Raúl Pérez Cobo
La tinta no es más que un invento de las palabras, un mal invento, para perdurar. Podemos decir que la palabra no es menos que un invento de la tinta, por no ser desperdiciada. Aunque si hablamos de literatura, lo que hace que una lengua sea constante, es misión de acentos hacer que un verso se inmole en el panteón de la memoria. El mundo está señalado por la palabra, aunque su gasto —en algunos— fuese excesivo y agotasen su poder. Sin embargo la mortalidad de las letras, ante un paredón de fusilamiento nunca se ha visto un condenado alzar una obra, y sí una obra alzar el fusilamiento de un condenado, está en el hombre que la reclama. Un escritor sabe hasta dónde llega la capacidad redentora de un acento: el público lector lo imagina y los editores le ponen pasta, lo encolan y hacen dinero.
La sociedad no necesita de una lengua, y sus caracteres escritos son aún menos necesarios. El papel gastado en “obras” es menos papel, papel inútil, inservible, asesino. La ecología nunca se lee en una corteza. Pero esta sociedad burguesa, industrial, todavía sacrifica bosques por poner en rústica la combinatoria de un alfabeto que nada más sirve para adornar en cuero pigmentado la vanidad del poseedor, la vanidad del que a tintero dejó unos cuantos signos, inverosímiles y estúpidos.
La selva está ahí, la selva no es una biblioteca, ni los balleneros son los de Melville –a pesar de haber estado más poseído por la madera mercante que otros-, y no se parece ni que la hubiese retratado Galdós o Baroja. Todo es falso, esto es: imaginación. Y la pretendida realidad, no sabe qué cara poner cuando la mencionan, en quinientas páginas o en unos pocos versos —alimento de su radiografía, corpus sagrado de lo vivo—.
Lo único que me inspira respeto es la noble y silenciosa tarea del olvidado acento, él pone las cosas en su sitio.
Mas hay quien dice que “el poema acomete la fijación por la palabra de lo condenado a lo incesante cambio y movimiento. Ahora bien, es lugar firme y seguro la palabra? El lenguaje no es un instrumento fijo, como cotidianamente tendemos a creer, no es un dato establecido por los siglos de los siglos, sino creación constante, energeia. Esto, que el ser del lenguaje es dinámico, solemos olvidarlo frecuentemente, acostumbrados como estamos por la vieja metafísica a pensar el ser con categorías estables. No se trata, sin embargo, de una dinamicidad desenfrenada, sino que obedece a la necesidad de no quedar, en el anquilosamiento del uso cotidiano, superado por el fluir incesante del devenir; y ello porque el uso que cotidianamente hacemos del lenguaje provoca el desgaste de las palabras”. Por tal motivo hay una poesía “moderna” que no es capaz de permanecer en el hombre más de un café, por su futilidad, por sus motivos sin descendencia, por el uso “cotidiano” que hace, por el abuso a la palabra.
No hay ocasión de mejor ánimo para la poética del silencio, para la poesía o la novela que ni sirve para envolver un bocata, ni para limpiarte las inmundias.
Basta por la salud del tintero, basta por la mente abierta y violada del alfabeto, basta de que los escritores se otorguen el papel de las comadres (y ni siquiera de Windsor).
Los textos de Raúl tienen, para mí, la virtud de recordarme viejas preocupaciones. Tintas, la buena tinta es perdurable y al paso del tiempo, sobre un papel bien hecho, enriquece sus matices y se transforma en joya. El trazo de la mano, como un baile, queda registrado, como una huella.
Otra cosa son los signos y su significado, a medida que pasa el tiempo se vuelven misteriosas o evocadores. Lo sabían los calígrafos chinos y japoneses.
La emulsión de goma arábiga y negro de humo (obtenido por ejemplo de la combustión de velas de cera) da una tinta, que sirve para escribir o para investigar y conocer el mundo (pintura zen?). Es tambien un ejercicio de autoconocimiento, una autorevelación. Y como tal puede carecer de normas estéticas o gramaticales, cada cual crea las suyas según su propia necesidad.
Otra cosa distinta es prentender 'comunicar' a terceros aquello que sentimos, si es esto lo que queremos habremos de sujetarnos a normas precisas, normas y códigos que antes soñaron otros.
El alumno copia obras para hacerse con el espíritu del maestro. Solo hasta que descubre su propio espiritu, entonces solo lo entienden sus iguales. Mejor dicho: hace vibrar a sus iguales.
Creo que la tinta es un invento para que perduren los 'aromas' no las palabras, perduran las huellas de un hombre caminando hacia su interior y no sabiendo hacia donde va.
Es posible, como apuntan algunos, que al final del ese camino se encuentre el silencio. No lo sabemos, puesto quien llega tan lejos no necesita ya las palabras ni deja 'huellas', solo podríamos percibir leves aromas mirando sus huellas (palabras o simples trazos de tintas).
Querido Cayetano, la eternidad es azul -por la tinta-. Tu respuesta me hace observar "EL Perfume", y toda una antologia de japoneses que escribian para conocerse, obviando la posteridad, y por tanto "los post".
Razon tienes maestro: que perduren los aromas, a mi ya se me estan cayendo las tildes...
un abrazo
Comentado por raul perez cobo el 26 de Abril de 2004 a las 08:43 AM