Estamos a finales diciembre de 2013 y las listas de lo mejor del año emergen por doquier cual caracoles después de la lluvia. Se arrastran subiendo y bajando plácidamente por nuestras redes sociales y nos ayudan a escoger regalos, nos descubren obras y autores hasta el momento desconocidos pasando a definir nuestra lista personal de fetiches e influyendo las de nuestros contactos y amigos.
En todas estas listas el número de nombres de mujeres que aparece es menor que el de hombres. En las listas de música la diferencia está más diluida, pero en las de libros, cine, cómic o humor la diferencia es mayor.
Al mirar estas listas la primera pregunta que me viene a la cabeza es ¿Por qué pasa esto? Y la segunda ¿De verdad debería importarme? Para contestar tengo que posicionarme y buscar las diferencias entre mi experiencia vital o la de mis amigas y la experiencia vital de una persona de otro sexo de mi edad. Esto suele ser extenuante y deprimente, porque cada vida es diferente y compleja. En mi caso, recibí una educación bastante igualitaria, con las castraciones típicas que hemos recibido las mujeres y hombres de nuestra generación y clase. Tengo un hermano casi de mi misma edad, y siempre me interesaron las cosas que parecían “de chicos”. Nunca supe realmente si mi interés venía por el tipo de entretenimiento o porque prefería estar rodeada de chicos porque lo que realmente me interesaba eran… ellos. En cualquiera de los dos casos, hice lo correcto.
Si el análisis educacional no contesta a la pregunta, tal vez la respuesta tenga más que ver con la ausencia de referentes que arrastramos. Estudiamos historia y filosofía en el colegio y en el instituto (algunos todavía estudian religión) y el número de mujeres cuyos nombres tenemos que memorizar es menor. Cuando nos especializamos, empezamos a descubrir que en segundos y terceros planos hubo profesionales con chocho que sirvieron de gran ayuda para el avance de la ciencia, la filosofía, la literatura… Pero si nos fijamos en el entretenimiento o en la “alta cultura” hay muchas menos. ¿Dónde están? ¿Qué nos pasa? ¿Nos da miedo exhibirnos, ser protagonistas, fracasar? ¿Acaso a los hombres no? ¿Es el acoso? ¿No acosan también a los hombres sus enemigos o sus fans locas del coño? Vuelvo a preguntarme ¿Qué significan esas ausencias? Y como no sé que contestar, decido preguntar a alguien de mi sexo y edad, con estas mismas inquietudes todavía más acentuadas.
La ACC (Asociación de Autoras de Cómic) acaba de ponerse en marcha y aunque se encuentra en fase beta y el nombre, a mi parecer, no hace justicia a sus propósitos, ha despertado el interés de mucha gente. El debate está en el aire y yo misma me encuentro formando parte de sus discusiones y tratando de enterarme bien de en qué va a consistir. Ahora mismo entre sus objetivos los que destacan son “recuperar el trabajo de mujeres que formaron parte del mundo del cómic en el pasado, incrementar el número de lectoras y fomentar la divulgación desde la perspectiva de género”.
Entre los miembros más activos de esta asociación se encuentran Carla Berrocal (autora) y Elisa G. McCausland (divulgadora). A ellas les he preguntado si la ausencia de referentes influye en la poca participación de las mujeres en el mundo del tebeo y ambas reconocen que la respuesta es complicada. Carla considera la identificación (mediante protagonismo o bien temática) como un elemento que podría ser importante y que las que nos hemos ido adentrando en el mundillo seguimos siendo auténticas rarezas, aunque cada vez hay más gracias al mayor número de referentes que llegan de lugares como Japón, que curiosamente es una nación bastante machista pero donde prolifera el cómic para adolescentes. Elisa, por su parte, se cuestiona si “chica” o “mujer” no son una máscara que decidimos —o nos hacen— llevar, que referentes feministas hay (igual que de los otros), y que la cuestión tiene más que ver con darle la vuelta al sistema.
“…no lo olvidemos, el sistema somos todos nosotros, pues lo legitimamos con nuestros actos, o ausencia de los mismos. Tú me comentaste una vez cuánto te emocionó que se acercara una niña de siete años atraída por La Muchacha Salvaje a una firma de cómics. Ella también quería dibujar. Esos pequeños sucesos, casi milagrosos, en los que una vocación puede nacer porque se percibe como normal que una chica dibuje comics son importantes. Mucho más de lo que creemos. El género es una herramienta del sistema, una construcción que limita. No estoy contenta con la programación, qué quieres que te diga. No me parece justo. Y no creo en la igualdad. Solo creo en la justicia, en hacer memoria y dinamitar las servidumbres. En la equidad, sí, desde la raíz. “
Aunque creo que Elisa tiene razón, sigo sin entender del todo la cuestión de los referentes y su influencia en la diferencia numérica de las listas, aunque desde luego la recuperación y manutención de esos referentes, sean del sexo que sean, es fundamental para la formación de futuros y futuras autoras…
Creo que la clave está en mirarles a ELLOS.
