El itinerario profesional de Comte-Sponville puede parecer a primera vista el esperado: tras formarse junto a Althusser en la Escuela Normal Superior, impartió filosofía en varios institutos hasta dar el salto a la Sorbona, universidad que terminaría abandonando para entregarse plenamente a sus libros y conferencias, que ha impartido por toda Francia, siendo reclamado incluso por empresas privadas. Una trayectoria demasiado normal para alguien marcado por el suicidio de su madre y la convicción, a los 18 años de que Dios no existe. Ateísmo militante y sin embargo “fiel”, como él mismo ha afirmado alguna vez: el cristianismo que niega ha dejado en él un sello moral, que ha llevado a autores como Onfray a calificarle como un “cristiano ateo”. Los referentes filosóficos de Sponville: Epicuro, Montagine y Spinoza.
Con esta pequeña presentación es más que suficiente para hacernos una idea de por dónde van las propuestas de Sponville, que se pueden resumir en una frase: la sabiduría de la vida. Filosofía para vivir bien, para lograr eso que todo el mundo anhela pero que aún parece escurrírsenos de las manos: la felicidad. Sus libros convierten en cuestión filosófica lo más cotidiano, y nos descubren las conexiones, algunas veces insospechadas, entre esas pequeñas acciones y la realización personal. Tarea, por tanto, de divulgación y de pensar con otros, contigo, conmigo y con el de más allá, que más de una vez ha sido blanco de las iras furibundas de filósofos “profesionales”, por considerar los textos de Sponville faltos del rigor académico que algunos consideran imprescindible para elaborar filosofía.
Las obras de Comte-Sponville son, en cierta manera, una tabla de salvación para naúfragos, una brújula sobre el cómo vivir, accesibles a todos y destinadas precisamente a compartir esa vieja sabiduía de los epicúreos y de Montaigne, de autores que le han precedido en el noble ejercicio de pensar para vivir mejor. Sin evasiones, sin autoengaños, buscando en la vida lo que tiene de valioso y de genuinamente humano, al margen de las necesidades creadas por instancias ajenas. La crítica a la religión es entonces sólo el primer paso para una reconsideración de lo que somos, pensando así sobre realidades tan humanas como el sexto o la muerte. Y esta es precisamente la magia de Sponville: logra enlazar teorías y planteamientos aparentemente opuestos, no de una forma especulativa, sino en reflexiones cercanas, no exentas en ocasiones de referencias a la filosofía oriental o incluso al hinduismo.
Los rasgos señalados hacen de Comte-Sponville una figura más que adecuada para este último texto. Libro de notas se apaga, quizás porque ha sido capaz de comprender que ha llegado el momento de hacerlo. más de diez años en la red siendo un referente incuestionable dentro de la red: en ocasiones por su valor informativo y en otras por haber sido capaz de reunir, mucho tiempo antes de la popularización de los blogs, a autores comprometidos con una idea sencilla: compartir contenidos de calidad con otros usuarios. Encajaría perfectamente con el perfil de Comte-Sponville una filosofía de esto que hacemos hoy. Una filosofía de la despedida, una filosofía del adiós. Una experiencia humana tan universal como intensa, pero que cobra todo su significado cuando el tiempo se ha sabido vivir, cuando se ha puesto en práctica esa sabiduría de la que nos habla Sponville. Y sin duda, este ha sido el caso de Libro de notas. Larga vida al enorme fondo documental que nos deja.
Para saber más
Entrevista a Comte-Sponville, subtitulada:
La obra que lanzó s Sloterdijk a la fama internacional se publicó a principios de los 80: Crítica de la razón cínica. El propio título ya nos pone sobre la pista a todos los que hemos pasado por las clases de Historia de la filosofía del último curso del bachillerato: hay ecos de Ilustración y aquella descomunal Crítica de la razón pura de Kant, pero también algo de ladrido de Diógenes. Un ladrido, eso sí, más formal y académico que el que sale de la boca de Zizek. La razón, viene a decirnos Sloterdijk, ha visto ya cuáles son sus capacidades y sus límites y nos muestra su lado más cínico con actuaciones irracionales. No es de fiar esta compañera de viaje que nos hemos buscado. La crítica de la razón cínica es, en el fondo una crítica de la razón. Sin adjetivos, aditivos, colorantes, ni conservantes. Principalmente porque la razón suele manifestarse como más poderosa de lo que en realidad es, y este es el mayor de sus cinismos.
Con todo, sería un error, tanto con Sloterdijk como cualquier otro, el encerrar todo su pensamiento bajo la etiqueta de “postmoderno” y pasar página, llevados quizás por cierto hastío hacia la crítica a la razón que empieza a propagarse. Y es que Sloterdijk va mucho más allá de una mera destrucción de la razón que comenzó en filosofía hace ya más de cien años. Un mero botón de muestra: su famoso viaje a la India, donde se convirtió en uno más de los seguidores de Osho, el líder-gurú-timador más polémico del siglo XX en el país oriental. No es que el filósofo alemán se “convirtiera” en una fervoroso hindú: pero buena parte de la ironía, de la cosmovisión de la naturaleza y de nuestro lugar en ella estará presente, de una forma más o menos identificable, en toda la obra de Sloterdijk.
