Lunes, 1.- “...estaba cayendo una nevada tremenda; se suspendieron las clases y me volví para casa: hermosísimo trayecto de unos 30 kilómetros con los copos rompiendo contra el cristal del coche. Pero al llegar a casa ya no había nada, y no pude enseñarle a Marcela lo que es la nieve. ¿Te conté lo que me dijo del muñeco de nieve? Me decía un día que quería hacer uno, y yo le explicaba que no podíamos porque no había nieve; entonces miró por la ventana y señaló a la calle, brumoso y atardeciendo: pues podemos hacerlo de niebla, me dijo”.
Le pondremos, Marcela, la mirada vidriosa de la abuela,
el sombrero de agua que se seca arrugado en el baúl,
los labios de la niña que se durmió en la nieve,
llenaremos sus venas con cristales en rama,
de tul la vestiremos por si la luz desnuda su equipaje,
botas de siete leguas por si quiere saltarse la muralla,
calcetines de musgo, en la maleta un beso de su madre,
unos guantes de escarcha para sus manos leves.
Y para que no se arrugue la seda de su aliento
en la alcoba del tiempo le vamos a poner tu corazón.
Espero que esta revista fantasma dure al menos en el limbo hasta que ella tenga la edad suficiente y pueda leer este regalo. Mientras lo hago mío. Gracias.
Comentado por Marcos el 23 de Marzo de 2004 a las 05:59 PM