Ha habido toda una serie de ‘privilegios’ que se han asociado tradicionalmente a la pertencia a un club o grupo restrigindo de personas, de prestigio y con barra libre en el mundo del poder político y en el de las finanzas. Todo tiene su fecha de caducidad, y la reciente sentencia del caso Madoff (150 años de prisión) envía un mensaje directo a especuladores y trapaceros de ‘altas esferas’. El glamour asignado a la pertenencia a determinados clubs de élite se ha esfumado y junto a él, miles de millones de dólares.

En los tiempos que corren ese tipo de privilegios no tienen cabida. Así lo ha entendido también Obama, al decidir recortar el salario y bonus de los equipos directivos y responsables de los bancos con problemas de liquidez. El argumento resulta de una lógica aplastante: cuando el gobierno inyecta dinero en instituciones financieras se convierte en parte de la ‘patronal’ del banco que recibe los fondos, y por lo tanto tiene mucho que decir sobre las condiciones de trabajo de quienes gestionan y dirigen la institución.

En España no ha calado todavía la lección de ninguna de estas experiencias ; aquí ya se sabe, todo llega un poco más tarde, es como un jet-lag desfasado que no conseguimos superar. Eso, o es que la crisis ha puesto todo del revés: gobiernos liberales que impulsan políticas sociales más características de la socialdemocracia y gobiernos socialistas que asesorados por técnicos neo-liberales confunden la dirección de sus políticas consiguiendo una gestión ineficiente de la crisis económica.

Todo esto es una pequeña muestra de la ‘macho culture’, que si bien es cierto que está tocada, esto no quiere decir que vaya a desaparecer espontáneamente y menos cuando continúa impregnando los planes de rescate y de estímulo económico que los diferentes gobiernos están poniendo en marcha.

Este es precisamente una de las mayores evidencias que han aportado las economistas feministas reunidas el pasado fin de semana en Boston que mostraron un panorama desolador en cuanto al aumento de la precariedad laboral de las mujeres en todos los países allí representados, la proliferación de medidas engañosas para que las mujeres “disfruten” de su maternidad y del cuidado a su entorno familiar, ya sea por la oferta de aumentar la duración del permiso de maternidad o por la promoción del trabajo a tiempo parcial como forma de actividad laboral – involuntaria -; otros de las denuncias ampliamente consensuadas se refiere a la orientación mayoritaria de las políticas de desarrollo basadas en el sistema de concesión de microcréditos a las mujeres, en vez de concederles el derecho de acceso al crédito. Todas estas medidas y muchas otras más entran en los llamados ‘planes de estímulo’, pero lo que estimulan es la vuelta al rol tradicional en un momento en el que hay un exceso de demanda masculina buscando empleo – voluntariamente a tiempo completo, que quede claro –

Para muchas sigue siendo necesario un new deal feminista que reoriente los criterios y políticas hacia otro modelo de sociedad.