étnica y social del pueblo turco y que tiene su raíz en el carácter, la personalidad y en el origen familiar de cada uno de ellos.
Çetin, mi estimado abi, trabaja en el Gran Bazar como joyero. Su familia procede de Adapazarı y a su vez son originarios de Abjasia, en el Caucaso (de donde sus antepasados llegaron siglos atrás). Su tez blanca, ojos azules y pelo azabache así como su mirada penetrante y esa manifiesta seguridad en si mismo denotan en él sus orígenes, un pueblo el abjazo que fue cuna de excelentes soldados para las tropas otomanas. Y es un musulmán practicante, devoto de sus tradiciones que siempre está dispuesto a explicarte las características de la religión islámica sin molestarse en absoluto.
Özgür, mi añorado camarada, es un joven pintor que en estos momentos se halla en Madrid tras haber terminando su master en Bellas Artes por la Universidad Complutense. Cuando se hallaba en Estambul tenía su propio taller y daba clases de dibujo. Su familia procede de Kars, su padre es un maestro jubilado apasionado de la fotografía y su madre un ama de casa de origen kurdo que emigraron a Estambul en la masiva migración que se viene dando desde la década de los cincuenta desde la Anatolia a las ciudades principales del país. Su larga melena y su aspecto bohemio reflejan la carrera que ha escogido, sin ser, todo hay que decirlo, un pintor bohemio pero si un pintor comprometido con los más desfavorecidos, pues no en vano es un comunista de pro, un agnóstico como miles de jóvenes que bien podrían pasar por cierto sector de nuestra juventud en España.
Zeki, mi querido compañero, es una de esas personas con las que uno puede hablar sin tapujos de cualquier asunto, alguien que (como Özgür) es un hombre de mundo habiendo viajado a Australia. Republicano de pro y orgulloso del progreso que Turquía está llevando a cabo desde la proclamación de la república gracias a la siempre presente figura de Mustafa Kemal Atatürk y al kemalismo, considera que el laicismo, la separación del estado y la religión ha permitido a Turquía empezar a alcanzar posiciones. Él, tal y como Çetin, es originario del Caucaso —siglos atrás durante el Imperio Otomano su familia emigró desde allí —, concretamente de Georgia, si de Georgia…la antigua República Socialista Soviética que en 1991 se independizó e integró en su territorio la república independiente de Abjasia. La misma zona geográfica en la que choques étnicos entre georgianos y abjasos desembocaron en una guerra «olvidada» que se desarrolló entre 1992 y 1994, fecha desde la cual Abjasia ha permanecido de facto como un estado independiente sin reconocimiento…
Así pues, mis estimados lectores, tienen aquí la solución al entuerto—la desconocida razón del recelo entre mis tres amigos. Zeki —originario de Georgia, agnóstico y republicano—, y Çetin —raíces abjasas y persona creyente de tendencia política islámica conservadora (a la usanza de los democristianos europeos)— no son más que la viva imagen de la dualidad religión-laicismo presente en la población turca así como la gran diversidad de etnias y pueblos que viven en el estado turco—que en ocasiones puede propiciar un nacionalismo exacerbado—, remanente de lo que fueron en el pasado los territorios pertenecientes al Imperio Otomano —o prefieren definir los historiadores turcos, por la connotación de la palabra imperio, Estado Otomano (_Osmanlı Devleti_)—. Özgür, mi tercer amigo, originario de Kars y de madre kurda se podría encuadrar entre la dualidad religiosa-laica de Çetin y Zeki, puesto que siendo un agnóstico y una persona nada conservadora asimismo tampoco comulga con los principios kemalistas establecidos por el fundador de la moderna República de Turquía, Atatürk, no es un «antisistema» en el sentido estricto de la palabra aunque se muestra disconforme con la política actual turca…La desconfianza entre los tres, la cual me entristece, no es sino el vivo reflejo de los nacionalismos exacerbados y los enfrentamientos políticos de épocas recientes, que en los tiempos que corren no son nada aconsejables, bien lo sabemos en España…y menos aún en Turquía. Quizás el ejemplo histórico y la experiencia de los Millet, la política tolerante otomana ante cualquier tipo de etnia, pueblo o religión, sea de provecho en un futuro dado…