Crítico de la razón, influencias orientales… y un firme defensor de la biotecnología como camino de transformación de la humanidad. ¿Evolución intelectual o una pura provocación, una contradicción en el seno de una filosofía que critica la razón? Es difícil dar una respuesta, pero lo cierto es que la discusión Habermas-Sloterdijk fue uno de los fuegos filosóficos que más y mejor prendió en el cambio de siglo. La crítica de Sloterdijk a toda la tradición humanista es devastadora: lo que no han logrado siglos de arte, literatura y filosofía podría alcanzarse gracias a la biotecnología en apenas unas décadas. ¿Confiaremos entonces en la razón tecnológica y científica esperando de ella una redención de la humanidad? ¿Puede esa razón cínica que denuncia Sloterdijk en su obra sobreponerse al cinismo y llevar a la humanidad de formas de vida mejores por medio de la intervención genética? Preguntas abiertas, cuyas respuestas hemos de intuir en la obra de Sloterdijk, aunque algunas de ellas quedan marcadas por Las normas para el parque humano, la obra que desató la polémica con Habermas.
Nos falta aún una idea más para invitar a la lectura del cínico que critica la razón cínica: su labor académica como profesor de estética. Algo que se ha dejado ver más en sus últimas obras. La trilogía Esferas nos muestra un filósofo más literario, más cercano por otro lado a la estética, el arte y la vida cotidiana. Espacializar el pensamiento y mostrar sus más escondidos rincones es el objetivo principal de Burbujas, Globos y Espumas, los tres títulos que integran la obra y que son ya suficientemente sugerentes: no sabe uno si está ante el nombre de un videojuego o de cualquier otro producto gastronómico o de belleza de estos tiempos nuestros en los que todo se mezcla de una forma asombrosa. Lo que el lector encuentra en Esferas es un ejercicio a medio camino entre la filosofía, el arte, la religión y la geometría, lleno de referencias culturales que nos muestran el enorme potencial filosófico de Sloterdijk. Un pensador que, como los buenos cínicos, tan sólo puede ser encajado con un adjetivo: inclasificable.
Edgar Morin, de formación sociólogo. Como todos los grandes que destacan en su campo, ha terminado desbordando la propia sociología, y proyectando su larga y prestigiosa sombra sobre campos muy diversos que incluyen también la filosofía. Es sin duda uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo, que bien merece además que nos detengamos a leer sus libros, pues muchos de ellos son también accesibles para un público no especializado. Encontramos en sus obras dos motivos de fondo que se repiten una y otra vez: la complejidad y la lucha contra el reduccionismo.
Estudiar la sociedad parece el punto de partida idóneo para la idea de la complejidad. Pongamos un ejemplo: entre los grandes paradigmas de la sociología, están el holismo y el individualismo. Entre pensar que la sociedad determina al individuo o que el individuo construye y crea la sociedad, Morin opta por eludir el dilema: los dos están errados, los dos aciertan. La sociedad es un todo complejo, que nos obliga a adoptar múltiples perspectivas. Habrá fenómenos que se expliquen mejor desde el holismo, mientras que otros requieran de la óptica individualista. La obligación de elegir es una trampa de una razón irracional.
La consecuencia de esto es inmediata: cualquier enfoque unilateral debe ser superado. No es posible que una sola disciplina pretenda ofrecer una explicación completa de todo. El pensamiento de Morin reacciona de esta forma frente a un positivismo de nuevo cuño que se encuentra en algunos filósofos analíticos y pretende superar el prejuicio común que iguala verdad y ciencia. La verdad es un problema demasiado grande como para ser despachado por un solo saber: antes bien será necesario buscar la cooperación y convergencias de diferentes conocimientos. De otra forma, estaremos condenados a ver la realidad desde un solo punto de vista.
Pensar desde la complejidad es, entonces, rechazar cualquier tipo de reduccionismo y también abogar claramente por la interdisciplinariedad. Algo de lo que se habla mucho, pero que quizás no se lleve a la práctica tanto como fuera deseable. Quizás por un prejuicio dominante: se tiende a pensar que juntar muchas disciplinas puede ser un obstáculo para el progreso de cada una por separado. Los triunfos de la especialización son innegables, pero conducen a lo que Morin ha denominado “inteligencia ciega”. Saber mucho de un poco, pero ser incapaz de ofrece una justificación global: ¿acaso es esto conocimiento? Morin nos recuerda que, frente a este tipo de investigación, merece la pena un crecimiento más lento del conocimiento si a cambio logramos ir avanzando en varias disciplinas a la vez. No es fácil trabajar con expertos en otras disciplinas, pero a juicio de Morin es la única vía válida de progreso del conocimiento. Cualquier otra alternativa podrá llamarse conocimiento o saber, pero será en el fondo una falsa apariencia del mismo.
Para saber más:
Pensar en la segunda mitad del siglo XX y hacerlo en clave latinoamericana. Esta es la tarea vital asumida por Enrique Dussel, el filósofo argentino que presentamos hoy. Como en otros tantos casos, se puede decir que su vida es la raíz de su pensamiento. Su propia identidad argentina es ya todo un símbolo que se completa con otras circunstancias biográficas como su estancia en Israel conociendo de primera mano la exclusión de los más pobres o su proximidad ideológica y personal a la gran corriente teológica latinoamericana de la segunda mitad del siglo pasado: la teología de la liberación. Todo ello cristaliza en un pensamiento inspirado en el marxismo, que ha dado en llamarse filosofía de la liberación, como uno de los títulos más importantes de Dussel.
Para Dussel la liberación es la meta última de la filosofía. Y no sólo una liberación intelectual, tal y como se desprende en ocasiones de la Ilustración. Todo lo contrario: Dussel, como tantos otros en nuestros días, critica la modernidad para acuñar el concepto de “transmodernidad”. La liberación entonces no pasa solo por una nueva forma de pensamiento, sino por acciones y medidas mucho más concretas. Bien nos lo recuerdan el marxismo y la teología de la liberación: la libertad empieza por condiciones sociales y económicas bien concretas. No puede haber pensamiento libre si no ponemos las condiciones materiales necesarias. La libertad se une así a la emancipación de los pueblos y también a la afirmación de su propia identidad. Y es aquí donde aparece la reivindicación de Latinoamerica: hemos de repensar en qué consiste ser latinoamericano, revisando la historia, y también algunas de las ideas centrales que ha formulado la filosofía.
