Nos fascina tanto la tecnología que no nos damos cuenta de cuándo la utilizamos para mejorar nuestras vidas y cuándo para empeorarlas. Las llaves inglesas sirven tanto para apretar las tuercas como para aflojarlas, lo que se haga con ellas depende del humano.
¿Qué es un snark? Nadie parece tener del todo claro con qué palabras se ha llegado a esta combinación. Martin Gardner cita una supuesta declaración de Carroll en la que lo define como mezcla de “snail” (caracol) y de “shark” (tiburón). Sin embargo, y ante la duda sobre la veracidad de esa fuente, añade que otros autores ven en ella una “snake” (serpiente), e incluso hay quien aventura los verbos “snarl” (gruñir) y “bark” (ladrar).
La guillotina-piano es una máquina compleja que no sabe funcionar sin la lubricación que, de tarde en tarde, le proporciona mi egolatría. Bajo sus aceros aguzados y los macillos que regulan su intensidad y timbre siempre estoy yo.
Hoy sale a la venta en Norteamérica y unos cuantos países europeos (incluyendo España) Xbox One, la nueva consola de Microsoft. Y la semana que viene lo hará en nuestro país PlayStation 4, de Sony. Ambas máquinas nacen con la intención de marcar la evolución del videojuego durante lo que queda de década aunque, por primera vez desde los años ochenta, no estamos muy seguros de que sea así.
Recorrimos el pasillo en penumbra hasta que las paredes se fueron separando y hundiendo en la oscuridad. Tardé en darme cuenta de que la luz provenía del mismo homúnculo, un leve resplandor como si estuviera encendido, pero que no se percibía al mirarlo directamente. Nuestros pasos comenzaron a despertar ecos lejanos y noté un olor a mar. El suelo se volvió irregular, piedra desnuda y húmeda.
Sancho agoniza en su cama. El dolor no le deja pensar con claridad, hace tiempo que es como una nube molesta y difusa que lo humedece todo. El cura le aplica una compresa mojada en la frente, el cuello, los labios, tratando de que el pellejo que cubre sus dedos no resulte brusco ni ajeno.
Consciente de las posibilidades que ofrecía, narrativamente, aprovechar la mirada inocente y desprovista de prejuicios de un extranjero y «traducirla» a la sociedad francesa del siglo XVIII, Montesquieu relata en sus Cartas persas la estancia de dos viajeros persas que, tras haber salido de su país, narran su periplo por Irán, Italia y Francia en misivas dirigidas a amigos y familiares. La mirada oriental de estos protagonistas se desarrolla a lo largo de una correspondencia polifónica: su ingenuidad e impertinencia les hace criticar la política, la religión y las costumbres francesas —y por extensión, las occidentales— con un desparpajo y una dureza inadmisible en un «autóctono».
En 1992, Eduardo Mendoza escribió El año del diluvio que él calificó, con acostumbrado rigor, como un melodrama y que yo calificó, con imprecisión habitual, de precioso bolero. Que transcurra en los años cincuenta confirma mis sospechas. Podría releer y seguir oyendo viejos temas de Los Panchos o Bola de Nieve durante ella.