Revista poética Almacén
Jácaras y Mojigangas

[Marcos Taracido]

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La rebelión o las máquinas

Escenario desnudo y malamente iluminado. Al fondo a la derecha, en una esquina, sobre un banco de madera verde y descascarillada una pareja se besa con la pasión cuidada y leve con la que se besan los amantes: se apresan la cara, se acaricián los labios, se aprisionan las manos, se miran. Él viste como cualquier hombre; ella es una androide de metal desnuda¹¹Esta jácara está inspirada en esta anotación de Delia. Un ruido estridente de zanfoñas, vihuelas y chirimías acompaña a la subida de telón.


El otro lado del escenario lo ocupa, en primer plano, una máquina de bebidas illuminada cenitalmente. Hacia el fondo reina la oscuridad. Varias personas van llegando hasta ella y, tras introducir algunas monedas, recogen el refresco elegido. De pronto, la máquina deja de servir. El afectado comienza a golpear levemente el aparato, pero no hay respuesta. Ya hay 5 ó 6 personas a la espera y la ira comienza a tomar posiciones en sus rostros. El afectado primero, ya visiblemente, irrritado, propina una patada al servidor de bebidas. Entonces, uno de los individuos que esperaban se acerca y cominenza a agitar la máquina, labor a la que se van uniendo con creciente violencia los otros. La máquina cae abatida con gran estruendo metálico y las bebidas saltan escupidas por todo el escenario. Aparecen hombres y mujeres de todas partes para recoger con avidez las latas esparcidas, y algunos hurgan entre el emasijo de hierros para arrancar monedas y piezas del cadáver, y todos muestran sus presas ebrios de poder y victoria.

En esto, la imaginaria pared que dividía la escena se rompe cuando una mujer se sitúa en el lado derecho del escenario y se queda contemplando a la pareja de enamorados. Cadenciosamente, el resto va abandonando la rapiña para agolparse en la contemplación de la escena del banco. La turba comienza a inquietarse silenciosa y casi inapreciablemente, hasta que uno de ellos rompe la armonía y comienza a correr entre alaridos hacia el banco. Todos le siguen, y a mitad de la carrera la acción pasa a percibirse a cámara lenta²²La coreografía debe estar perfectamente calibrada. Con el escenario en penumbra, sólo deben resaltar los trajes de los actores y actrices, de modo que toda una legión de ayudantes cubiertos con ropa negra sean invisibles y lleven en volandas a los actores para producir el efecto de cámara lenta. Se puede ver el resultado de esta técnica en este divertido video. y comienza a sonar Barco abandonado³³ Dulce Pontes y Ennio Morricone, Focus, Universal: la turba llega hasta la pareja y, tras apartar a empujones al hombre, se ensañan con la mujer-androide: la despedazan y sus miembros son lanzados en todas direcciones, dentro y fuera del escenario. Sucesivos y lentos fundidos de luz. Con el fin de la música cae el telón sin que la orgía entre metales haya terminado. Ahora sólo se perciben los gritos de horror del hombre entre los quejidos del hierro.


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