Dussel nos viene a recordar que la historia de la filosofía esconde silencios y omisiones. La creación de conceptos y teorías no es sensible a las identidades ajenas a una razón que se cree objetiva, pero que está profundamente arraigada a la cultura, la política y la sociedad. Por eso es necesario empezar el edificio desde la base: la ética y la política. El pensamiento práctico como punto de partida y el rechazo de cualquier abstracción logocéntrica, que correrá el peligro de traicionar aquello que pretende explicar. La liberación pasa, entonces, por capacidad política y económica de decisión, por el fin del neocolonialismo, y por luchar contra la pobreza o el analfabetismo. Dejar que Latinoamerica se desarrolle por sí misma como Latinoamerica, sin intromisiones, y sin grandes palabras que pueden seguir escondiendo dependencias y humillaciones.
Teólogo, historiador, filósofo. Marxismo, historia de la iglesia, crítica de la Ilustración, teología de la liberación. La libertad como emblema y tarea histórica de Latinoamerica. Encuentro, reconocimiento y diálogo. Todas estas palabras conforman una filosofía compleje, que no rechaza a autores europeos o norteamericanos, sino que busca puentes de comunicación con ellos. Una filosofía valiente y arriesgada que tuvo consecuencias para el propio autor: sufrió un atentado por sus ideas maristas y fue expulsado de Argentina en 1975. Posteriormente se nacionalizaría mexicano y fijaría allí su residencia. Circunstancias todas ellas que bien pueden llevarnos a pensar que su filosofía no es una mera teoría: tanto la vida como la obra de Enrique Dussel son realizaciones prácticas de la liberación. La personal, vivida como lucha permanente, y la intelectual, mostrando la capacidad de lanzar puentes entre el marxismo, la crítica de la modernidad y la teología.
Hay filósofos que merecen la pena simplemente porque logran acuñar una expresión que en muy poco tiempo se convierten en moneda de uso común en el mundo del pensamiento. Gianni Vattimo lo ha logrado dos veces: es el padre de la posmodernidad y del pensamiento débil, términos que de tanto citarse por acá y por allá se han convertido, a riesgo de desgastarse, en lugares de referencia ineludibles del pensamiento actual. A mayores se trata de conceptos a los que el propio Vattimo ha hecho, con su pensamiento y con su vida, un innegable homenaje. Veamos por qué.
Sólo en tiempos del pensamiento débil puede uno definirse como anarquista y ser eurodiputado. Sólo la posmodernidad hace posible que un filósofo declare abiertamente su condición de homosexual, cristiano y comunista. Habrá quienes piensen que estas mezclas son imposibles. Vattimo nos demuestra precisamente lo contrario. Aunque ha dedicado buena parte de su vida a la universidad, en los últimos años ha tratado de llevar sus ideas comunistas al parlamento europeo, y en Italia, su país de origen, ha abanderado diversas movilizaciones en favor de los derechos de los homosexuales. Todo ello sin renunciar a su personalidad controvertida, por conciliar rasgos y pensamientos que algunos consideran contradictorios.
En Vattimo encontramos entonces una crítica a todo el proyecto moderno: la razón no da más de sí y la muerte de Dios que anunciara en su día Nietzsche ha acabado con todos los grandes relatos. La historia, como tal, no existe, sino que solo se dan las historias, por mucho que tratemos de sistematizar en introducir orden donde no es posible hacer tal cosa. Por eso hemos entrado en una nueva época, un nuevo tiempo para el pensamiento y el ser humano: la posmodernidad. No podemos fiarnos de nosotros mismos, y tampoco de nuestra razón. El pensamiento, si se quiere formular, ha de aceptar un rasgo indeleble: la debilidad. Hablar de la verdad a medias, incompelta, rota: esta es la única verdad. La formulaciones “fuertes” de la filosofía, de las ideas, son irracionales, nos llevan a la catástrofe.
Más de uno se estará preguntando entonces: ¿Cómo es posible defender esta visión crítica respecto a conceptos como el de razón o verdad y abogar por el comunismo como alternativa a la crisis o estar convencido de la igualdad de derechos que merecen los homosexuales? ¿Acaso no son estos logros de la razón? Más bien lo contrario, diría Vattimo: la defensa del comunismo es el negativo de la afirmación exacerbada del capitalismo, que nos prometió crecimiento permanente y una vida idílica. La lucha en favor de los derechos para los homosexuales es el negativo de la homofobia, derivada en ocasiones de una ceguera de la razón. Concebirnos a nosotros como débiles, nos lleva a tolerar a los distintos. El fracaso del sistema económico y político más racional que hemos sido capaces de construir es la muestra de la necesidad de buscar alternativas. Pensamiento débil, pero pensamiento al fin y al cabo. Modernidad terminada, pero vida humana en todo caso. Sin referencias ni grandes relatos, pero sí tratando de estar a la altura de los problemas de cada tiempo.
Hay autores que tienen la fortuna (o el infortunio) de cuajar un concepto que después termina apareciendo una y otra vez en todas sus obras. Esto es lo que le ha ocurrido a Zigmunt Bauman: desde que creó el término “modernidad líquida” el adjetivo se ha ido colando una y otra vez en todas sus obras, convertido casi en una especie de seña de identidad que viene a recuperar la vieja frase de Heráclito: todo fluye.
El pensamiento, la vida y la historia. La de la humanidad y la del propio Bauman: judío y marxista, le tocó abandonar su Polonia natal por la persecución nazi. Y como las ideologías son también líquidas, a su vuelta a Polonia tomó conciencia de que su condición de judío no encajaba nada bien con el comunismo, viéndose obligado a enseñar en diferentes países hasta que se terminó asentando en Leeds. Sólo, claro está, como lugar de residencia, ya que su pensamiento siguió y sigue evolucionando hasta hoy, lejos de ideas asentadas y preconcebidas.
