Termino con esta entrega las reflexiones que me suscitaron los comentarios de una amable lectora. Soy consciente que cada uno de los apartados merecían artículo aparte, y sin duda reaparecerán, bajo otras ropas, otros oropeles, en entregas sucesivas.
Civilidad, política y dogmatismo
Creo no haber expuesto mis razonamientos del artículo anterior en base a “planteamientos políticos”, cosa que me pedía explícitamente mi correspondiente, y si la amable lectora quería decir con ello “dogmatismo”. Si se refiere a los valores, principios, ideas, creencias, criterios, gustos, predilecciones y fobias que conforman mi pensamiento, admito que en ocasiones son irrefrenables, pero sólo en mi casa y ante mis mujeres. Pero puede que el principio más importante que mantengo y que nos afecta en este momento es el de reivindicar la civilidad, la política en el sentido más honorable: la necesidad de que el ciudadano participe activamente en la conformación de la sociedad en la que vive. Esta participación activa necesita una formación previa en los valores y formas de la democracia, en los deberes y derechos de los seres humanos en general y de los ciudadanos europeos y españoles en particular.
Admito estar muy lejos del razonamiento aristocrático de Platón en la República. Es aleccionador de hasta qué punto entre éste y el “siempre dije que no puede valer lo mismo el voto de un obrero que el de un ingeniero” sólo media una pequeña pirueta verbal. Me consta que en el bachillerato español es lectura obligada, que es la forma perfecta para que nadie lo lea. Y se debiera, con glosa y apostillas. Por si ha caso, aquí les va:
“–Así, pues, ¿no pensarás también que, si la irregularidad en la vida ha sido vituperada desde antiguo, lo ha sido porque con ella se da rienda suelta en mayor grado de lo conveniente a aquella bestia terrible, a aquel grande y abigarrado animal que queda referido?
–Es claro —contestó.
–¿Y la insolencia y el mal humor no se censuran cuando lo leonino y colérico crece y se extiende desmesuradamente?
–Bien de cierto.
–¿Y el lujo y la molicie no se censuran por la flojedad y remisión de este mismo elemento cuando producen en él la cobardía?
–¿Qué otra cosa cabe?
–¿Y la lisonja y la bajeza, cuando alguno pone eso mismo, o sea lo irascible, bajo aquella otra parte turbulenta y, por causa de las riquezas y del insaciable apetito de ésta, humilla a aquélla desde la juventud y la hace convertirse de león en mono?
–Bien seguro —dijo.
–Y el artesanado y la clase obrera, ¿por qué crees que son vituperados? ¿Diremos que por otra cosa sino porque son gente en quienes la parte mejor [i.e. la divina o espiritual] es débil por naturaleza, de modo que no puede gobernar a las bestias que hay dentro, sino que las sirve y no es capaz de aprender más que a adularlas?
–Eso parece —replicó.
–¿Por consiguiente, para que esa clase de hombres sea gobernada por algo semejante a lo que rige al hombre superior, sostenemos que debe ser esclava de este mismo hombre, que es el que lleva en si el principio rector divino; y esto no porque pensemos que el esclavo debe ser gobernado para su daño, como creía Trasimaco de los sometidos a gobierno, sino porque es mejor para todo ser el estar sujeto a lo divino y racional, sea, capitalmente, que este elemento habite en él, sea, en otro caso, que lo rija desde fuera, a fin de que todos, sometidos al mismo gobierno, seamos en lo posible semejantes y amigos?
–Exactamente —dijo.
–Y la ley —dije yo— muestra también que es eso mismo lo que quiere, puesto que da favor a todos los que viven en la ciudad.”
En cuanto a la referencia a las dos españas, me extendería demasiado en explicar el significado histórico de las palabras de Machado para que se entendiese de qué hablaba. Baste decir que se trataba de actitudes, no de ideologías, hasta el punto que Aznar pertenecería a la segunda, la de la rabia y la idea, y no a la de charanga y pandereta, y que para Machado la república era el mecanismo político idóneo para superar las dos españas: sorprendente, sobre todo para una derecha que identifica a Machado y la república con una de ellas.
Si hablamos de la vulgarización que produjo la identificación de las dos españas con los bandos de la guerra civil, alguna puntualización es necesaria. Es curioso que quienes piden la superación de las dos españas, o sienten la necesidad de proclamar que no pertenecen a ninguna de ellas, sean personas de ideología conservadora. No es que me parezca mal, pero las cosas “significan” algo: la necesidad de la derecha española de borrar un estigma que, si bien es perdurable desde el punto de vista histórico, no tiene por qué afectar a los individuos que no vivieron semejante dicotomía. Quienes fuimos vencidos tuvimos que aprender a olvidar, a ser sumisos, a convivir con el ganador, a aceptar que éramos ciudadanos de segunda categoría si queríamos continuar siendo españoles. Fuimos demonizados, literalmente. Aún recuerdo a mi abuelo, miembro del partido comunista desde su fundación en este país, pegado al televisor durante la final de la Eurocopa de 1964, España-URSS. Le pregunté qué miraba con tanta atención. Me contestó: “es que no les encuentro los cuernos y el rabo”.
