Juli Highfill
"¿Cuál es la Venus de usted? Si usted es un magistrado de provincias que piensa en la causa de Friné, ¿piensa usted todavía en la Venus de Milo? Si usted es un militar ilustrado y sabe que el cuerpo de esa Venus, el más clásico, es el cuerpo de las Venus inválidas, ¿prefiere usted la Venus de Médicis porque tiene brazos? ¿Prefiere usted la Venus calipigia, si usted es un hombre de buena posición para alimentarse espiritualmente de 'beefsteak'? Pero con la pregunta '¿Cuál es la Venus de usted?' no se trata de plantear una cuestión personal, sino de lo que diríase, al contrario, con términos de Ortega: 'deshumanizar' a Venus; y, puesto que se trata de la plástica, se dirá mejor: desnaturalizar la belleza." [Corpus Barga. 'Venus novísima: Ilustraciones de la desnaturalización del arte.' Revista de Occidente 9 (1924): 332-39]
Al dar comienzo a su ensayo de 1924 con una sorprendente pregunta en broma —'¿Cuál es la Venus de usted?'— Corpus Barga comenta la reciente proliferación de 'Venuses' , ahora que los modelos de la belleza han dejado de mandar, y da la bienvenida a la nueva libertad de elección, ahora que cada hombre puede escoger su propio "patrón de la belleza". Pero tras fingir que apela a los deseos carnales de sus lectores, Corpus desvía la discusión de lo erótico a lo estético. Con el fin de las restricciones que obligaban a seguir las curvas del cuerpo femenino, la Belleza encuentra ahora la libertad para salir en busca de su incorporación en las formas nuevas. Mientras que la tradición estética occidental, al mezclar el deseo erótico con el estético, había mantenido largamente al cuerpo desnudo de la mujer europea como emblema alegórico de la Belleza, hoy han surgido otros modelos, expropiados del ámbito colonial: del arte recientemente avaluado de los Khmeres a la "belleza faraónica" del antiguo Egipto. Corpus afirma que en el presente se pueden hallar todos los modelos alcanzables de belleza tras el cristal, tanto en los museos como en los escaparates: reliquias de la Grecia antigua, objetos de arte saqueados de las colonias y toda la nueva moda de 1924.
Aquí llega Barga al punto principal, afirmando que la moda —ese arte efímero— se ha convertido en el modelo de las prácticas artísticas de la era moderna:
"Mas hay una plástica de nuestra época, y no sólo en la pintura y en la escultura. Parece que nunca haya habido tanta en la 'moda'. La actividad de la moda es, en cierto modo, una consecuencia de la falta de patrón en la belleza. La moda es, evidentemente, un arte periódico, periodístico, característico, más que de una época, de nuestra época. Es un arte de efecto momentáneo, el arte del momento."
Este ensayo de Corpus Barga responde al reto que supusieron los sorprendentes diseños de Sonia Delaunay, que colaboraron en la radical transformación de la moda femenina tras la Gran Guerra. Delaunay, exiliada en España durante el conflicto, abrió "La Casa Sonia" en Madrid, donde diseñaba y vendía ropa de mujer y artículos de decoración. En 1921 regresó a París y abrió un nueva tienda la Boutique Simultanée y más tarde, un taller de estampado de textiles, L’atelier Simultané. Sus diseños respondían a esa apertura histórica que revolucionó la moda femenina en las décadas del diez y del veinte, permitiendo al cuerpo de la mujer una libertad de movimiento sin precedentes. El corsé, los cuellos altos, las capas y capas de enaguas, las faldas largas, desaparecieron de súbito conforme las mujeres iban participando de manera más activa en los deportes, en el trabajo, en la vida pública en general. Para Delaunay, pintora abstracta, sus diseños para moda funcionaban como pintura cinética, escultural: los movimientos del cuerpo animaban los dibujos abstractos de la superficie.
Corpus Barga, a su vez, reconoció las consecuencias de la moda que envuelve una energía cinética, tanto en lo estético como en las relaciones entre los sexos: "El arte de Sonia no adultera la forma, encuentra una forma dentro de las condiciones maquinales del cuerpo... La arquitectura de sus vestidos se produce como la arquitectura del automóvil. Sonia, en fin, viste, forra al automóvil, la caja en donde vayan sus modelos vivos y, si es menester, convenientemente embalados". La palabra "embalados", con su doble significado de envoltorio y velocidad, conduce a Barga a volver sobre la impertinente pregunta que había formulado a los hombres al principio de su ensayo, y la sigue con unas serie de cuestiones todavía más provocativas:
"¿Cuál es la Venus de usted?