¿Qué es entonces la modernidad líquida? Bauman prolonga la reflexión de marxistas como Adorno o Horkheimer y encuentra una conexión muy clara entre el proyecto racionalista de la modernidad y hechos tan terribles como el nazismo y los campos de concentración. Aquí es donde cobra toda su importancia la metáfora de la expresión: creíamos que estábamos construyendo un proyecto sólido de humanidad, pero todo el edificio no era más que una mera fachada, que se deshace como un azucarillo cuando nos muestra su verdadero rostro: debajo de la razón se pueden esconder deseos e intenciones nada racionales. La modernidad no es entonces un proyecto estático y continuado, al que podamos atribuir un conjunto de características estables, sino que muta y está sujeto a los vaivenes de la historia. No hay unos valores o unas ideas sobre las que podamos levantarnos, o que nos sostengan. Las identidades históricas, sociales y culturales son fluidas, maleables.
Podemos engañarnos a nosotros mismos. Crear conceptos historiográficos, filosóficos o sociológicos tratando de dar consistencia a lo que en realidad no lo tiene. Pero no será más que una escapatoria un intento de volver la vista y querer convencernos de la existencia de algo que en realidad no existe. A partir del análsis de Bauman, todo se fluidifica: el amor, la comunicación, el arte, la sociedad o la política. El sociólogo y filósofo polaco rechaza la etiqueta de posmoderno, pero no se aleja demasiado de algunos de sus postulados, con una salvedad: no se trata de una crítica a la modernidad, sino de algo mucho más profundo que todo eso. Se trata más bien de la imposibilidad del ser humano de crear objetos, proyectos o ideas sólidos, con vocación de permanencia. La modernidad líquida no se contrapone, así, a una antigüedad o una edad media en las que las cosas funcionaran mejor. Todo fluye.
Una consecuencia de todo esto es que a partir del pensamiento de Bauman es muy difícil “alistarle” para causa alguna. Crítico atroz de la sociedad de consumo en que vivimos, tampoco se identifica con movimientos ciudadanos como el del 15M al que ha acusado, sin complejo alguno, de carecer de pensamiento. De esta forma, el autor se convierte en un auténtico inclasificable. Su sociología y su filosofía son tan líquidas como el objeto de su crítica. ¿Qué queda entonces después de este torrente de pensamiento? Lucidez crítica. Algo que merece la pena por sí mismo pues aunque en el terreno de las propuestas estemos obligados a lidiar con la vaguedad y la imprecisión, cobramos una conciencia bien clara de lo que sí debe cambiar. Como les ocurre a los buscadores de oro: puede que a base de mover el agua, algo se vaya decantando. Así depura el pensamiento crítico como el de Bauman las turbias aguas de la historia y de nuestro tiempo.
Para saber más
Elaborar una pequeña presentación de un filósofo como Óscar Brenifier obliga necesariamente a romper el molde habitual. No es posible, por ejemplo, hacer referencia a grandes ideas que pasarán a la historia de la filosofía. Tampoco encontramos entre sus más de 30 obras una referencia permanente que haya sido citada por los filósofos más importantes del mundo. Más bien, la filosofía de Brenifier hay que buscarla en lo que él hace como filósofo. Valga entonces el lema: para Brenifier, pensar es hacer.
Si alguien se pusiera exquisito, Brenifier cumple con todos los cánones académicos que se esperan de un filósofo: formación académica intachable, doctorado, bla, bla bla… todo ello sería para él totalmente inútil si no fuera simplemente un trasfondo a tener muy en cuenta en lo que se ha convertido en su tarea vital: hacer pensar a los demás. Y es que frente a los muchos académicos que escriben libros que encuentran eco sólo entre especialistas, Brenifier es uno de los Sócrates que pululan en nuestro tiempo: su afición fundanental consiste en “parir” ideas en común por medio del diálogo. Si el tópico dice que en filosofía cuentan más las preguntas que las respuestas, algo que no impide que los filósofos “oficiales” elaboren sesudos y largos libros con “sus” respuestas, Óscar Brenifier lo supera o mejor dicho, lo hace realidad: su tarea fundamental consiste en lograr que sus itnerlocutores se interroguen, en un ejercicio práctico de intercambio de opiniones que terminan trastocándose en argumentos.
Esto es, en esencia, el quehacer filosófico de Brenfier: hablar con los demás, lograr problematizarles. Y a quienes más tiempo ha dedicado a lo largo de su vida ha sido, casualmente, a quienes quizás tengan la mente más abierta para las preguntas y las respuestas: los niños. Óscar Brenifier es una de las grandes figuras mundiales del movimiento Filosofía para niños. Se trata de un programa educativo para iniciar a los niños en el filosofar, lanzado hace unas décadas por el filósofo norteamericano Mathew Lipman. Brenifier no sólo escribe libros para niños: verle en estado puro implica conocer de cerca cómo entiende él el diálogo con los niños.
Práctica filosófica en estado puro, estimulando además el pensamiento entre los más pequeños. El objetivo, como es fácil imaginar, no es que los niños aprendan las ideas centrales de la historia de la filosofía. Nada más lejos de la intención de Brenifier: de lo que se trata es de que sean capaces de hacerse preguntas, que desarrollen un sentido filosófico del existir que quizás pueda acompañarles durante toda su vida. Y algunos de los niños que han participado en sus talleres o sus sesiones prácticas podrían confirmarnos que es así. Un filosófo imprescindible para todos los que deseen pensar en común. Con adultos, con jóvenes o con niños. Y aunque sus libros merecen la pena, más interesante aún es ver a Brenifier filosofar en vivo y en directo. Porque sin duda es uno de los autores de nuestro tiempo de quien se puede decir con mayor sentido que ha hecho de su vida un asunto eminentemente filosofía. Vida hecha filosofía o filosofía hecha vida. Este es Óscar Brenifier.
