Tremenda bronca, amadas amigas, ha habido hoy en “Lo que es la vida”: el adusto programa de Nieves Herrero en Radio Nacional de Espéin (RNE). Y la bronca no ha sido porque las judías verdes hayan subido un 50%, que lo han, amiguísimas mías. La bronca ha sido porque unas personas a quien no logro identificar piensan que hay que ir bien vestidos al curro y un autoproclamado joven dice que no es cierto.
Nieves Herrero, queriendo ser provocativa y mod, pregunta: “¿Abre o cierra puertas en un trabajo la forma de vestir de uno?” A lo que una señora no identificada (SNI) contesta: “La personalidad no está reñida con ser cutre o no ser cutre.” Y un heróico servidor vuestro responde con aplausos. Claro que la personalidad no está reñida con la cutrez, igual que la corbata. Si no, sólo hace falta mirar a nuestros cutrísimos políticos, todos de gran personalidad y lindísimas corbatas y una cutrez únicamente superada por la de nuestros empresarios.
La SIN indica Que a las entrevistas de trabajo hay que ir bien vestido. Cuando yo era joven e iluso y decidí asistir a entrevistas de trabajo por ver si me encontraba un hobby, muy pronto llegué a una conclusión: Si quien me entrevistaba vestía peor que yo, esa persona no era digna de contratarme. ¡De eso hará veinte años, amigas, y todavía no he caído en la ignominia de cobrar un salario! Si os digo la verdad, queridas, un humilde servidor, habitante de un palacete del quince y propietario del mejor perro salchicha del mundo, alias Borja, se hartó de ver corbatas de náilon, trajes de pretaporter, zapatos sin cordones (¡como si el pretaporteador fuese manco!): lo peor. Aún hoy, cuando voy a alguna oficina para gritar algo, me repele y me repulsa tanta tela de baja calidad, tanto traje mal cortado, tanto zapato que parece escogido con los putos pies, amiguillas mijas. ¡Cuánta falta de pudor hace falta para salir así a la calle!
El hablador que va de joven en lo de la Herrero dice que ir de traje es ir de uniforme. Y otro señor, que habría que ver si él es capaz de vestir como dios y Cary Grant mandan, dice que los jóvenenes van hechos un asco. Y el Joven: “La estrechez de miras de la gente de vuestra edad...” Hasta Borja se ha echado las patas a la cabeza. El Joven alega que los jóvenes no juzgan a alguien por si lleva la falda más larga o más corta, o esto o aquello, blablabla. ¡Pero si no hay nadie más uniformado y más juzgancioso que un joven actual!
Primero. En el traje hay tanta variedad que el mundo se acabaría antes de que Cabana, vuestro héroe y defensor en esto de escuchar la radio, pudiera describirla. Así que no la describiré. Sólo diré que una corbata y el nudo que se haga de esa corbata, dicen más de un hombre que toda la ropa de marca que vuestro febril dinero pueda llegar a comprar en quince o veinte vidas.
Segundo. La gente joven, el noventainueveporciento, sobrevive socialmente de la ropa de marca que marcan los cánones del momento. Y lo que es peor: la gente joven vive en el piso de sus padres. ¿YO? YO VIVO EN UN PALACIO Y NO COMPRO ROPA DE MARCA. (Bueno, miento. El otro día me compré unos calcetines de Calvin Klein, pero era una emergencia: había llovido y los que llevaba puestos se me habían mojado). En fin, que si tenéis veinte años, queridas amigas, y no lleváis las zapatillas deportivas de la marca correcta, no hay polvo. Y si tenéis veinte años y no hay polvo, no sois nadie: la existencia se os ha negado. Hasta Borja existe más. Y eso ya es decir, porque Borja, por un problemilla hormonal, carece de testículos.
El presunto Joven de la tertulia dijo: “La pluralidad que ahora entre los jovenes se empieza a ver...” Entre los jóvenes no hay pluralidad. NUNCA. Los jóvenes siempre buscan refugio de la intemperie de la vida social. De hecho, amantísimas colegas, según la normativa europea, uno no deja de ser joven hasta los treinta tacos, o sea que no empieza a ser adulto, o sea persona, hasta los treintaiuno. ¡Que se jodan! Y tampoco deberían tener derecho al voto. Etcétera.
En fin. La única respuesta a todo este imbroglio es buscarse un palacio y un buen sastre, que el dinero vendrá después. Así que ¡manos a la obra, que la vida dura poco!
Adieu