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Cartas desde Turquía por V.V.A.A.

Cartas desde… es un intento por recuperar el espíritu de las corresponsalías epistolares de la prensa decimonónica, más subjetiva, más literaria, y que muestre una visión distinta y alternativa a la oficial de Agencias.

Este-Oeste: o el problema centro-periferia de Turquía

Andrés Mourenza
Editor de Noticias desde Turquía

Vivo en la Calle de las Fresas de Árbol (_Agaç Çillegi Sokak_) que, como todas las calles, los nombres y los apellidos turcos, tienen siempre un claro significado. Una vez me quedé con un extravagante nombre: La Calle Sin Salida del Hijo del Yogurtero Mayor (Basyogurtçuoglu Çikmaz Sokagi).

A pesar de su florido nombre, la Calle de las Fresas de Árbol se encuentra en el barrio de Tepebasi. Uno de esos lugares, según la descripción de Orhan Pamuk en su libro Estambul, “por los que todavía vaga ese espíritu de blanco y negro (…). Las mañanas brumosas y cubiertas de humo, las noches de lluvia y viento, las bandadas de gaviotas instaladas en las cúpulas de las mezquitas, la contaminación del aire, las chimeneas de las estufas, que se alargan desde las casas a las calles como si fueran cañones de artillería que despiden un humo sucio, los contendores de basura oxidados, los descuidados parques, que en los días de invierno se quedan vacíos, y la prisa de la gente que regresa a sus casas las noches invernales entre el barro y la nieve”.

La Calle de las Fresas de Árbol hace las veces de frontera. De una de esas fronteras borrosas tan típicas de Estambul y de Turquía en general, entre la pobreza extrema y la riqueza, entre la modernidad y la tradición. Colina arriba se halla la zona conocida como Taksim, cuya arteria principal —la avenida Istiklal— sembrada de tiendas de música, bares, salas de conciertos, galerías de arte, cines y restaurantes, no tiene nada que envidiar a los centros culturales y comerciales de cualquier otra ciudad europea.

Sin embargo, cuando se desciende la colina, en dirección al barrio de Kasimpasa, uno se encuentra esa sensación de “blanco y negro” que describe Pamuk. La gente vive en antiguas casonas otomanas, ahora destartaladas y en edificios construidos por sus propios inquilinos. Muchos de ellos son emigrantes del interior de Anatolia.

Hay quien dice que Estambul no es Turquía, pero eso no es del todo cierto. En Estambul están presentes todas las Turquías. Esto se debe a la extendida costumbre de los emigrantes rurales de traerse la Anatolia a cuestas. Durante decenios, la pobreza arrojó (y continua arrojando) a miles de turcos del campo a las ciudades, con sus canastos y sus gallos. Una ley tan curiosa como necesaria impidió durante muchos años derribar las casas cuyo tejado hubiese conseguido edificarse en una sola noche: de esta forma nacieron los gecekondu, que literalmente significa “establecido de noche” y que también existían en otros lugares del Mediterráneo, como en el sur de Italia.

Tras colocar el tejado y asegurarse así su existencia legal, los habitantes iban remodelando su casa hasta convertirlas en pequeños edificios para toda la familia. Era la única forma que tenían los emigrantes pobres de conseguir una vivienda —a cuya construcción muchas veces ayudaban los vecinos— y no caer en la más absoluta miseria.

Estos nuevos barrios, como los pueblos de origen de sus habitantes, se organizan en torno a una fuente o al colmado principal, donde los vecinos, en alpargatas y con sus trajes tradicionales de cada región, ventilan los rumores y escenifican todo el teatro de la vida social.

De esta forma se reprodujeron en la ciudad los mismos esquemas de vida, las mismas relaciones sociales que en el campo. Lo cual es una forma bastante humana de sobrevivir a la modernidad y al choque cultural entre lo urbano y lo rural.

El año pasado, cuando la plaga de la gripe aviar comenzó a extenderse por ciudades como Ankara y Estambul, y no sólo en las zonas rurales, los emigrantes anatolios se empeñaban en ocultar a las autoridades las aves de corral con las que conviven en sus casas. Uno de ellos decía en un diario turco que era como si le intentasen matar a su mascota, tan encariñado estaba con sus gallinas, cuyos huevos eran además una de las fuentes de supervivencia económica de la familia.

En una conversación con dos arquitectos, surgió una interesante reflexión acerca de la naturaleza de Estambul: “Estambul no es un ciudad como tal, es algo así como una confederación de barrios”. Debido a las condiciones de vida de muchos turcos (largas jornadas de trabajo y sueldos miserables), la vida se reduce a la casa y el trabajo (formal e informal). Lo cual provoca que muchos ciudadanos hagan exclusivamente su vida en el barrio. Los días de fiesta nacional, cuando el transporte urbano es gratuito, los autobuses circulan repletos de estambulitas que visitan a sus familiares de otros barrios.