En el mundo académico, Adela Cortina es bien conocida por ser una de las introductoras en nuestro país de la ética del discurso de Habermas y K.O Apel. Y bien se puede decir que no se ha limitado a un estudio puramente teórico y especulativo. Si uno de los principios esenciales de la ética discursiva es el diálogo, Adela Cortina destaca por ser, valga la expresión, una gran “dialogadora”. Fundamentalmente porque ha construido su propio pensamiento desde una actitud permanente de diálogo. Vamos a poner tres buenos ejemplos de esta actitud dialogante: la economía y la empresa, el mundo de los sentimientos, y la ciencia.
La necesidad de crear una reflexión ética en torno a la economía y la empresa es una de las metas del trabajo de Adela Cortina. Una ética que supere prejuicios y ponga de relieve la labor social de toda actividad económica y toda empresa, pero que también exija de las transacciones económicas la necesaria reflexión sobre las consecuencias y los valores implicados en las mismas. La economía no se puede satanizar, pero tampoco puede interpretarse en clave mesiánica. Una consideración ética de la economía ha llevado a Adela Cortina a crear la fundación Étnor, que intenta promovar una gestión empresarial compatible con unos principios éticos indispensables. Fruto de este interés por la economía y la empresa son obras bien conocidas como la Ética de la empresa o Por una ética del consumo, en la que da un salto más allá para investigar en las implicaciones morales de nuestras pautas de consumo.
Dentro de la filosofía de Adela Cortina el diálogo no tiene que ser sólo con el otro, sino también con uno mismo. Entre otras cosas, porque la tradición filosófica ha tendido quizás a exaltar la razón concibiendo las pasiones y los sentimientos como una parte oscura o inaccesible. Es un tema de largo recorrido en filosofía, y que también se ha lanzado como crítica a la ética del discurso, demasiado confiada en la razón del nosotros. A la oposición entre razón y sentimientos, replica Adela Cortina con su propuesta de la razón cordial, y con el desarrollo de una especial sensibilidad ante las situaciones de injusticia que nos rodean. Necesitamos una razón cálida, capaz de dotar de contenidos y de sentimientos a los fríos principios que a menudo propone la filosofía. Así lo ha puesto en práctica también Adela Cortina, en su interés por ir dando pasos para solucionar problemas concretas con propuestas concretas. Bien conocida es su iniciativa para que la palabra “aporofobia” sea incluida en el diccionario como sustitivo de xenofobia: no odiamos al extranjero o al distinto. Odiamos al pobre.
Terminamos nuestro semblante filosófico con una breve alusión al diálogo con la ciencia. Su presencia como tema central en las obras de la filósofa valenciana es menor, pero las alusiones a la misma, a lo largo de las mismas así como en diversas conferencias nos dan una idea de la importancia que le concede. En cierta manera, esto ha quedado bien claro en su última obra, en la que se convierte en una auténtica pionera al introducir en nuestro país una corriente tan novedosa como la neuroética. Encontrar los fundamentos neurológicos de la conducta moral representa sin duda un desafío, tanto para la ciencia como para la ética. Pero más aún lo es avanzar en este conocimiento y conservar una ética universal, que es uno de los latidos permanentes del pensamiento de Adela Cortina. La ciencia entonces como trampolín a una fundamentación de la acción humana que permita un verdadero progreso para el ser humano. Todas estas ideas hacen de Adela Cortina un auténtico referente filosófico en nuestro tiempo, y dotan a su obra de un interés innegable para el gran público.
Para saber más
La autonomía respecto a los circuitos oficiales de la filosofía no es en el caso de Onfray una mera pose: se involucró en la creación de la Universidad Popular de Caen, un modelo libertario de enseñanza abierta a todos, en el que por medio de conferencias, charlas y coloquios Onfray ha ido difundiendo sus críticas al cristianismo y la filosofía, a la vez que su propuesta filosófica, basada fundamentalmente en las escuelas helenísticas y en autores más cercanos en el tiempo, como es el caso de Nietzsche. Tan importante como sus ideas es la forma en que las Onfray las difunde: fundar una universidad popular es ya una crítica demoledora hacia una filosofía que agoniza en las instituciones oficiales. La respuesta social que obtuvo va en esta linea: sus conferencias estaban repletas de personas interesadas por la cultura y por poder asistir a un diálogo filosófico vivo.
El espíritu rebelde de Onfray aparece en todas sus obras: desde el Antimanual de filosofía hasta el Tratado de atelología, sin olvidar sus ácidas críticas hacia figuras que algunos consideran intocables, como Sigmund Freud. Defiende una suerte de socialismo libertario, cercano en ocasiones al anarquismo y siempre se ha manifestado políticamente por las opciones de izquierda que considera más auténticas, renegando de los grandes partidos y las instituciones políticas convencionales. Si a todo esto, le unimos su clara defensa del hedonismo, que reinterpreta y actualiza en una clara defensa del cuerpo y el placer, es fácil entender por qué su pensamiento siempre resulta tan polémico como cautivador, y despierta filias y fobias a partes iguales. Pero no deben importar aquí las tomas de postura personales: Onfray es, sin duda, una de las figuras filosóficas más relevantes de nuestro tiempo, tanto por su hacer, como por su pensar y decir.