¿Quiere usted sacar del auto a Venus, desembalarla de su abrigo, desnudar a la pelota lasciva?
Venus no existe, como no existe la línea geométrica. Fue una parábola de los griegos. Su gran error, no; su gran acierto: la creación de una forma.
Usted tiene en los escaparates todas las formas conocidas. ¿Tiene usted forma? La cuestión queda intacta: ¿Cuál es la Venus de usted?"
Tal afirmación ilumina un enigmático comentario de Gauguin, que Barga cita en su ensayo: "Que la escultura quiera decir bultos, pero agujeros, jamás". De acuerdo con esta postura antiplatónica, la belleza no es una forma previa, ideal, para ser descubierta y desvelada; pero sí debe ser inventada por medio de un incesante proceso de formación, lo que por tanto, constituye el “gran error" y paradójicamente "El gran acierto" de los griegos: "la creación de una forma". Esa postura permite implícitamente, y en efecto agradece, la proliferación de nuevas formas de la belleza, punto que Barga replantea: "Usted tiene en los escaparates todas las formas conocidas".
Antes de repetir una vez más "la pregunta indiscreta" que resuena por todo el ensayo —"¿Cuál es la Venus de usted?"— Corpus lanza una pregunta aún más perturbadora a su masculino lector: "¿Tiene usted forma?" Este inquietante cuestionamiento deshace de repente la posición masculinista que Barga había mantenido en todo el ensayo, y sin duda sorprende a los lectores a quienes en un momento parecía querer halagar ofreciendo toda una gama de "Venuses" para escoger. Con la nueva pregunta —"¿Tiene usted forma?"— demuestra su conciencia de que la propagación de nuevas formas (de belleza, de deseo, de lo femenino) ha puesto al sujeto masculino en crisis, obligándolo también , aunque sólo sea un instante, a cuestionarse la propia forma.
Luego, en la última frase del ensayo, Barga hace otra pregunta sorprendente que llama explícitamente la atención sobre esa alteración en las relaciones entre los sexos y los roles de cada uno: "Señor secretario de esta Revista: Si usted cree que ha llegado la hora de hacer esa pregunta indiscreta a los occidentales —y también a las occidentales—, queda abierta la información". Durante todo el ensayo, desde que preguntara por vez primera "¿Cuál es la Venus de usted?", Barga ha ido haciendo sitio únicamente para los encuestados de sexo masculino: el magistrado de provincias, el militar ilustrado y el hombre de buena posición que como bistec. Ahora, sin embargo, y dirigiéndose en broma al "Señor Secretario" de la Revista de Occidente, Barga abre de repente la nómina de sus lectores para incluir a las mujeres. Así, da a las mujeres, tanto como a los hombres, la potestad para elegir a sus "Venuses" y para reinventar sus "formas": potencialmente, tanto en sus creaciones estéticas como en sus prácticas sexuales.
Sonia Dalaunay asumió una cierta potestad al aprovechar un momento histórico que abría posibilidades irrealizables hasta entonces. Sus extraordinarios diseños no sólo permitieron a las mujeres una mayor libertad de movimiento, sino que obligaron a ver, aunque sólo fuera de reojo, y por lo menos a Corpus Barga, que el género es en sí puro movimiento, y que se materializa en el tiempo a través de la acción de la cultura. Además, sus diseños transfirieron el lugar del deseo erótico-estético del cuerpo desnudo, idealizado y fantasmagórico que había debajo, a la superficie móvil y multicolor. De esa manera, sus diseños abrieron nuevas posibilidades para deseo estético y erótico.
Roland Barthes ha argumentado que "como pura sensorialidad, el cuerpo no puede significar; el vestido garantiza el paso del sentir al sentido". En el caso de la ropa femenina, paradójicamente, el "sentido" de la moda siempre había tenido como referente al cuerpo al que contenía y daba forma, siempre apuntando a la sensorialidad que ocultaba. Los diseños de Sonia Delaunay sirvieron para rescribir esa superficie significante, de manera que la moda se refiriese a sí misma como forma erótico-artística en movimiento. Y si Corpus Barga tiene razón, cualquier intento, por pesado que sea, de desvelar a la "Venus" que hay debajo de esa superficie brillante y móvil, sólo serviría para mostrar el relámpago de la pura energía cinética.
