Viernes, 6.- Haydn que era un fervoroso católico, cuando no le venía la inspiración, cogía el rosario y rezaba unas avemarías. Y todo se arreglaba.
“La creación” que acabamos de escuchar a la Orquesta sinfónica de Nueva York, con coros, soprano, tenor y barítono dirigidos todos por el director titular Lorin Maazel es un oratorio que narra los primeros seis días del mundo y canta la grandeza de Dios por boca de los ángeles Gabriel, Uriel y Rafael. Aparte de ser una obra religiosa es también una misa laica de pontifical, un acto de fe, unos maitines para una mañana de primavera, unos juegos artificiales para el cumpleaños del Demonio.
Divida en tres partes, “La creación” es un resumen cantado y con música de un antiguo testamento de aire, un retablo medieval oscurecido por el tiempo, el humo de las velas y las miradas suplicantes de los fieles. Es como la fachada de la catedral de Burgos arropada de nieve, la Piedad de Miguel Ángel con el hijo vivo todavía en su regazo, el Cristo de Velázquez embalsamado por los versos de Unamuno, la Anunciación de Fra Angélico en un prostíbulo, la Virgen de Murillo en el recordatorio de mi primer amor, o uno de los monjes de Zurbarán enamorado.
En la primera parte escuchamos los cuatro primeros días del proceso de la creación de la luz, el sol y las estrellas. En la segunda parte son creados los animales, aves y peces y el hombre y la mujer. La música ordena el caos, pone luz a las tinieblas, viste de movimiento a los animales, alimenta de color a la hierba, le pone flores que se deslizan al agua. Y después crea al hombre.
En la tercera parte Adán y Eva cantan alabanzas a Dios. “La creación” es un sermón en la misa de doce de un pueblo de Castilla en un domingo de agosto, una página de Teresa de Jesús anónima y prohibida por la Inquisición, una meditación atea de los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola, un salmo seco para una noche de lluvia, como esta noche en que llueve despacio y lentamente.
El coro lo repite con sonido glorioso: Dios creo al hombre a su imagen y semejanza. Thomas Quastoff es el barítono-bajo y aparte de ser la mejor voz de la noche es un enano talidomídico que tiene que subir tres escalones a un podio donde hay una silla especial que le permite estar a la altura física del tenor y la soprano. La altura artística la demostró en la primera nota. El barítono-bajo le ha puesto voz a Dios que creó a los hombres a su imagen y semejanza.
Te registran al entrar al teatro, hay acomodadores nuevos que no acomodan, sino que vigilan, son acomodadores-policías. Cierran todas las puertas de entrada y dejan solamente una abierta. Los empleados del Metropolitan Opera prácticamente te guían hacia la ventanilla para comprar las entradas y te acompañan a la salida a través de cordones de seguridad. En el metro hay un despliegue de policías. La mayoría de los servicios públicos han sido cerrados. Han acordonados edificios, fortaleciendo entradas, dificultando el paso a calles. Sin darnos cuenta Nueva York ha sido tomada.
Ayer un suicida se inmoló en un metro de Moscú matando a 39 personas.
Vivir con las bombas contadas.
No hace falta orquesta cuando la palabra de Hilario tiene la musica suficiente para que no tengamos que comprar el ticket en la ventanilla, ni sentarnos en el Metropolitan. Cuando Haydn cogia el rosario para la inspiracionm, ahi le aparecia Hilario para decirle: escribe, que Nueva York te esta escuchando.
Hilario escribe en castellano, pero es crooner de Nueva York, como un San Juan de la Cruz "descalzo por el parque", por cualquier parque donde haya un sonido al que poner nombre o musica.
Como Juan de la Cruz "adentrandome en lo oscuro" cada dia un poco mas, que para eso naci en Toledo en donde "en una noche oscura ... sali sin ser notada / estando ya mi alma sosegada"
En Nueva York se anda descalzo por el parque y con botas de siete leguas por la quinta avenida: un rio atado a la quinta columna.