Para saber más
«Para los renacentistas, las fuentes eran de dominio público, que podían hacer privado mediante un golpe de genio si, renunciando a la fiel sumisión, se salían del círculo mostrenco que dichas fuentes delimitaban.» (Imitación y originalidad en la poética renacentista, Anuario de estudios filológicos, II, Universidad de Extremadura, 1979.)
Las fuentes eran de dominio público, tanto que la imitación era uno de los principios de la poética, imitación que hoy consideraríamos plagio, pues la cita de fuentes era práctica inexistente. No se trata ya de que, temáticamente, la inmensa mayoría del corpus poético renacentista carezca por completo de originalidad, construido sobre tópicos clásicos y petrarquistas repetidos una y otra vez con mínimas variantes, sino de que formalmente buena parte de ese corpus son traducciones muchas veces literales de versos o poemas enteros de Tácito, Horacio, Ariosto, Petrarca y tantos otros. Hablamos de Garcilaso, Fernando de Herrera, Gutierre de Cetina, Juan Boscán, Francisco de la Torre, Fray Luis de León… y tantos otros que conformaron una cultura que hoy consideramos única, profundamente original y germinadora.
Creo que es plausible pensar que si Internet y la imprenta facilitaron el descubrimiento de culturas lejanas en el tiempo y en el espacio, en ambos fenómenos nació la consciencia de apropiación de esas culturas por un doble sentimiento de inmensidad y de pasmo ante tanta maravilla y tan a mano: el copy & paste, los refritos, las traducciones, las selecciones, los retweet, re-compartir, recomendar… quizás sean considerados dentro de algunos siglos como el inicio de un movimiento cultural rico, profundo y original.
]]>Supongo que serían mis ojos de niño los que contribuyeron al asombro con el que vi a ese hombre interpretar un tema detrás de otro en la prodigiosa máquina, sin parar ni un segundo, en una especie de popurri frenético. Entre tema y tema cambiaba los registros del aparato a velocidades vertiginosas para poner nuevos ritmos y configuraciones.
Isidoro tocaba bien, pero su grado de integración con la máquina era lo más asombroso. Entre acorde y acorde sus manos iban y venían para elegir otro instrumento o seleccionar variaciones en el ritmo que sonaba. Llegaba incluso a desafinar selectivamente alguna voz para producir la impresión del sonido de una gaita, o a interrumpir el ritmo para luego reanudarlo o simular tipos de compás que la máquina no tenía. Por supuesto, tocaba también la pedalera de los bajos. Nunca después he visto a nadie hacer nada parecido.
Sólo paró una vez, y fue, agotado, para decirle a mi madre: «por favor, ¿me podría dar un vasito de agua?». Recuerdo como si lo viera ahora mismo que mi madre le trajo un vaso enorme, y el dijo «¡qué alegría de vaso!».
Tal impresión generó esa demostración en mi mente infantil que motivó mejor que cualquier maestro una dedicación a la música de varias horas diarias durante años. De modo inconsciente yo quería ser capaz de esas maravillas que había visto.
Nunca más supe de Isidoro, hasta que el otro día me dio por investigar…
Si para algo sirve la Web es para investigar, para atar cabos históricos o culturales que quedaron sueltos. No me costó demasiado porque Isidoro es un personaje más popular de lo que yo pensaba.
Isidoro Rodríguez, más conocido en el ámbito musical como Isidoro “piano” fue uno de los pioneros en la venta de instrumentos electrónicos en mi ciudad, siendo en la actualidad una de las mayores tiendas sevillanas de venta de instrumentos, especialmente pianos. Hace poco su tienda cumplió los 30 años.
Este vídeo no ilustra suficientemente la sensación que tuve ese día y que os quería transmitir, en parte porque no es en directo, en parte porque ya no somos niños, pero sobre todo porque se trata de un único tema en el que no hay esos cambios de registros, configuraciones y ritmos que eran lo verdaderamente asombroso, pero es Isidoro, el mismo Isidoro, con el mismo órgano, en un viejo programa de Canal Sur televisión.
Entre las cosas que he averiguado está que también era un gran intérprete de piano y de guitarra, que fue uno de los precursores del rock en Andalucía y que compaginaba su faceta de vendedor y empresario con la de músico profesional.
Lo que más me apenó fue saber que hace unos años tuvo que dejar de tocar por un accidente cerebrovascular. Espero que al margen de eso esté bien; eso no he podido averiguarlo. Guardo la demostración que nos hizo ese día entre mis recuerdos más preciados. Gracias, maestro.
]]>Lo que ha ocurrido es que el centro de gravedad en casi todas las universidades se ha desplazado tan lejos de las humanidades que la respuesta más pertinente a la pregunta “¿Las humanidades sobrevivirán en el siglo XXI?” no es “sí” o “no”, sino “¿a quién le importa?”
Tenemos que empezar con la pregunta “Si las humanidades y la universidad no son la misma cosa, ¿cuáles son las consecuencias para las humanidades?” Si la conversación que tuve con mi médico es un indicador, las consecuencias para las humanidades no son buenas, lo que debería llevarnos a formular preguntas adicionales. Lo más importante es que tenemos que examinar nuestras disciplinas en el contexto de una historia institucional más amplia de lo que solemos hacer. Para los estudiantes de 1910, la pregunta “¿Las humanidades sobrevivirán al siglo XX?” se habría podido responder. Casi todo el mundo habría respondido: “Por supuesto”. Andrew Carnegie, quien pronunció la célebre frase de que la educación en artes liberales capacitaba a un graduado de la universidad para “la vida en otro planeta”, lo más probable es que añadiera “Sí, pero qué lástima”. Sólo puedo pensar en una persona, Thorstein Veblen, que aunque no automáticamente habría dicho: “Sí, por supuesto”. Avancemos rápidamente un siglo: nadie está seguro del todo sobre la supervivencia de las humanidades.»
