Raúl Pérez Cobo
En el verano la poesía abandona los estantes de mi pequeña biblioteca, se va al probador y sale con un traje de baño, divino, la loción bronceadora para el pecho de Adonis y me pide que preparemos la mejor playa posible, para tendernos a mirar estrellas, drogados con el imbécil de Baudelaire o de Rimbaud, porque San Juan de la Cruz no está dispuesto a mortificarse contemplando las carnes de cualquier mortal. Así que esta temporada viene conmigo en este tour playero la bohemia y poco más. Las neuronas no son demasiado acuáticas o dadas a la arena. Los clásicos castellanos se atrincheran en el fondo de la biblioteca y se hicieron irreductibles. Nadie los ha podido mover de su encierro apolillado. En este tiempo, los poetas juveniles, los que perdieron la jovialidad, ya buscan el amparo del abrigo para el próximo y posible invierno. Mientras la playa se llena de endecasílabos y Garcilaso se pone las botas y otras cosas en la orilla, ligando con cualquier extranjera, ya que las españolas prefieren nadar a contracorriente y alejarse de la poesía al primer acento...
Pero Garcilaso, un hombre de conquista, no se amilana y entre el tanga que le trae Boscán y los cubatas nocturnos de la anterior noche, toma los chiringuitos como si fuesen puticlubes. Los extranjeros piensan que es una atracción turística envidiable: sol, playa y los clásicos. Entonces piensan que los españoles hemos elevado el nivel cultural de la patria. Y piensan que ya estamos integrados en un Europa digna de permanecer en los libros del futuro.
Pero si Garcilaso es un ligón playero, Manrique es de la liga de los nudistas. Me dicen que anda por los riscos de una cala virgen, curándose la depresión que le produce la fama, la fama de un solo poema, como a Lorca el Romancero Gitano. (El agua calma, que se lo digan a aquel Albatros francés...)
Hay más poetas en el agua. Me acompañan también aquellos que no saben nadar: don Antonio Machado estará, como hombre poco dado a las extravagancias, intentando ahogarse rápido. Un hombre poco dado a movimientos absurdos intentará perecer en el líquido elemento cuanto antes. Así que sus Campos de Castilla se perderán entre la sal y la sotabarba de algún pez del Mediterráneo.
Quizá se pierda también algún poema de la experiencia, para que la experiencia no se olvide y en ese tránsito, tal vez emigre hacia Rusia alguno de los intocables de las letras.
Marinero en tierra.
(Porque no hay asunto más engorroso que el barro de la playa, de la misma playa, una y otra vez... “amarrado al duro banco de una galera turquesa...”... así que deberé fletar en este barco pesquero de poesía, en este turista de chanclas literarias una minitantología bote de salvamento que me lleve a no aburrirme con iguales zambullidas...)
Debemos tener en cuenta la loción protectora, alabanza de porte y menosprecio de aldea: que hay tanto sol que se extingue en dos rayos como endecasílabos de culturista o cultureta playero.
Solo pido una cosa: no quiero volver a Troya. Es más solo hay un itinerario posible: dejar Itaca a barlovento, a bar...sin mojarme...
Solo una pregunta: Es lo mismo "Poetas en la playa" que poetas playeros?
Hablando de Don Antonio. Machado un poeta de playa? Lea usted el poema que sigue don Raul...
Noche de verano
Es una hermosa noche de verano.
Tienen las altas casas
abiertos los balcones
del viejo pueblo a la anchurosa plaza.
En el amplio rectángulo desierto,
bancos de piedra, evónimos y acacias
simétricos dibujan
sus negras sombras en la arena blanca.
En el cénit, la luna, y en la torre,
la esfera del reloj iluminada.
Yo en este viejo pueblo paseando
solo, como un fantasma.