Antonio Cambronero
Autor de la bitácora Blogpocket
(Fragmento de un artículo de próxima aparición en papel)
Introducción
Si pudiéramos viajar en el tiempo hasta 1969 y acomodarnos entre los miembros de cualquier familia, tipo Alcántara, nos sorprendería comprobar la total ausencia de tecnología en el ámbito del ocio. El entretenimiento y la diversión carecían, casi por completo, de elementos electrónicos.
En este artículo, analizaremos las consecuencias de la incorporación de las nuevas tecnologías al ocio. Tras una primera parte, donde repasaremos el significado del ocio y el ocio electrónico, ahondaremos en algunos de los problemas que provoca la excesiva presencia de lo electrónico en el mundo del ocio, donde la comunicación, la libertad, la educación y muchos otros factores, esenciales para el desarrollo humanístico, juegan un papel muy importante. Finalmente, concluiremos con las implicaciones pedagógicas.
Pero antes, y enlazando con el primer párrafo de esta introducción, no dejen de leer el siguiente mensaje, uno de esos muchos relatos que se reciben por correo electrónico y que, en tono de humor, refleja a la perfección lo mucho que ha cambiado la forma, para niños y jóvenes, de disfrutar del tiempo libre.
'Reflexionando sobre aquellos años. Este correo esta dedicado a las personas que nacieron entre 1960 y 1975 (y antes).La verdad es que no sé cómo hemos podido sobrevivir. ... sobrevivir a nuestra infancia. Aunque no todo tiempo pasado fue mejor ¿eh? Porque fuimos la generación de la 'espera'; nos pasamos nuestra infancia y juventud esperando. Teníamos que hacer 'dos horas de digestión' para no morirnos en el agua, dos horas de siesta para poder descansar (?), nos dejaban en ayunas toda la mañana del domingo hasta la hora de la comunión para... todavía no sé para que, los dolores se curaban esperando, 'aguantaformo' se llamaba. Pero... Mirando atrás, es difícil creer que estemos vivos: Nosotros viajábamos en coches sin cinturones de seguridad y sin airbag, hacíamos viajes de 10-12 h. con cinco personas en un 600 y no sufríamos el síndrome de la clase turista. No tuvimos puertas, armarios o frascos de medicinas con tapa a prueba de niños. Andábamos en bicicleta sin casco, eso sin contar con que hacíamos auto-stop. Más tarde en moto, sin papeles, y no la habíamos robado. Los columpios eran de metal y con esquinas en pico, y jugábamos a 'lo que hace la madre hacen los hijos', esto es a ver quien era el más bestia. Pasábamos horas construyendo nuestros carros de rodamientos para bajar por las cuestas y sólo entonces descubríamos que nos habíamos olvidado de los frenos. Lo mismo hacían los más afortunados con los coches de pedales, pero tampoco tenían freno y les duraban 2 días. Después de chocar con algún árbol, aprendimos a resolver el problema. Jugábamos a 'churro va' y nadie sufrió hernias ni dislocaciones vertebrales. Salíamos de casa por la mañana, Jugábamos todo el día, y sólo volvíamos cuando se encendían las luces de la calle. Nadie podía localizarnos. No había móviles. Nos rompíamos los huesos y los dientes y no había ninguna ley para castigar a los culpables. Nos abríamos la cabeza jugando a guerra de piedras y no pasaba nada, eran cosa de niños y se curaban con mercromina y unos puntos. Nadie a quién culpar, sólo a nosotros mismos. Tuvimos peleas y nos 'esmorramos' unos a otros y aprendimos a superarlo. Comíamos dulces y bebíamos refrescos, pero no éramos obesos. Si acaso alguno era gordo y punto. Estábamos siempre al aire libre, corriendo y jugando. Compartimos botellas de refrescos, 'minis' o lo que se pudiera beber y nadie se contagio de nada. Solo nos contagiábamos los piojos en el cole. Cosa que nuestras madres arreglaban lavándonos la cabeza con vinagre caliente. No tuvimos Playstations, Nintendo 64, vídeo juegos, 99 canales de televisión, películas en vídeo, sonido surround, móviles, computadoras ni Internet. Nosotros tuvimos amigos. Quedábamos con ellos y salíamos. O ni siquiera quedábamos, salíamos a la calle y allí nos encontrábamos. Y jugábamos a las chapas, al peón, a las bolas, al taco, al rescate, a la taba..., en fin tecnología punta. Íbamos en bici o andando hasta su casa y llamábamos a la puerta. ¡Imagínense!, sin pedir permiso a los padres, y nosotros solos, allá fuera, en el mundo cruel ¡Sin ningún responsable! ¿Cómo lo conseguimos? Hicimos juegos con palos, perdimos mil balones de fútbol, y comimos pipas, y aunque nos dijeron que pasaría, nunca nos crecieron en la tripa ni tuvieron que operarnos para sacarlas. Bebíamos agua directamente del grifo, sin embotellar y algunos incluso chupaban el grifo. Íbamos a cazar lagartijas y pájaros con la 'escopeta de perdigones', antes de ser mayores de edad y sin adultos, ¡¡DIOS MÍO!! En los juegos de la escuela, no todos participaban en los equipos. Los que no lo hacían, tuvieron que aprender a lidiar con la decepción. Algunos estudiantes no eran tan inteligentes como otros y repitieron curso. ¡Qué horror, no inventaban exámenes extra! Veraneábamos durante 3 meses seguidos, y pasábamos horas en la playa sin crema de protección solar ISDIN 15, sin clases de vela, de paddle o de golf, pero sabíamos construir fantásticos Castillos de arena con foso y pescar con arpón. Y ligábamos con las chicas persiguiéndolas para tocarles el culo, no en un chat diciendo ': )' ':D' 'P'. Éramos responsables de nuestras acciones y arreábamos con las consecuencias. No había nadie para resolver eso. La idea de un padre protegiéndonos, si transgredíamos alguna ley, era inadmisible. ¡Ellos protegían las leyes! Tuvimos libertad, fracaso, éxito y responsabilidad, y aprendimos a crecer con todo ello. No te extrañe que ahora los niños salgan gilipollas. Si tú eres de los de antes. ¡Enhorabuena! Pasa esto a otros que tuvieron la suerte de crecer como niños, antes de que las APAS, abogados, legisladores, gobiernos y todo tipo de colectivos, ONGS, etc. nos volvieran a todos unos imbéciles.'
