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Porque me quité del vicio por Elia Martínez-Rodarte

Vicio es todo en exceso y desmesura hasta que lo abandonamos por un nuevo vicio, o nos convertimos en coleccionistas de ellos. Nunca es tarde para desechar uno y encontrar otro nuevo. De los vicios y pasiones que exponen nuestra humanidad hablaremos aquí, en este espacio comandado por Elia Martínez-Rodarte, mexicana, viciosa y escritora, autora de ivaginaria, el día 6 de cada mes.

El amor está en el aire

Manejo rumbo a mi trabajo y el proverbial embotellamiento en una avenida por donde siempre transito, me detiene durante largos minutos.

Los conductores nos miramos con odio, como corresponde a esta ubre de acero de la cual todos mamamos y procedemos a esperar.

A mi lado derecho se encuentran las instalaciones de Cervecería Cuauhtémoc, la empresa orgullosa que ha sangrado y enriquecido a mi ciudad, de tan buena cerveza (sólo algunas marcas), pero tan mala publicidad.

A esa hora la gente va caminando al trabajo, poblando las aceras, por eso el tráfico y el caos. En la banqueta dos guardias cuidan uno de los accesos a las instalaciones y están ahí de pie vigilando, aburridos, mirando el paso de la gente casi sin ver.

Desde mi coche atorado en la larga fila, yo los miro igual de aburrida. En esta ciudad en donde siempre pasan muchas cosas, violentas la mayoría, hay demasiados tiempos muertos: es preciso divagar y meterse en lo que a una no le importa, porque si no, cómo soportar un embotellamiento tras otro como me los aviento desde que salgo de mis propiedades allende las montañas regiomontanas.
Entonces procedí a viborear a los guardias que estaban plantados cuidando el acceso de la fábrica cervecera.

La gente sigue afanosa hacia su trabajo y una rubia, de un traserito muy apretado en un pantalón Zara de hace dos temporadas, va caminando rumbo a los guardias quienes no la han visto aproximarse.

Ahora aquí el milagro: rubia traserito otea a los vigilantes y acelera el paso, con un falso apuro, como si en verdad quisiese llegar a un lado. Se detiene y le piensa. Parece decir: ¿por qué le piso?

Ralentiza la marcha y ve que son dos guardias porque ya se encuentra más cerca, y entonces detona el mecanismo. ¿Se han dado cuenta de que cuando caminamos frente a hombres, portadores de testosterona, lo hacemos de forma distinta?
Casi pude escuchar cuando la mujer bajó de tercera a segunda y se empezó a contonear levemente. Sordo primero. Como si fuera a regular el tumbao. De inmediato se me vino la imagen a la mente de una de esas máquinas de vapor de ferrocarril, que van agarrando vuelo hasta que toman velocidad y en poco tiempo ya van en el viaje.

Pero la rubia iba con buen ritmo, ya que no se trataba de agarrar las maracas, sino nada más de coquetearle a los buenos guardias que tanto tiempo habían estado de pie cuidando la entrada.

Ella se desplaza por la banqueta. Uno de ellos, guardia uno, estaba a la altura de por donde la rubia pasaría y a un par de metros detrás de él, estaba el segundo. Ambos cachuchita, bigote y claro, una macana.

Entonces el guardia uno ve a la rubia y la escanea como si se la fuera a tragar con sus poderes mega absorbentes. La encuera y la viste como si le pusiese un guante, con el poder de la mirada.

Todo esto en los dos segundos que la miró, porque hasta eso, aunque todos nos dimos cuenta de que se le tiró encima a la guera con la mirada, él trató de disimular y volteó la cara hacia el lado opuesto.

La rubia caminó cerca, y luego en un movimiento similar al que hacen los peces cuando nadan en macolla, lo finteó y se fue por atrás de guardia uno rumbo al segundo…

Y entonces guardia uno, quien estuvo resistiendo estoicamente con la mirada en el cielo para no voltear a mirarle el culo a la rubia…¿Qué creen qué hizo?
Yo aposté por que sí se lo iba a ver, pese a su miradita de “no quiero volver a ver a la secre guera del Ing. Garza Treviño porque ahora sí la muerdo”.
Con los ojos más caninamente húmedos que he visto en los últimos meses, el guardia uno miró el amplio, rotundo y movible trasero de la rubia. Estoy segura que ella hizo felices no sólo a los guardias sino al respetable público masculino que le acompaña, porque claramente se le veía la tanga oscura.
Aunque piensen que fue un embotellamiento eterno, la escena que presencié desde mi coche duró un instante. El guardia segundo ni siquiera pudo concentrarse en escanear bien a la rubia, porque vio la terneza de perro frente a carnicería de su camarada.

Ambos por fin pudieron reír cuando la rubia desapareció tras cruzar el portón. Yo me reí mucho también. Dicho lo cual avancé y me fui.

PS: Yo me dejo ver en Ivaginaria en Twitter y en Ivaginaria en Facebook, y pongo a sus órdenes en correo: elia.martinez.rodartegmail.com

Elia Martínez-Rodarte | 06 de febrero de 2012

Comentarios

  1. Martin minijuegos
    2012-02-07 03:39

    Asi mismo es el mes del amor y para los que no tienen con quien compartir den amor a los familiares y amigos no somos eternos y juntos podemos hacer un dia mejor cada dia


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