Revista poética Almacén
Por arte de birlibirloque

[Agustín Ijalba]

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Orígenes

Todo lugar tiene su historia. Incluso los lugares más pequeños que podamos imaginar la tienen. Surge de la bruma del pasado una leyenda que justifica su origen, y a partir de él se bifurcan todas las alternativas que hagan posible el actual estado de cosas. Una iglesia, un castillo, un palacio ducal, un caserón abandonado, una ermita, una pila de agua esculpida en la roca, o un simple peñasco al abrigo de una encina, sirven de excusa para iniciar el largo recorrido de la historia forjada con el paso de los siglos, que por lo común se pierden en la Edad Media, pozo sin fondo donde habitan los fantasmas más requeridos por nuestros ancestros.

El interés por el origen y la autenticidad de las raíces que conforman la historia de un lugar, de cualquier lugar, es un afán relativamente reciente que nace con los románticos alemanes, y que teoriza por todos ellos Herder, buscando ese espíritu colectivo que sobrevive al individuo y lo conforma en la tribu, en la comunidad, en el pueblo, en la aldea. A la búsqueda de ese origen parece que se han abonado no ya los pueblos, sino las personas: incluso los objetos personales usados cotidianamente tienen su historia, y son transmitidos de padres a hijos con el cuidado que requiere la fragilidad de la memoria. Todos buscamos en nuestros padres y abuelos los contornos de nuestra presencia en el mundo, como si escrutáramos en ellos la justificación de nuestra existencia.

Recuerdo que hace ya varios meses, quizás más de un año, una lectora argentina se interesó por mi apellido, y me inquirió acerca de su origen, buscando alguna raíz común que nos identificara. Indagando en mis antepasados, alcancé a nombrar a uno de mis tatarabuelos, nacido a mediados del siglo XIX y que murió en Cuba. Su presencia fue tan equívoca, tan lejana, tan irreal, que nunca acabé de creérmela. Lo nombraba como podía nombrar al personaje de una novela. En su nombre no había ni una pizca de mí. Si acaso, uno de mis apellidos. Pero un apellido, convendréis conmigo, no conforma a una persona. ¿Entonces? Dejé de indagar, y me reconocí tal cual. Sin historia. Sin hazañas novelescas. Sin otra presencia que la pesadez actual de mis huesos.

Huyo del origen. Vivir en libertad es dejar que las cosas se sucedan por sí mismas. Pero en ese sucederse por sí mismas se producen siempre enfrentamientos, pues los individuos estamos impelidos a satisfacer un impulso oculto, ancestral, que nos enajena y nos hace matar a nuestro vecino por tener otro origen, otra leyenda, otra historia distinta a la nuestra. De la sorpresa ante el patriotismo francés por celebrar su liberación en la playa de Agay, el 14 de agosto, han nacido estas palabras. Junto a la bahía, un faro con una placa diminuta nos recuerda que sirvió de modelo a Antoine de Saint-Exupéry. Y es que todas las cosas tienen un pasado. A poco que rasquemos, surgen de su interior efluvios de naftalina.

Somos lo que fuisteis. Seremos lo que sois, decían los ciudadanos de Esparta, educados para la guerra. El impulso que los movía no era un impulso exterior. No era una fuerza ajena. Estaba en ellos mismos. Habían sido educados para defenderse y, llegado el caso, para matar sin piedad, con el único objetivo de conseguir que su pueblo sobreviviera a las dificultades. Y necesitaban creer en ello. Pero también ellos, los mejores guerreros de su época, desaparecieron. Nada sobrevive. No nos empeñemos en crear orígenes que sirvan de excusa al porvenir. Dejemos que se escriba por sí mismo. ¡Qué estúpida se me antoja es altanería espartana, que pretendía romper la lógica de los tiempos mezclando pasado presente y futuro!


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Comentarios

Hola ojalá me pudieran ayudar a saber la historia u orígenes de la revista. Es un caso de estudio para mi tesis de Lic. Diseño Gráfico, o me ayudaría micho saber sobre alguna página que me recomienden donde pueda encontrar algo. Gracias

Comentado por ana el 29 de Septiembre de 2003 a las 02:26 AM