Queridas amigas: una enorme pregunta moral pende sobre mi cráneo. El mundo está lleno de momentos como este en el que un humildísimo servidor se encuentra. Y es en esos momentos en los que uno se pregunta si es lícito juzgar a sus semejantes, aunque ellos y ellas sean mejores que uno.
Por ejemplo, ¿es lícito que vosotras me juzguéis a mí? ¿¿A MÍÍÍÍ?? Claro, la primera respuesta que me viene a la mente es que NO. Está prohibido que vuestra relación conmigo sea otra que la de adulación pura y dura, sin edulcorantes, sin falsedades. Vosotras, queridas amigas personas lectoras, estáis obligadas a idolatrarme hasta que se os cansen las rodillas.
Y no es que yo lo necesite, ¿eh? Que puedo vivir perfectamente sin que me ameis absolutamente y para siempre. No, no es por mí. Es por vosotras. Yo sé que necesitáis a alguien que os proteja de la televisión que os obsesiona. Y como soy vuestro protector y paladín, vuestra única defensa ante el aluvión de excrementos que devoráis sin cesar a través de la pantalla menuda, pues tenéis que quererme. Si no, mi especial estilo de acupuntura mental no funciona.
Pero yo, aunque lo creáis, y siento decepcionaros un pelín, no soy el único héroe infinitamente amado en este negocio de la tele... Vale, yo no estoy en el negocio, pero para lo que a vosotras os concierne, como si lo estuviera. ¿Entendidos? Pues bien, os decía, y tenéis que tomároslo con filosofía y deportividad, no soy el único ídolo.
Y lo que es más, mis más amadas amigas lectoras, yo también tengo héroes e ídolos. Creo que sabéis perfectamente de quien estoy hablando. Creo que lo sabéis desde hace tiempo. Yo jamás lo he ocultado, siendo como soy una persona honrada y dueña del mejor perro salchicha del mundo: Borja.
Pero Borja, aunque lo cuide y lo deje cagarse en las aceras para que os entretengáis un rato limpiándoos el calzado y dejéis de perseguirme cada vez que salgo de casa, no es ese ídolo del que estoy hablando. Borja es una persona-perro del montón, pero no es mi héroe. Y mi héroe tampoco es mi héroe, sino mi heroína, mi droga. Es una mujer. Todas conocéis su nombre, y yo no tengo por qué repetirlo.
Y la razón de este excelente artículo es que mi heroína cambia de cadena. Sí amigas, mi heroína se larga de Tele5 y aterriza en Antena3, con todo el verano de por medio para irse de vacaciones y planear su nueva aventura en la tele diurna. Y yo le estoy infinitamente agradecido, la verdad.
Hace tiempo os prometí un artículo titulado "24 horas con Antena 3". Y la idea del artículo, como su nombre indica, era pasarme un día entero delante de la caja lista sin cambiar de canal. Mis amigas y amigos llevan tiempo intentando disuadirme. Yo les he dejado hacer. He hecho como si pensara que tienen razón, que nadie en su sano juicio puede pasar tanto tiempo viendo la cadena menos rentable de la tele (aparte de TVE). Pero yo lo imaginaba como una aventura. Como atravesar el Polo Norte en submarino, cruzar el África ecuatorial con patines o leer a cualquier novelista español de los últimos diez años. Incluso he ido buscando financiación para cubrir los gastos de semejante hazaña. El noble Marcos Taracido, director de Almacén y hombre por lo general generoso, me envió hace unos meses una bolsa de patatas fritas y un par de latas de gaseosa. Mi chavala compró un cojín especial para sentarse en el suelo a ver la tele y no ocupar todo el sofá. Y la estanquera de la esquina me regaló un mechero con propaganda de una marca de cigarrillos rubios infumables; temía que me quedase sin fuego y las ya de por sí difíciles condiciones de mi aventura empeorasen al punto de que me volviese loco.
María Teresa no llega a Antena 3 hasta septiembre. O sea que tengo tres meses y pico para lograr mi hazaña. Y no es que no se pueda hacer si ella está, claro que se puede. El problema es que sería demasiado fácil. ¡Cualquiera puede pasarse 24 horas con A3 si cuatro de esas horas las ocupa MTC! No, amigas, tengo que lograr mi hazaña antes, mientras las condiciones de la aventura sean realmente árduas y adrenalínicas. Yo soy un verdadero aventurero. Me encanta el riesgo. Vivo para el riesgo (y para vosotras, claro). Y no pienso permitir que mi gesta se desluzca sólo porque MTC ha encontrado un nuevo hogar en la otra cadena privada. Mi reputación de caballero catódico pende de ese hilo.
María Teresa es mi heroína, sí, y tendré mucho gusto en pasar las mañanas viendo como sus personas colaboradoras le hacen la pelota, la más algre y triste de las genuflexiones. Pero todavía no. Todavía tengo una misión que cumplir. Podéis contar conmigo. Soy vuestro héroe, defensor, paladín y sex-symbol. Os debo esta arriesgado lance, queridas amigas personas lectoras, y no pienso echarme atrás.