]]>Ofrecer alimentos al extraño, para que reponga fuerzas y parta cuanto antes.
252
La hospitalidad es un hábito que probablemente tenga su origen en el instinto de conservación de las especies, pero atenta contra las leyes de la selección natural y las de la libre competencia.
253
Una boda o el teatral prólogo de una obra por necesidad sobreactuada y por definición pródiga en todo tipo de fingimientos.
254
La alegría, sin duda potenciada por los efectos del champán ritual, de los mediocres invitados al ver que la pareja objeto del homenaje tampoco volará fuera del corral.
255
Conmovedor y aterrador el empeño del hombre gris en celebrar los hitos de su mediocridad.
256
Así, también la delectación en definir al difunto como ejemplar padre y esposo.
257
El sexo en los viejos matrimonios atenta del mismo modo contra todas las reglas naturales y sólo puede ser considerado como una perversión que acaso una minoría llegue a considerar estimulante.
258
Casanova, tratando de lavar su imagen por razones estratégicas ante una reunión de damas locales: sobre el mito de que los varones no somos capaces de hacer dos cosas a la vez, diré que al menos en mi caso es cierto: puedo hacer a lo sumo una y media: la una es pensar en el sexo y la otra media viene determinada por las circunstancias.
259
Después, ante el grupo de amigos: sólo los tasadores de joyas y los proxenetas tienen el divino talento de ponerle el justo precio a la belleza.
260
Tanta estupidez en la mala obra de arte moderno como en la boca abierta del visitante del museo que la contempla y aplaude.
]]>Usan los niños la palabra con la insistencia y el desatino propios del que acaba de descubrir algo que aún no domina: del que, a medias fascinado y a medias horrorizado, y embriagado por algún licor hechicero o forzado por la naturaleza de la situación, se lleva su primer sexo a los labios.
192
Sólo es bello el silencio en comparación con las palabras que en ocasiones ocupan su lugar.
193
Abofetear al hijo díscolo, abofetear con herida dignidad al caballero que nos ofende para retarlo a duelo, abofetear a Gilda: por alguna razón paradójica reservamos el noble puño cerrado para resolver las cuentas pendientes con aquellos que no nos importan.
194
Es terapéutico el cachete al menos para el que lo propina, que como en un trance hipnótico queda en paz con el mundo al escuchar la palmada.
195
Casanova con un libro de medicina entre las manos: hasta la pubertad y tras el climaterio, la mujer es sin duda un ser racionalmente superior al hombre; entre estos dos eventos es un animal preso de sus hormonas y sus instintos, exactamente igual que él casi a lo largo de toda la vida.
196
Mudo el contestador automático.
197
Milenio nuevo, en el que al menos una de las dos carnes es pecado para todos.
198
¿Cómo encaja el general horror a matar dentro de las teorías de la Evolución, si en el pasado quien arrancaba una vida conservaba la propia?
199
Exhibe el poeta su muestrario de mundos fallidos como el feriante de barraca que cobra dos reales antes de enseñar su colección de embriones monstruosos en formol.
200
Curioso mecanismo el de la penitencia: lavar el mal al prójimo con mal a uno mismo.
]]>Larva de la polilla, que antes de ser crisálida nos tejerá con su seda un jersey de asco infinito.
172
Aún no cansada de discutir sobre el sexo de los ángeles, la Iglesia rehúsa abordar el esencial debate sobre el sexo posiblemente más necesario de los curas.
173
En Holanda y los otros países bajos se ha demostrado que es perfectamente posible ponerle diques al mar.
174
Ahuecar una almohada, como llenar los días de una nada engañadora y confortable.
175
La pensión para el español aventurero como el motel de carretera para el americano. Nuestro carácter mediterráneo nos lleva a buscar el trato familiar incluso a la hora de ser infieles.
176
Casanova sobre esto: incluso en la aventura más frívola y pasajera, la mujer busca con la mirada (en los visillos, en el protocolario cuadro de la pared) la ilusión de un hogar.
177
Que la sirena de la ambulancia vocee a los cuatro vientos la orgullosa gravedad de mi estado.
178
Hacerlo lo suficientemente bien como para que te acepten en el piso de arriba, pero no para que sospechen que pretendes llegar a la azotea que les está vedada.
179
Cómo explicar el sueño a quien no duerme.
180
Tanto la tendencia a la promiscuidad como la querencia de la fidelidad ajena responden a razones biológicas. Justificar racionalmente ambos fenómenos es por lo tanto superfluo y argumentar en contra del celoso o el infiel es por necesidad un acto falaz.
]]>Al devorar viva a la constante lombriz, las hormigas se desprenden de su aura funcionarial. La presencia de la lombriz deja por diez minutos de repugnarnos e inspira en el curioso los más nobles sentimientos: lástima, solidaridad. El gesto de matar nos convierte en seres especiales y el trance de morir nos hace parecer simpáticos.
42
El reconocimiento más sonoro es el silencio que precede al aplauso.
43
El impostado afán de servicio del hombre pequeño, la implacable mirada escrutadora del hombre pequeño, el poder atómico y destructivo del hombre pequeño.
44
No he conocido a ningún mal bardo que no gozara de la atención de un entregado círculo de admiradores ni a ningún cantor excelso que no sufriera el escrutinio y la crítica de más de uno de los miembros del público. Por supuesto, esta máxima puede enunciarse con aún más razón invirtiendo los términos, pero el poner por escrito las verdades evidentes nos hace parecer peligrosamente tontos.
45
Un silencio breve nos hará pasar por sabios ante todos. Un silencio más prolongado empezará a levantar justificadísimas sospechas en la parte más sagaz de la concurrencia.
46
Desconfíen de los ismos: impresionismo, cubismo, feminismo. Todos parten de una ocurrencia genial o noble y la corrompen al llevarla a la caricatura.