VENUS NOVÍSIMA
Ilustraciones de la desnaturalización del arte
Corpus Barga
¿Cuál es la Venus de usted?
Si usted es un magistrado de provincias que piensa en la causa de Friné, ¿piensa usted todavía en la Venus de Milo?
Si usted es un militar ilustrado y sabe que el cuerpo de esa Venus, el más clásico, es el cuerpo de las Venus inválidas, ¿prefiere usted la Venus de Médicis porque tiene brazos?
¿Prefiere usted la Venus calipigia, si usted es un hombre de buena posición para alimentarse espiritualmente de "beefsteak"?
Pero con la pregunta "¿Cuál es la Venus de usted?" no se trata de plantear una cuestión personal, sino de lo que diríase, al contrario, con términos de Ortega: "deshumanizar" a Venus; y, puesto que se trata de la plástica, se dirá mejor: desnaturalizar la belleza.
¿Cuál es para usted el patrón de la belleza?
Hace cincuenta años la respuesta hubiera sido obvia, ya que el más satisfecho de los siglos de Europa se había dado la satisfacción occidental de ver, por los siglos de los siglos, ese patrón en Grecia.
En el año de 1897, la sensibilidad de un "mal europeo" —Gauguin— podía subrayar en una carta maorí a un escultor de Montparnasse: "Tenga usted siempre presente a los persas y a los cambodgianos, y algo al egipcio. El gran error es el griego, por bello que sea". Algún artista del Renacimiento tuvo también presente a los cambodgianos, si no fue un artista Khmer quien tuvo presente a los del Renacimiento, o las mismas causas artísticas han producido ciertos iguales efectos decorativos en los dos artes. Esto se ha visto gracias a los sabios.
Han sido los sabios, inclinados sobre la antigüedad, los que han hecho retroceder al clasicismo hasta las cavernas. Y los periódicos sabios, los periódicos propiamente dichos, que son sabios como los perros y como los sabios, como los sabios propiamente dichos; los periódicos, por ejemplo, en su reciente campaña de Egipto, han hecho que la belleza faraónica de una momia, otra desnaturalización de la belleza, resulte la cosa más natural del mundo. Toda belleza, más o menos desnaturalizada, de cualquier edad, de cualquier civilización, está ya como la griega, en los escaparates.
Preguntarle a usted por su patrón de belleza es una pregunta de primera necesidad.
Y ya que se ha sacado la carta de Gauguin, hay que leer lo más importante. Gauguin hace en ella más que aconsejar modelos teóricos de escultura. Habla de la materia y la desmaterializa. Le dice a su amigo el escultor: "Le voy a dar a usted un consejo material, usted hará lo que quiera. Mezcle usted con su tierra mucha, mucha arena fina; eso le dará a usted dificultades útiles y además le impedirá a usted ver la superficie, caer en esos atroces amaneramientos de la escuela de Bellas Artes... Que la escultura quiera decir bultos, pero agujeros, jamás. Hace falta un agujero en la oreja humana para oír, pero a la de Dios no le hace falta. Oye él y ve, percibe sin la ayuda de los sentidos, que figuran ahí sólo tangibles para los hombres; todo eso pasa por fluido, por el alma. Sugiéralo usted." Gauguin cree que el escultor debe expresarse "algo misteriosamente en parábolas, encontrar formas."
Gauguin ha sido un artista, no tan diestro pero sí tan pensador como Alberto Durero. En él se ha cogido a uno de los responsables de la plástica actual. Su responsabilidad en la plástica es semejante a la de Rimbaud en la poética. Pero él no tiene la culpa, y es de los que han sufrido la pena de la falta secular de arquitectura. ¿Qué le iba a hacer si Sansón ha perecido con el templo y todos los filisteos se han salvado?
Los cubistas han querido reconstruir el templo, volver a un patrón. El gran acierto no ha sido el cubista, por feo que haya sido.
