Ay, amigas: dicen que de todo hay en la viña del Señor. Pero permitan que un humilde superhéroe lo niegue. En ese racimo que crece en la susodicha viña y que se llama radio espeinola no crece nada interesante, las uvas son malas y no valen ni para aguardiente.
Ayer volvía un servidor de provincias a la capital y al conductor del vehículo se le ocurrió preguntarme si me importaría que pusiese la radio. “Faltaría más”, le contesté alegremente, “mañana tengo que enviar un artículo y ni siquiera sé de qué voy a escribir. Ponga, ponga usted la radio, buen hombre, que me hará un favor.”
Mi única condición, claro, fue que evitase el fútbol. Soy malo, malo, ¿eh que sí, ricas amigas? Soy malo porque al exigir que no se ponga el fútbol, un sábado por la noche, elimino de una sola pedrada a dos tercios de las emisoras en el dial. Porque, LAVERDADANTETODO, amigas mías y hermanas en el sufrimiento, la radio no me gusta nada.
¡Qué gran error el mío, abandonar la tele para llegar a la radio! La tele será basura y desecho, pero nunca me faltaba una maledicencia, una chorrada, una burrada que decir sobre ella. ¿La radio? La radio es la mediocridad pura, la imitación sin mejora de lo que hace el de la emisora de al lado.
Si no, ¿para qué necesito que siete emisoras retransmitan el mismo partido? ¿Para qué si en todas gritan igual? ¿Para qué si en todas se imparte el mismo conocimiento futbolístico trillado, gastado, infinitamente repetido?
Luego, si por alguno infortunio he de parar en un bar o cafetería de esos o esas a los que vais vosotras, amigas mías, he de oír la cháchara de camareros y clientes que comentan exactamente lo mismo que dicen los locutores. ¿Os habéis dado cuenta, queridas, de que entre tanto aficionado al fútbol como anda suelto por el territorio, casi ninguno tiene futbolera idea de fútbol?
Yo recomiendo al personal a mi servicio que lea poesía. Me contestan que no la entienden. Y un servidor replica que tampoco entienden el deporte nacional y sin embargo no se pierden un partido. ¿Cómo puede ser posible? Ofreceré mi humilde respuesta:
El fútbol mueve pasiones precisamente porque nunca hay nadie que diga algo nuevo. Su carácter cíclico, temporada tras temporada, he reemplazado al carácter cíclico de la vida agrícola. El que los aficionados sean tan violentamente seguidores de sus equipos es lo mismo que la pasión nacionalista: no importan los defectos de mi país o de la organización de mi país, yo lo amo por encima de todas las cosas que pueda haber en el universo. Así que ándate con ojo y no me contradigas.
Claro importa más el resultado que el espectáculo porque la gente entiende un dos a cero perfectamente, pero no cómo se puede montar una presión efectiva en el medio campo. A vosotras, queridas, lo que os gusta es gritar, no pensar.
Pensadlo bien. Hasta la próxima.
Gritemos entonces:
Tengo una cueva, que es mía, donde nadie se atreve a decirme que no puedo fumar. Si, soy un drogadicto. Pero si la tele y la arradio son tan malas ¿por qué nadie las tira por la ventana?. Ya imajino es eslogan:
Las Autoridades Sanitarias advierten: "Tirar la tele por la ventana puede que reviente a su vecino".
Cuando alguien me hable de no se qué programa, podré decirle: "Deje el vicio hombre, deje el vicio". Y le regalo el libro "RadioTerapia" del señor Ramiro Cabana.
¿Dónde se compra? ¿Que no lo hay?. Mire usté, lo hablamos con el ministro de sanidad, que monte campaña, lo editamos y de esta nos forramos. Fijo.
Comentado por Cayetano el 7 de Febrero de 2004 a las 04:58 AM