«Porque tu [sic] no eres menos que yo #SiNoTeSiguenYoTeSigo»
(María José Besora)
Llegamos al final de esta etapa y no me resigno a dejar escapar en esta columna una mención a la filosofía del ‘si me sigues, te sigo’, una idea llevaba contradictoriamente al paroxismo por la inefable María José Besora, modelo y ex miss España. Por suerte, la exministra María Antonia Trujillo la ha estado liando en Twitter estos días —lo cual tiene mérito, considerando que su cuenta tiene candadito—. Ha dicho muchas cosas la exministra de las rememoradas Keli Finder, me quedaré aquí con la menor quizá, pero la más interesante a mis fines —pidiendo disculpas de antemano por la descontextualizacion interesada—; y es que no todos los días admite un tuitero/a tan claramente la importancia del número de seguidores como indicador de relevancia y estatus en esta red.
Hace unos días decía María Antonia Trujillo desde su cuenta de Twitter, en el marco de un acalorado debate en torno a la lengua catalana:
A tenor de los comentarios que me fui encontrando en Twitter ese día, parece ser que las palabras de la ex ministra encontraron poca comprensión. Y sin embargo, pese a lo desafortunado de la expresión, la idea plantea preguntas interesantes: cuando el número de réplicas a un comentario supera tu capacidad para gestionarlas ‘en directo’ y tu objetivo es efectivamente debatir e influir sobre la red ¿cuál debe ser el criterio de selección? ¿Sólo el criterio del interés de la réplica?
Es decir, si queremos sostener un debate que alcance a muchos usuarios, que tenga capacidad de influencia ¿no es el número de seguidores de un usuario un indicador —muy imperfecto, por supuesto— de su capacidad de transmisión a grupos más amplios? Planteo estas preguntas sin una respuesta clara y a partir de la asunción de que efectivamente la señora Trujillo tenía la intención de sostener un debate abierto —algo que, por otra parte, podría ser incoherente con la decisión de mantener su cuenta como privada—.
Las palabras de Trujillo me sirven como contrapunto de lo que María José Besora denominó «#SiNoTeSiguenYoTeSigo un movimiento pacífico […]» Dando así una vuelta de tuerca un tanto lastimosa a la búsqueda de simetría en la vinculación entre usuarios en Twitter, en tanto que Besora da por hecho en la etiqueta que no te sigue nadie —¡pobreee!— pero ella viene a resolver esta injusticia, guarda cuidados. Como ha explicado en múltiples ocasiones desde su cuenta en Twitter, Besora plantea el hecho de devolver el follow como una cuestión básica de educación y casi un hecho moral, de reconocimiento de la existencia del otro. Dentro de su estrategia de gestión de su identidad personal profesional en Twitter —de eficacia, cuanto menos, cuestionable— esta especie de filosofía de todo a cien que proclama que si no te sigue nadie, aquí estoy yo y en este gesto reconozco tu valía personal; ha logrado algo verdaderamente llamativo: invertir los términos característicos del fenómeno de la celebridad. Pese a contar con la cobertura mediática previa en los medios de comunicación masivos, Besora es seguida por menos usuarios de aquellos a los que ella sigue en Twitter —19.995 seguidos frente a 16.105 seguidores—.
Al margen del peculiar caso de la ex miss España, este tipo de prédicas en torno a la simetría de la vinculación como una cuestión de educación, consideración hacia el otro, etc., en una plataforma expresamente diseñada para permitir el ejercicio de la asimetría en el vínculo no deja de sorprenderme. La no reciprocidad forzosa es una característica central y diferencial de esta plataforma frente a otras redes como Facebook; permite a los miembros de la red definir con mayor libertad sus relaciones, al mismo tiempo que funcionan como un valioso heurístico para detectar cuáles son los nodos centrales dentro de cada comunidad, quién ostenta mayor autoridad y ha provocado formas más o menos expresas de reconocimiento y apegos diversos. Es, en definitiva, un indicador de las relaciones de poder en estos espacios.
Frente al discurso de la reciprocidad y la horizontalidad de la autoridad e influencia en las redes, quizá sea hora ya de reconocer cómo espacios como Twitter reproducen las asimetrías de poder preexistentes en el mundo no virtual. Como ha señalado recientemente Ruth Page en un estudio sobre la función de los hashtags en esta red, si bien es cierto que Internet ha permitido la emergencia de nuevos actores en la opinión pública como las microcelebridades y los curadores de contenido, las prácticas asociadas a la microcelebridad en esta plataforma funcionan dentro de un continuo de relaciones y prácticas sociales que refleja y refuerza las jerarquías sociales y económicas existentes en el ámbito no digital (2012: 184).
El caso de Besora es realmente excepcional, puesto que la regla es que las personas que ostentan poder offline vean ese poder reconocido online en forma de visibilidad mediada y capacidad de difusión informativa, entre otros modos. Cambiamos de medio pero traemos con nosotros nuestro bagaje social y cultural. Aunque desafortunada en las formas, me quedo con la sinceridad brutal de la ex ministra: no puedo seguir a 19.000 personas, ni responder a 100 comentarios en una hora y encuentro infinitamente más honesto este reconocimiento que la construcción de audiencias forzadas por una política en la gestión del vínculo donde prima la reciprocidad sobre el interés real de la conversación que generan sus participantes.
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