Con la célebre frase de Bill Clinton se puede concluir que no existe un problema cultural entre Turquía y otros países europeos. “Es la economía, estúpido”. Como siempre, esta es la madre de todos los desastres: las diferencias económicas.

Y esto nos lleva a un problema relacionado con la economía: las diferencias entre los diversos centros (económicos, culturales y de decisión) y las diferentes periferias. En el centro, compuesto por las grandes ciudades del oeste de Turquía, la elite estatal y burocrática, los grandes poderes económicos, fueron quienes tomaron durante muchos años las decisiones que afectaban a todo el país. También a aquellos campesinos, cada vez más empobrecidos (sobre todo en el este de Anatolia), que mantenían sus modos de vida tradicional en las zonas rurales y que luego, forzados a emigrar a las ciudades, se llevaron con ellos.

El profesor Ahmet Davutoglu es el ideólogo del actual partido gobernante de la Justicia y el Desarrollo (AKP, en sus siglas en turco). Según Davutoglu “la principal tensión y la dialéctica de la política turca estaba entre el centro, representado por una elite burocrática que intentaba modernizar la sociedad, y la periferia, caracterizada por las zonas rurales compuestas de grupos más conservadores y tradicionales. El dilema entre el centro y la periferia continuó durante la mayor parte de la historia política turca. En el centro la burocracia intentaba transformar la sociedad y en la periferia una sociedad con valores más tradicionales e islámicos intentaba penetrar en el sistema político”.

La esencia del AKP, que en sus casi seis años de existencia ha conseguido llegar al gobierno, sigue siendo un misterio insondable para la mayor parte de la prensa europea. Calificado habitualmente de islamista, por sus raíces en un partido que sí lo era (el Refah de Necmettin Erbakan), los periodistas se olvidan muchas veces de que la realidad turca es mucho más complicada. Este partido, que en realidad se asemeja a los partidos democristianos, es quien ha intentado combinar ese centro modernizado de Turquía y la periferia tradicionalista.

Sin ir más lejos, su actual líder y primer ministro, Recep Tayyip Erdogan es originario de uno de esos gecekondus: concretamente el de Kasimpasa, donde nació en 1954 y en cuyos campos municipales comenzó a jugar al fútbol. Sus adversarios electorales, con mala leche y un cierto punto de racismo, se encargan de recordárselo cada vez que se le escapa una expresión del tipo “Naber lan?” (¿Qué coño pasa contigo?). “No olvide que ahora es primer ministro y no un chico de barrio”, le espetó un político de la oposición el año pasado.

Pero como sucede siempre, una cosa es la intención y otra la realpolitik. Las medidas económicas neoliberales del gobierno, con el apoyo de la Unión Europea, no parece que vayan muy encaminadas a solucionar los agudos problemas sociales de Turquía. Lo único que ha hecho Erdogan por sus antiguos vecinos es la construcción de un espectacular campo de fútbol para el Kasimpasa Spor, que tiene grandes posibilidades de ascender a la primera división de la liga turca. A escasos doscientos metros, los niños de la Calle de las Fresas de Árbol juegan al fútbol entre coches y cascotes.

Andrés Mourenza | 26 de marzo de 2007

Comentarios

  1. Rafaelo Vinceto
    2007-04-28 17:02

    Lo que espera la minoría islamista recientemente instalada en la República Democrática de Turquía,(cuentan sólo con el 15% de los votos del parlamento del total de las elecciones generales) aprovechándose y utilizando la Democracia germinada con tantos sufrimientos y tanta sangre derramada por los turcos verdaderamente democráticos.
    Para los turcos que viven dentro del país, no es ningún secreto el fin que desean alcanzar los islamistas turcos Erdogan, Gül, Erkaban,… y todo el montaje partidista AKP turco –con apoyos de Irán, Siria, EE.UU., Alemania y Francia- llegar al fin tortuoso y ampliamente demostrado por la historia de la humanidad en otros países con realidades democráticas que fuerón manipulados desde el exterior e interior por fuerzas e intereses en contra de los nativos y residentes. Turquía no es un país sin importancia, por ello sufren los turcos desde que entraron en la Anatolia en busca de un mejor futuro para sus hijos, hace ya 4.000 años. Hay un severo riesgo de que Turquía pierda su democracia si los islamistas continuan acaparando más poder en el país. Seguramente a Irán, junto a otros países les interesa que vuelva el Sultanato a Turquía. Y es la cuestión a tratar aquí en este momento tan crucial para los turcos: República Democrática o Islamista (Sultanato).

    IMÁGENES COMO ESTAS NO DESAPARECERAN SI CONTINUAN LOS ISLAMISTAS COMO ERDOGAN, GÜL, … EN TURQUIA:

  2. kAnTu
    2007-09-03 08:22

    bueno solo queria preguntarles una cosita espero que sepan responderme…
    cual es el significado del nombre NEVREZ esta en turco…
    Y realmente pues yo no se nada de ese idioma..


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