Pequeñas ruinas
Su abuelo se lo ponía un ratito en cada oreja antes de acostarse, para que escuchara el tic-tac. Ahora lleva muchos años marcando las cinco y diez pasadas. [Ó.V.]
Los pintores a los que el el sentimiento de la vida les exalta acaban por idolatrar a las ruinas que recuerdan el valor que poseen las horas
(René Huygre,
Dialogue avec le visible)
~
Pequeñas ruinas es una serie de fotografías de objetos
y lugares escombrosos, de ruinas cotidianas; de huellas. La colección
es
abierta y
colectiva:
aquí
están las instrucciones y el buzón para participar.
El mar quedaba lejos. Al caer el sol, envuelto en una
manta de papel, colocaba la cabecera de la cama en el lugar del timón
y, arrullado por los ecos de algún motor transnochado, se sumergía
en los sueños de la ciudad. [Patakrúa - may/04]
El Hotel Miramar (Macuto - Venezuela) fue un hotel de
vanguardia arquitectonica en los años 20 y albergó a personajes
como Carlos Gardel. Ahora se encuentra sin mantenimiento, muriendo cada día
un poco más por el salitre del mar, ya que se halla ubicado a menos de
100 m del mar Caribe en Venezuela.
[Sandra Carrillo (KSTUDIO)
- mar/04] 
De pequeño tenía un fuerte del oeste. Era de troncos grandes y poderosos y tenía una torreta desde la que vigilar cualquier peligro. Era lo suficientemente grande como para que fuese un fuerte del oeste y, encerrado en el interior, tuviese que salvar dos metros de tronco para acertarle al enemigo. Yo crecí, pero el fuerte se quedó intacto y vacío. Desaparecieron los enemigos y la podedumbre atacó sus maderas. Ahora sólo queda un espacio en su sitio, sin torretas, ni madera, ni oeste. [Marcos Taracido - ago/03]
Llovía ligeramente... estábamos cerca de la base militar de Colmenar Viejo (Madrid)... viajando... en coche... insistí en la idea de parar... y así poder ver lo que ahora veis. [Felipe Bollaín Parejo - jul/03]
Vieja marmolería en Lugo. [Ó.V. - dic/02]
Bar abandonado (Lugo). [Ó.V. - dic/02]
La tienda era poco más que una caseta. Un día me acerqué con Eva, como cuando íbamos a merendar a la salida del colegio, y también a veces, a encender fogatas en los descampados de alrededor. Una hoja pegada con celofán al escaparate decía: Cerrado. Cese de negocio, aún con las hebras sueltas del cuaderno de espiral. Me dio la impresión de que estaban colgados los mismos carteles de helados, que los mismos anuncios de bollos con cromos se decoloraban al sol, las cuerdas desflecadas, todo más viejo, más diluido que en la memoria.
Detrás de la tienda se prolonga la falda de la montaña plácidamente hasta el pueblo; hacia el oeste, las cumbres más altas y nevadas en invierno. Sentado en aquellos escalones me sabía en un lugar especial. Los niños ya no se detendrán allí: corren, corren, al lugar al que pertenecen. [Juan Gallo]
Letrero de la tapiada Calle del Olvido (Orense)
[T. Anodino]
Una página arrugada con instrucciones de limpieza con un recordatorio de quitar bien el polvo y las manchas. Un cheque en blanco de una firma financiera del piso 101. Un currículum, trozos de un mensaje enviado por fax, una factura de teléfono móvil, una nota sobre un colegio, una carta del banco, una lista de gastos. Una petición de ascenso fechada en 1979. [
sigue]
[Tony Cenicola/The N. Y. Times]
Un día de 1978 se fue a dar un paseo en su Lambretta. Al llegar la aparcó, y no ha vuelto a tocarla. [Ó.V.]
S/t [Ó.V.]
El mismo columpio de la foto de arriba, treinta años atrás, en flor. [Anónima]
Un señor alemán llamado Joachim Schmid se dedica a recoger fotos, ruinas de fotos, o fotos ruinosas, por las calles. Por las calles de Berlín, París, Vigo, Zurich, Sao Paulo, San Francisco, etc. Dedicó quince años de su vida, bastantes horas cada día, a esta tarea.
Esta la recogió hace siete años. No sabemos si sigue buscando fotos rotas, o lo ha dejado, o se ha muerto. Quienes quieran saber algo más de la extraña afición del Sr. Schmid pueden leer
este texto en el que él mismo explica su trabajo.
[Joachim Schmid]
Antaño fue aguerrida, potente, poderosa. Respondió siempre a la mano del hombre. Mientras pudo. Ahora yace ahí, exhausta, corrupta del hollín, siendo lento pasto de sus antiguas víctimas. Ah, venganza tácita de los saltamontes. [M.T.]
Se pasó toda su vida de lápiz en el mismo bolsillo, siempre dispuesto a registrar fugacidades. [Ó.V.]
Paseando por la ciudad en la que vivieron muchos años atrás, se pararon aquí y el padre dijo: "Mira: por ese tobogán te deslizabas. Era tu guardería" [Ó.V.]
72 años trabajando para el abuelo.
[Ó.V.]
Puerta del mítico Café Volter de Orense, lugar de reunión de
los pintores de la ciudad, décadas atrás.
[Ó.V.]