¿Utilidad o alineación?
En este lado del mundo, el de la constante evolución tecnológica y la globalización, el que se rige por parámetros macro-económicos, ocupar el tiempo libre ha dejado de tener un significado de simple diversión y descanso. Y si no que se lo digan a los Bobo's, para quienes el ocio implica casi más esfuerzo, seriedad y estudio que sus vidas profesionales. Hoy en día, la electrónica y la informática invaden cualquier aspecto de nuestra vida y lo fácil es olvidar que el ocio supone, además de un respiro en nuestras obligaciones, un desarrollo en libertad de tipo humanístico. Otro aspecto que se olvida es el creativo y social. El ocio, pues, no es una simple forma de perder el tiempo sino, muy al contrario, una parte substancial de la vida de las personas que debe servir para el enriquecimiento tanto físico como espiritual.
La cuestión es, y esa es una buena reflexión para padres y educadores, si el ocio de nuestros jóvenes, además de una distracción, debe ser una actividad verdaderamente útil para ellos mismos e, incluso, para la sociedad a la que pertenecen. La perspectiva que tenemos del ocio tecnificado, que practican niños y jóvenes, no es muy optimista en ese sentido. Por ejemplo, con los juegos de ordenador se ha modificado el escenario donde niños y adolescentes practicaban el ocio. La calle, un espacio abierto que facilita las relaciones sociales, ha dado paso a la habitación donde se ejerce un ocio individualista.
La tecnología es cada vez más potente y el ocio, hoy, es un ocio electrónico. Los deportes y las actividades artísticas son materias docentes o extraescolares, mientras la lectura también es una asignatura más. No es difícil adivinar qué les queda a los niños y jóvenes para hacer en las pocas horas que tienen libres. Por supuesto, muchos preferirán las videoconsolas, chatear en Internet o ver la televisión. Esto no es un problema en sí, pero sí lo es el que las nuevas generaciones interpreten la realidad en términos de absoluta carencia de valores sociales, creatividad o juicio crítico, entre otros. Es un peligro real y aquí iremos viendo por qué.
En los albores de este nuevo siglo, en plena ebullición (que no revolución) tecnológica, no hay mejor forma de medir el impacto, que produce ésta en la sociedad, que observar el cambio en los hábitos del ocio. Precisamente, las innovaciones tecnológicas se enmarcan en el mercado del entretenimiento y el ocio porque es donde mayores beneficios se obtienen, dado el numeroso potencial de consumidores que forman niños y juventud. La electrónica evoluciona muy rápidamente y hoy se diseñan y construyen toda clase de aparatos, relacionados con el deporte, la música, el video, la fotografía, etc., capaces de llevar a cabo cosas inimaginables tan sólo unos cuantos años atrás.
Los hábitos de consumo han cambiado y el ámbito del ocio no iba a ser menos. La tecnología actual permite realizar copias de las obras discográficas en muy poco tiempo y con un gasto mínimo. Usando programas gratuitos en Internet disponemos, sin apenas coste, de cualquier material multimedia. Esta práctica informática del intercambio virtual de material, que hasta hace poco tiempo sólo estaba accesible físicamente (aunque el pirateo es tan antiguo como el mundo), conlleva una verdadera revolución social y económica. Se producen paradojas difíciles de entender para niños y jóvenes, a menudo desentendidos de toda problemática social. El top-manta es delito para las discográficas pero un medio de subsistencia para los inmigrantes. El canon, impuesto por las empresas creadoras de material multimedia, de los cd's atenta contra el derecho de propiedad de los ciudadanos pero evita la destrucción de puestos de trabajo.