47
Así también con el comunismo, una idea magnífica que según cuentan las crónicas dejó de ser magnífica al dejar de ser idea.
48
Igualmente perniciosos son el machismo y el capitalismo, pero el primero tiene la coartada de haber sido definido por sus detractores y el segundo el mérito de recoger en un sistema teórico sencillo toda la vileza e indignidad del hombre.
49
El uniforme del coronel nazi. Los gemelos del coronel nazi. Las botas del coronel nazi. Me cuesta imaginar objetos más seductores desde el punto de vista estético, a pesar del horror, o a causa de él.
50
Conmovedora insistencia de la lluvia.
]]>O de Stephen Jay Gould:
“Entre los intelectuales de letras hay algo así como una conspiración para acaparar el panorama intelectual y editorial, cuando de hecho hay un grupo de escritores no novelistas, de formación científica en su mayoría, con multitud de ideas fascinantes sobre lo que la gente desea leer. Y algunos de nosotros escribimos y nos expresamos bastante bien”.»]]>Esta visión de los animales carentes de alma, que atañó a toda la naturaleza, fue el paradigma principal de la revolución científica del siglo XVII y aun hoy día es compartida por gran parte de los científicos modernos. Como consecuencia, los animales no poseen ya alma ni propósitos propios y toda su conducta está sujeta únicamente a leyes mecánicas.
La gran paradoja etimológica es que la palabra animal deriva de la palabra latina “animalis” que significa “lo que vive”, además de “animus” que se traduce como “ser dotado de respiración o del soplo vital”, también llamado “ánima”. Es decir, animal sería aquel ser dotado de ánima, esto es, de alma. Esta palabra posee la misma raíz de la palabra “animar” la cual significa energizar, llenar de respiración, de vitalidad.
Resulta significativo, además, el hecho de que la palabra latina psyche del término griego psykhe, o psiche (el aliento de vida) provienen del verbo psychein, que significa “soplar”, por lo que el término significa soplo, aliento, ánimo (alma). Los griegos creían que en el instante de morir un ser humano exhalaba su último aliento, y éste abandonaba los restos corporales volando en forma de mariposa, de ahí la representación en la mitología de la diosa Psiquis como una adolescente con alas de mariposa. Esta relación entre soplar y espíritu aparece ya en La Biblia, en la que encontramos varias referencias al “espíritu” de Dios en forma de aliento o soplo. Por ejemplo, en el Génesis se menciona que Dios le dio la vida a Adán soplando, traspasándole su aliento, su ánimo, su espíritu. En la actualidad, cuando alguien muere, se dice que “expira”, que exhala su último aliento, que deja ir el alma.
La Psicología (estudio de la psykhe) sería, por tanto, etimológicamente hablando,“el estudio del alma”, la “ciencia del alma”, y si animal significa “el que tiene alma” entonces la Psicología es el estudio del alma en los seres “animados” es decir el estudio de la “Psiquis o alma de los animales”, humanos y no humanos.
Relacionado con el significado de alma se encuentra la palabra “espíritu”, la cual procede del latín spiritus (soplo, aire respirado, aliento), del verbo spirare (spiratus), que significa “soplar el viento”, y por extensión metafórica, respirar, alentar, suspirar, exhalar. Lo que en griego se denominaba pnéuma.
Y siguiendo con las paradojas, la palabra “Biología”, la cual proviene del griego bio (vida) y logía-+ (ciencia) y que originalmente hacía referencia a la vida como “historia o desarrollo espiritual” se utiliza hoy en día solamente para el estudio de la vida orgánica y principalmente desde una visión reduccionista y mecanicista, quedando y manteniéndose completamente separada del estudio del espíritu (o alma, según hemos señalado). El ejemplo original lo tenemos en la palabra “biografía”, que no se refiere a la vida orgánica, sino a la historia. La vida orgánica, por el contrario, era designada por la palabra griega zoé, (zôon) referida a la vida animal, vida animada, con la cual se ha construido la palabra zoología, limitada al reino animal.
En este punto y a modo de resumen, podemos llegar a las siguientes equivalencias: soplo vital = aliento = alma = anima = animal / Alma = psiquis = espíritu
Según el diccionario de la Real Academia Española, la palabra animal significa: el ser orgánico que vive, siente y se mueve por propio impulso. Esta definición nos remite a la presencia de sensaciones, percepciones, necesidades, emociones e incluso sentimientos, la presencia de una personalidad, de una “subjetividad”, una estructura que refleja el mundo desde su propia determinación estructural, desde su propio sistema nervioso.
Por lo tanto, si el alma o ánima es la vida que existe y fluye entre los seres animados (a diferencia de los inanimados), entonces todos los animales estamos provistos de alma, ya que todos los animales tenemos y compartimos un nivel de existencia “anímica”.
Obviamente la definición etimológica no es ni el único ni el principal criterio a tomar en cuenta a la hora de realizar distinciones entre lo que caracteriza a los seres vivos y objetos inanimados y a lo que nos distingue del resto de las especies (si así fuera podríamos llegar a decir decir que los “neumáticos” poseen un “alma espiritual”, ya que esta palabra proviene del griego pneumaticos). Dicho esto, creo que entender el origen de la palabra animal nos aporta un interesante “punto de partida” para cuestionar algunas concepciones, que surgiendo con posterioridad al origen de las palabras, han cambiado el verdadero sentido de éstas llevándolas en algunos casos al polo opuesto de su significado original. En la actualidad el mecanicismo cartesiano extirpó el alma a los animales (los dotados de alma), y su enfoque reduccionista ha llevado a que conceptos como alma o espíritu sean tabúes para la ciencia, al menos para una parte muy importante de ella. ¿debemos mantener la paradoja?