Tratad de sentiros, por unos segundos, en la piel de un hombre adulto de los años cincuenta que pudiera echar un vistazo al entretenimiento de hoy en día. ¿Qué sentiríais? Para empezar, viendo todas esas barbas y jerseys a rombos puede que pensarais que el mundo se ha llenado de bufones, salvajes, putas y maricones. Y no solo eso ¡Hombres hablando abiertamente de sus sentimientos! ¿A dónde nos está llevando la lucha por la igualdad? Ni idea, pero está funcionando también desde el otro lado. Por lo menos lo constato diariamente con mis colegas de profesión y no veo muchas diferencias entre ellos y yo. Todos solemos tener el mismo tipo de inquietudes creativas. Las mismas crisis, el mismo agobio con el dinero o las fechas de entrega… Muchos de ellos hacen las labores del hogar. Cuidan de sus hijos, cocinan… La revolución está en ellos.
Santiago García (divulgador y guionista) y David Rubín (dibujante) acaban de publicar la adaptación del poema épico Beowulf al cómic de la mano de la editorial Astiberri. El otro día lo leí y constaté que se trata de una machada. Durante su lectura deseé en varias ocasiones poder tener un pene gigante para poder llenar de semen un pantano. Beowulf es tan macho que en ocasiones resulta cómico (igual que en la película, que por cierto, me encanta). La adaptación que han hecho García y Rubín está ejecutada casi como un ballet ruso. La multitud de recursos que han utilizado es apabullante y Rubín se ha lucido con un dibujo magistral. Aunque también ha habido cosas que no me han gustado y que tienen más que ver con la composición de algunas páginas, en general me parece un trabajo cojonudo. Y “cojonudo” es también el tema ya que se trata de la adaptación literal de un poema épico protagonizado por nórdicos rudos demostrando quién es más macho, y “cojonuda ” ha sido su ejecución, llevada a cabo por dos hombres y prologada por un tercero, Javier Olivares, quién iba a ser el primer dibujante en un proyecto que García deseaba llevar a cabo desde su adolescencia. Conozco bien a estos tres autores, son de esos hombres sensibles con barba de los que os hablaba. Ironizando sobre el tema con el propio David Rubín me dijo que él pensaba que Beowulf tenía algo de femenino. Estuve dándole vueltas a eso y cuando llegué a casa le pregunté qué había querido decir.
“Me refería a que aunque es una obra en donde casi todos los personajes son masculinos y rudos, no esta planteada desde un punto machista o de macho, no es Conan el bárbaro, las relaciones entre los personajes son ambiguas e incluso sensibles pese a su aspecto, sólo son arquetipos en apariencia, son complejos, como podría serlo un personaje femenino o cualquier otro. En el fondo habla de temas universales, es una obra para un público amplio”.
Beowulf no parece un tebeo para chicas. No le he preguntado a David que tipo de lectores acuden a sus sesiones de firmas, pero puedo imaginar que hay una mayoría masculina. Sin embargo, la primera vez que vi un dibujo suyo pensé que lo había hecho una chica. A día de hoy, con todo el Beowulf encima, sigo pensando que su estilo tiene algo de femenino. Y él mismo está de acuerdo. ¿Habría sido lo mismo Beowulf dibujado por una tía? ¿Habría existido? Nunca lo sabremos, pero seguramente sí. Pero ¿Y si hubiesen decidido hacer una adaptación de Beowulf cambiando a su protagonista por una guerrera nórdica? Hasta a mí se me hace raro.
Me dicen que las mujeres somos más prácticas y que por eso terminamos escogiendo profesiones que nos alejan del vértigo de la incertidumbre. Que pasar dos años dibujando un tebeo o dirigiendo una película para el beneficio que conlleva no nos sale a cuenta. Puede que así sea.
Cada día me peleo conmigo misma por no estar dibujando más ¿Cómo es posible que a punto de cumplir treinta años solamente haya publicado un tebeo? Miro a mi alrededor y veo a mis colegas hombres, dibujando compulsivamente, apareciendo en esas listas, grabando sus películas, publicando sus libros… Miro a mi alrededor, a mis colegas mujeres (o a mí misma!), preocupadas por esas listas, indignadas porque su jefe las llama guapitas, enfurecidas porque algunos lectores les señalan con el dedo y gritan “MIRAD, TIENE TETAS” y sé que tienen razón. Pero quejarse no es suficiente. Hay que pasar a la acción y empezar a repartir hostias. Hay que dibujar más, escribir más y tener menos miedo y más mala leche. Por favor nenas, poneos las pilas, que si todo va bien, os espero en las listas del año que viene.
Gracias a Alberto Haj-Saleh y Marcos Taracido por haberme dado la oportunidad de escribir y a vosotros por leer Libro de Notas. A partir de ahora podéis seguir leyendo mis reseñas y otras divagaciones en la web de Entrecomics.
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