En una librería de mi ciudad encontré una sección titulada HUMOR-OFERTAS-ESPAÑA. Dá qué pensar.
Había salido a la calle en busca de un tema para esta columna y, como es mi vicio, acabé metido en una librería, en este caso de saldos, hojeando libros que a nadie le han interesado lo suficiente como para comprarlos a su primer precio.
Está claro que el título de la sección es en realidad dos títulos unidos con celo por la palabra central. Por eso supongo que no ha molestado a ningún empleado de la librería lo suficiente como para cambiarlo. Pero el letrero no es lo peor.
Justo debajo de la palabra HUMOR encontré varias ediciones de la Biblia. ¿Se trataba del trabajo de un bomista secreto o simplemente de un descuido? No me atreví a preguntarlo por miedo a que lo cambiaran. Y menos cuando unos estantes más abajo encontré las obras del Doctor Marañón. Lo que sí haré es ir a las casas de mis amigos y pedirles que reorganicen sus bibliotecas.
En esa librería, mientras pagaba por un catálogo de Sotheby’s de incunables, libros antiguos y primeras ediciones que me pareció que le haría gracia a uno de estos amigos con biblioteca, cayó un cascote de una cornisa. Un señor que caminaba por la acera lo evitó milagrosamente, enitándose así no el susto, pero sí el viaje a urgencias.
Claro, nadie echó ese cascote al suelo voluntariamente. Pero examinando el frente del edificio, vi que había varias cornisas y balcones afectados por la humedad y que podían poner en peligro la salud, incluso la vida, de los viandantes. No ha habido la voluntad, hasta ahora, de arreglar el problema.
El otro día, en una librería cercana a mi casa, mientras hablaba con el librero, después de pagar una Historia del ocio que ya comenté en esta columna, oímos el ruido de algo que se estrellaba contra el pavimento. Era un tiesto, con planta y todo, que se les había caído a los operarios de una mudanza. La mujer que acababa de salir de la librería evito el daño del golpe por segundos. Si hubiera tardado un poquito más en despedirse, o el librero en darle el cambio, algo malo podría haber ocurrido. Tampoco hubo voluntad ni voluntariedad en el asunto.
Se me ocurrió la idea de este artículo esta tarde cuando decidí no pasar por debajo de la escalera mecánica de otro camión de mudanzas. Dicen que es mala suerte pasar por debajo de una escalera. Será porque las cosas se caen.
La vida está palgada de accidentes, risibles o desgraciados, de cosas que ocurren sin que la voluntad de alguien las provoque. Simplemente andar por la calle es abrirse a ellos, arriesgarse. Pero no pienso encerrarme en casa, eso lo tengo por seguro. Según las estadísticas, el riesgo de accidentes es mucho mayor.