El miedo es un desfiladero abierto entre las sábanas,
una pérdida blanca de lucidez, una conciencia
rodando calle abajo.
El miedo es una sombra del amor,
la distancia infinita, lo imposible
de un hombre polifónico, la elección de una vida
entre todas las muertes, a veces, el fracaso.
Es ángel del temor el que va herido
con vínculos extraños, es su luz
la sombra que me cubre, son sus alas
como amapolas rotas en mi nombre
mientras caigo, confuso, entre sábanas blancas, al vacío.
En una habitación
hay una pobre vela,
¿no hay electricidad?
Una llamita roja, amarilla, violeta,
agiganta las sombras.
Al fondo suena un timbre como de bicicleta:
no abras, nunca
abras.
La luz se debilita con la tristeza recta.
Al fondo del pasillo parece hablar el aire:
no te consumas nunca, nunca duermas.
La carretera se fue volviendo
estrecha.
Muchos fueron cambiando
de destino.
La vieja carretera se trastocó en camino,
el camino, en sendero,
el sendero en un hilo de nostalgia.
No quedan compañeros
hipotéticos,
no hay futuro que aguarde
una mañana clara.
Al final, un espejo
me refleja un ignoto rostro solo.
En un laboratorio polvoriento de infancia
sintetizó la esencia de las cosas.
Tomó la forma fría recubierta de esporas
y bajó la escalera, bordeó el patio
hasta una calle agnóstica, solapada en su inercia.
Entre las multitudes parecía
un ciudadano más, una plantilla
para dibujar hombres.
Pero iba lentamente trastocando
la materia en dilemas,
la substancia en cancelas y cipreses,
la tinta del destino en azulejos.
En un laboratorio polvoriento de infancia
sintetizó el fluir de las esferas
y pudo verse, ajeno, amalgamado,
más allá de relés y capas blancas,
recluido en la madera del anciano pupitre.
Esto sí es el dolor, lo otro era arena
de sociedad enferma,
lo otro era una pancarta de puñales.
Ahora, al verte tendida, sin la vida,
sin los trucos de hacer una sonrisa,
quiero abrazarme a ti, tocar tus brazos
como quien toca el agua de una fuente,
como quien besa el filo de una espada,
el viento de la luz. Resucitarte.
Que el tiempo no transcurre como giran los astros,
suavemente, dejando
un rastro azul de octavas y becuadros,
un teorema perfecto en la mano de Newton,
sino que, brutalmente,
como arpón que quisiera extraerse al recordar,
desgarra los violines, triza los monumentos,
nos abate.
Silenciosamente levanto la lluvia,
elevo el recuerdo de las filmotecas,
recibo el sonido, llave de la esencia,
en barcos de nieve,
sonatas de Bach.
Odio sin odiar, como las hermosas
incluyen un magma de destilerías,
dunas de café
y cartas anónimas,
orilla del tiempo, extensión brutal
sobre los planetas.
Oigo y no razono,
y en mis viejos libros
anoto en la lengua de las sensaciones
la imagen azul del mundo dormido.
Anoto en el idioma de los irracionales,
y con exactitud de ilimitadas cifras
os debo una verdad que es mi memoria:
soy la bruma solar incontestable,
os debo una mentira: sin azar
yo soy Dios y vosotros sois madera de balsa;
Dios detrás de la puerta,
ionización total de la materia,
orden en que las cosas constituyen
secuencias como acrósticos que han de ser descifrados
encuentros simultáneos,
redes de agua salada, reteniendo
el infinito donde se encapsula lo exacto.
Soy Dios que no te hablo: Dios detrás de la puerta.
Para ti el rayo verde que no espera,
el inconsciente sol de un día de reyes
un poco diferente, en el recuerdo
la solitaria luz de un sofá rojo
y modestos juguetes para todos.
Estaba bien así.
Pero nada es estable pantha rei
así que aquí te tengo, una mañana
de nuevo día de reyes, suspirando y dormido.
Sí, se fueron algunos, pero llegaste tú
para restablecer el viejo cautiverio.
Y ahora está bien así.
Llegarán otros tiempos demoliendo este día,
madurarán los frutos que transportan al gen
y cambiarás de casa, de memoria y de aldea
y un día recordarás a tus abuelos
y serás recordado por tus nietos
(y aún estos por los suyos).
Y estará bien así.
...comprendiste entonces que acaso la sociedad ha cubierto con falsos problemas materiales los verdaderos problemas del hombre, para evitarle que reconozca la melancolía de su destino o la desesperación de su impotencia.
Luis Cernuda
De este mundo, olvidados
los lagos de otros tiempos
y olvidadas las casas,
las sensaciones firmes.
Y en este tiempo, sombras,
juncos en otros lagos,
agua en otras orillas,
nadie en las calles nuevas.
Daríamos esas calles de poderse
retornar a ese agua
o volver a sentir aquellos juncos.
Daríamos esos juncos de poderse las calles,
de poderse ese agua,
de poderse esos lagos, de poderse.
Me cuesta creer cómo, en una corriente, me atrevo a decir, en un microcosmos, rodeado de almas de cristal y espíritus de metal; entre TEUs y PTEUs y CEUs que por muy matemática, lógica y simbólicamente perfecta que sea su cabeza, no saben valorar el esfuerzo derrochado en cada suspenso, cada lágrima...exista alguien capaz de transmitir tal belleza en sus textos.
Gracias, Maestro, Poeta, Humano.
Me cuesta creer cómo, en una corriente, me atrevo a decir, en un microcosmos, rodeado de almas de cristal y espíritus de metal; entre TEUs y PTEUs y CEUs que por muy matemática, lógica y simbólicamente perfecta que sea su cabeza, no saben valorar el esfuerzo derrochado en cada suspenso, cada lágrima...exista alguien capaz de transmitir tal belleza en sus textos.
Gracias, Maestro, Poeta, Humano.
A mi me sorprende también que alguien de ese mismo ámbito haya sido capaz de valorarlos y de escribir un comentario tan intenso.
Gracias.
Comentado por Francisco Serradilla el 7 de Septiembre de 2004 a las 03:35 PM