Leo en el suplemento literario del ABC: "El de (...) es un libro hermoso y difícil, complejo y sugerente. Una novela excelente, escrita sin concesiones." (Omito los nombres del autor del artículo y del novelista porque no vienen a cuento.)
Pero, ¿qué significa "sin concesiones"? ¿Que el libro resulta ilegible? O se trata de ese elitismo adolescente, tan español, tan francés, tan europeo: este libro no es para ustedes, queridos lectores y lectoras, es para lectores como yo, que sabemos lo que es bueno, sabemos apreciarlo y no queremos que ustedes nos lo manoseen.
Después, claro, vienen las quejas: la gente no lee. O mejor: mira lo que lee la gente, ¡qué asco! Son lloriqueos de quienes no saben o no quieren acordarse de que El Quijote, en su época, fue un libro lleno de concesiones, un libro de concesiones. Cervantes y Lope escribieron abiertamente para el gran público, exactamente lo opuesto de lo que interesó a Góngora y a Calderón.
Los primeros estaban acostumbrados al teatro en los corrales, al encontronazo con un público agresivo, dispuesto a tirar verdura podrida. Góngora escribía sus latinajos españolizados, o su genial y violento españolajo latinizado, para los hipercultos. Calderón escribía su teatro para Palacio, aunque con el buen criterio de seguir las propuestas (llenas de concesiones) de los fontaneros.
"Sin concesiones" es la versión contemporánea, y un poco de andar por casa leyendo suplementos, de la obra secreta de otros tiempos más difíciles, de la obra no apta para neófitos y no iniciados, la que había que ocultar de la ignorante y muchas veces letal y vengativa mirada del vulgo. La obra secreta pertenece al miedo a la muchedumbre; la obra sin concesiones, también. Ambas huyen del juicio, y al hacerlo, rehuyen cierta responsabilidad: la de hacer democracia.
Pero aviso: esto no significa que haya que dejar de escribir obras difíciles, significa que hay que trabajarlas para que resulten legibles. “Sin concesiones” apunta a que el artista no se detiene a pensar en cómo infiltrar una idea en la psique de su público. Un libro fácil de leer puede no dar concesiones, otro difícil podría darlas todas.
Empiezo a creer que para un artista no hay nada peor que la soledad, el aislamiento, la lejanía del público. Aunque el público sea escaso (que no significa minoritario), hay que sacar las obras a su escrutinio. Esto no quiere decir que tales obras no puedan ser difíciles, exigentes, llenas de trampas y juegos. Lo que intento afirmar es que la administración de las concesiones debe formar parte de las habilidades del artista.