Todas las incongruencias provocadas en la sociedad de la brecha digital, donde el ocio electrónico sólo es un apartado más, deben ser convenientemente explicadas por los educadores y por los padres de las nuevas generaciones. Los males del ocio electrónico son los males de una nueva sociedad altamente tecnificada y globalizada donde, casi siempre, priman criterios alejados de la justicia social. Lógicamente, en la educación situamos nuestra esperanza. Desde luego, la tecnología no es el problema. Hoy se puede acceder a la Internet desde agendas electrónicas del tamaño de la palma de la mano o cualquier otro dispositivo inalámbrico. Podemos hacer fotos con un teléfono móvil y enviarlas al instante a cualquier punto del planeta. Podemos jugar y descargar música en nuestros ordenadores sin coste alguno, podemos hablar y vernos con personas situadas al otro lado del mundo. Las películas se estrenan digitalmente al mismo tiempo en todas las partes del planeta, sin hablar de los avances en la televisión digital y por cable, y un largo etcétera.
De los nuevos modos de comportamiento, asociados a la comunicación electrónica y todos los problemas que implican hablaremos a continuación.
Los niños y jóvenes saben comunicarse y divertirse con medios tradicionales, menos electrónicos; sin embargo, teniendo en cuenta que el ocio forma una parte muy importante de su formación en valores, la cuestión es si, cuando lo hacen, utilizando herramientas acordes a su tiempo, el medio les esclaviza o, por el contrario, les sirve como aprendizaje.
Crisis de comunicación
El chiste en el que se ve a unos padres pidiéndole, por Internet, a su hijo que baje de su habitación a comer, es una forma graciosa, pero tremendamente real, de ilustrar el problema actual de la incomunicación, de gran parte de la juventud, en la sociedad altamente tecnificada en la que viven. Las conclusiones de numerosos estudios indican que la mayoría de nuestros niños y jóvenes no leen como una actividad que ocupe su tiempo de ocio. Una de las consecuencias de la falta de lectura es el fracaso escolar. La electrónica forma parte del ocio de una forma predominante y eso, tal como evoluciona la tecnología, forma parte ya de nuestra idiosincrasia como sociedad global. Los chats y el envío de mensajes cortos por el teléfono móvil están modificando la forma de relacionarse y a las consultas médicas empiezan a llegar los primeros ciber-adictos, niños y jóvenes que no pueden dejar de jugar a video-juegos o abandonar las salas de conversación online. De la crisis de comunicación en la que se ven inmersos nuestras nuevas generaciones hablaremos en las próximas páginas, exponiendo algunas reflexiones para los educadores.
En el mundo de la telebasura, los video-juegos y los mensajes cortos por móvil, para que un chico se dedique a la lectura y otras actividades lúdicas no electrónicas, en su tiempo de ocio, es fundamental modificar antes algunos parámetros como veremos a continuación. Violencia en los institutos, toxicomanías y fracaso escolar son algunas de las consecuencias de no orientar adecuadamente a los jóvenes. El ocio electrónico parece que provoca otra clase de problemas, siendo la incomunicación personal uno de los más sobresalientes.
En este escenario parece lógico que, en primer lugar, los padres deberían ser los primeros en obtener la formación adecuada para que fueran capaces de llevar a cabo su difícil y compleja tarea. La sociedad de la evolución tecnológica constante y la globalización no es un ámbito muy adecuado para desarrollar un clima familiar estimulante. La competitividad en las empresas y las necesidades económicas, entre otras razones, no permiten que el padre y la madre se dediquen a enseñar los valores que demandan sus hijos. Los horarios de trabajo terminan casi cuando los hijos se acuestan. Padre y madre, van perdiendo así su autoridad y el amor, la tolerancia y la comprensión, van siendo sustituidas por regalos convertidos en trueques chantajistas. Los niños necesitan límites y en cuanto éstos se diluyen, en la política del chantaje emocional, se están construyendo los cimientos de adolescentes problemáticos. Esos pudieran ser los tres ejes para mover a los chicos en la educación en la familia.
En las escuelas se debería potenciar una educación basada en los valores principales de la colectividad: libertad, democracia, tolerancia, pluralismo, diversidad, respeto a los derechos humanos y justicia social. Sin embargo todos esos valores son incompatibles en una sociedad que vive una continua transformación económica global que sólo favorece principios no sociales sino empresariales. El bienestar general se supedita a los intereses económicos de los gobernantes. Una de las consecuencias de esa transformación es la necesidad de flexibilidad en el aprendizaje. La capacidad de aprendizaje de las personas y para obtener nuevos conocimientos es uno de los valores que más se aprecia en las empresas. En el sector productivo, los conocimientos relacionados con las nuevas tecnologías y, en concreto, la informática, resultan esenciales. Todo el desarrollo de un país, hoy en día, se basa en su capacidad para formar personas cualificadas en las nuevas tecnologías. Por lo tanto, en la mayoría de colegios e institutos se prepara a los niños y jóvenes para la competitividad tecnológica. En ese ambiente parece que es difícil pedirle a un chico que lea un libro o que realice cualquier otra actividad participativa o creativa.