Sin duda la historia personal y la educación en los sentimientos familiares marcan una vida. Lo único malo es no ser consciente de ello. Irene, recuerda a tu bisabuelo; al menos, lo que yo te cuento de él.
Por más que releo mis comentarios no veo qué le ha llevado situarme en el tipo con rabo y cuernos (estos sí los tienen, con lo cual le será fácil enseñar a Irene a distinguirlos) que: “dice que no puede valer lo mismo el voto de un obrero que el de un ingeniero”, “piden la superación de las dos españas”, “que identifica a Machado y la república con una de ellas”,...
Una llega al final siempre a la misma conclusión: “el que no está conmigo, está contra mí” (espero que haber puesto una cita del evangelio no le lleve a pensar que soy de aquellos que quieren la vuelta al Concilio de Trento). Es cansado recibir tanta agresividad de forma totalmente gratuita.
Es bien sabido que para que pueda haber ese “debate intelectual”, que usted echa en falta, son necesarias, para empezar, dos condiciones: conseguir partir de un lenguaje común (esta es condición necesaria, aunque no suficiente, y creo que con algún esfuerzo se habría podido conseguir) y, previamente, tener buena disposición (esta es condición necesaria y suficiente, no creo que usted la haya cumplido en ningún momento, yo en este momento tampoco).
En cualquier caso antes de despedirme definitivamente me gustaría hacer algunas aclaraciones:
1. Mis comentarios se referían a dos aspectos. El primero queda muy bien reflejado en la primera parte de su comentario I (y habría sido interesante seguir profundizando en nuestra discrepancia). El segundo tiene que ver con la igualdad humana y la condición humana equiparada a su condición laboral (lejos de los lugares comunes a los que usted hace referencia).
2. Con respecto a mi deformación profesional, ya me gustaría tenerla, porque implicaría dos cosas: que yo sé mucha psicología y que, actualmente, la psicología tiene un corpus de conocimiento como para aplicarse a los temas de los que trataban mis comentarios. No he oído hablar nunca de las teorías a las que hace referencia, no he enfocado nada desde la psicología (de hecho dije expresamente que no era este el lugar para hacerlo). Ya hay que tener deformación profesional (o personal) para inferir de mis palabras todo lo que usted infiere. En cualquier caso, le recuerdo que las ideas de Darwin resultaron desternillantes en su época, eso sí es conservadurismo. Hay otras formas de rebatir las teorías.
3. “Entre los poetas míos, tiene Machado un altar”, no hace falta que me lo explique. Pero un consejo: el lenguaje es algo vivo y si no utiliza las palabras con el significado que la mayoría entiende, la comunicación es imposible. Uno tiene que saber en qué contexto está hablando.
4. Sí, existen personas que están al margen de las dos corrientes de opinión predominantes, ni las más conservadoras, ni las más liberales, ni las más buenas, ni las más malas. Que además no suelen participar en debates políticos (uso coloquialmente este término, igual que el de clasismo, no soy experta en historia, ni en sociología y, no puedo hacerlo de otra forma; creía que iba a exponer algo de esto en su segundo comentario, que para mí habría sido más instructivo que el que usted ha hecho).
5. No soy una “amable lectora”, soy una “lectora crítica” (espero que no haga uso del significado popular del término, ya que no acostumbra). Pero ya veo que sólo le interesan los lectores amables.
Yo a mis hijos les enseño un profundo respeto por sus abuelos y por los abuelos de los demás, y una actitud crítica hacia sus ideas.
Sus comentarios han evolucionado, justo tal y como los titula: de la “civilidad”, a la “política” para acabar en el “dogmatismo”. Nunca tuve intención de participar en un debate de este tipo, y menos en una revista como Almacén.
Pido disculpas por ello.
Excelente el comentario de María José. Me parece que ya es hora de poner en su sitio a quienes ocultan tras verborrea y citas históricas / literarias ideas reaccionarias y mal argumentadas.
Yo voto por los que no pertenecen a ninguna de las dos Españas, es decir, los que portan una cabeza que no embiste.
Gracias, María José.
Comentado por ErManitu el 24 de Abril de 2004 a las 09:57 AM