Mas hay una plástica de nuestra época, y no sólo en la pintura y en la escultura. Parece que nunca haya habido tanta en la "moda". La actividad de la moda es, en cierto modo, una consecuencia de la falta de patrón en la belleza. La moda es, evidentemente, un arte periódico, periodístico, característico, más que de una época, de nuestra época. Es un arte de efecto momentáneo, el arte del momento. También se producen poetas y novelistas que consideran como su mejor calidad la que vulgarmente se considera como su anulación, la calidad pasajera de su obra, el que ésta pueda sólo ser gustada por determinadas personas de momento determinado. ¿Y cuál arte más puro que el del orador, el del actor, el del cantante? No es decir, claro está, que tengan la misma importancia; pero ¿hay en puridad más arte en la música perfectamente escrita de Wagner que en una fugaz saeta de Sevilla? El arte-saeta, ¿existe otro más en sí? El arte vino sin la colaboración de esa obra muerta de la naturaleza, que le despinta las estatuas, le ennegrece las piedras, le dora los óleos, le armoniza, le desmaterializa la materia. ¿Se ha visto ningún arte pasado, sensible o intelectual, con el efecto de su creación? ¿Qué vale esa pobre rapsodia cometida perpetuamente en la comprensión de las obras antiguas? ¡Arte fariseo!
Nada más natural que el traje sea la desnaturalización de Venus, que se busque a Venus bajo el arte semoviente del vestido, y al patrón de la belleza, entre los patrones de la moda.
Sonia Delaunay, por ejemplo, se puso a desnaturalizar a Venus hace años, como puede verse en la ilustración segunda, en esta curiosa fotografía que da la emoción paradójica de un atrevimiento anticuado. Ahí se ve un traje que no sigue ni por alusión a la forma natural, y busca la forma de un estremecimiento. Un neo-romántico puede enternecerse ante la belleza de tal fotografía. Sonia no se ha enternecido. Ha continuado buscando durante años. En la ilustración primera se ve el dibujo de uno de sus últimos modelos. Es de advertir que no se trata de modelos especulativos, sino prácticos, y que se encuentran o se encontrarán (los escogidos aquí estaban todavía inéditos) en las revistas de modas, autorizados por una firma prestigiosa de la costura de París. Son modelos hechos a medida. Podemos encontrarnos con las personas que los lleven y que nos pueden afectar. Pueden ser "la pluma de sombrero" que le servía a Stendhal para definir la pasión.
Comparadas las ilustraciones segunda y primera, salta a la vista el progreso desnaturalizador de Sonia. En la segunda, a pesar de todo, la forma nos invita al amor en tobogán. Es todavía un traje dominguero. En la primera, el zig-zag se ha hecho arquitectónico. El traje ha de ser una arquitectura. La ilustración quinta es otra arquitectura de vestido. Este traje no va colgado, va enrollando como la bufanda que está fotografiada en la ilustración tercera. En las ilustraciones tercera, cuarta y sexta se descubren, pues, tres patrones clásicos, rituales: la veste, la estola y la casulla. Sonia y los clásicos. Es, como si dijérase, el conocido tema estético: Susana y los viejos. El arte de Sonia es clásico porque es casto. No adultera la forma, encuentra una forma dentro de las condiciones maquinales del cuerpo. Pero así se produjeron las colas de baile y las catedrales góticas. Sonia es menos solemne, es todavía menos sistemática, más empírica que un artesano clásico. La arquitectura de sus vestidos se produce como la arquitectura del automóvil.
Sonia, en fin, viste, forra al automóvil, la caja en donde vayan sus modelos vivos y, si es menester, convenientemente embalados, en el abrigo de las ilustraciones cuarta y sexta, magnífica tela de embalaje con otro patrón clásico: el del manto.
¿Cuál es la Venus de usted?
¿Quiere usted sacar del auto a Venus, desembalarla de su abrigo, desnudar a la pelota lasciva?
Venus no existe, como no existe la línea geométrica. Fue una parábola de los griegos. Su gran error, no; su gran acierto: la creación de una forma.
Usted tiene en los escaparates todas las formas conocidas. ¿Tiene usted forma? La cuestión queda intacta: ¿Cuál es la Venus de usted?
Señor secretario de esta Revista: Si usted cree que ha llegado la hora de hacer esa pregunta indiscreta a los occidentales —y también a las occidentales—queda abierta la información.
ce tengo dibugos de bestidos para la voda
no son sexi disculpa son feas
Comentado por pablo el 5 de Septiembre de 2003 a las 01:19 PMme parece magnifico lo mostrado en esta pagina
Comentado por yliana arango el 4 de Noviembre de 2003 a las 12:30 AMte amo
Comentado por manuel el 11 de Agosto de 2004 a las 03:54 PM