En 1836 Adolfo Mora publicó un extenso artículo en El Español, periódico liberal y de inspiración anglosajona fundado por Andrés Borrego, en el que hacía un seguimiento exhaustivo de la evolución que experimentó un soneto de Lope de Vega perteneciente a su comedia La buena guarda (1610).
Seguí mil veces vuestro pie sagrado,
fácil de asir, en una cruz asido,
y atrás volví otras tantas, atrevido,
al mismo precio en que me habéis comprado.
Besos de paz os di para ofenderos,
pero si fugitivos de su dueño
yerran cuando los hallan los esclavos,
hoy que vuelvo con lágrimas a veros,
clavadme vos a vos a vuestro leño,
y tendréis seguro con tres clavos.
Soneto modificado
¡Cuántas veces, señora, habéis llamado,
y cuántas con vergüenza he respondido,
desnudo como Adán, aunque vestido
de la hojas del árbol del pecado!
Lamí mil veces vuestro pie sagrado,
quise subir, hacia la cruz hervido,
y atrás subí otras tantas, atrevido,
al mismo hueco que me habéis donado.
Besos asaz os di para ofenderos,
que si fugitivos sois del dueño
más vibráis cuando os atino el clavo.
Hoy que vuelvo con dádivas a veros,
clavadme vos en vos con este leño
y tendréisme duro como esclavo.
Y esto viene a cuento de que la errata anda de moda estos días. Me han regalado, con olfato familiar, el libro de José Esteban Vituperio (y algún elogio) de la errata (Renacimiento, 2002). Yo, amante de toda deformidad y teratología, firme defensor de la comicidad no buscada, de la trascendencia de la casualidad y, como ya saben, del poder de lo pequeño, me lancé al libro con la esperanza de la revelación. No hay para tanto: el tratadillo adolece de su pretensión de llegar a todos los públicos y de un narrador que una tanto ejemplo disperso y le dé sentido con su personalidad. Pero no diré que no hay muestra de erratas delirantes, pedagógicas y hasta luminosas; ahí van tres ejemplos:
Narra Pablo Neruda:
« él, a mi queridísimo Manuel Altolaguirre, pertenece aquella proeza en el campo de los errores que contaré. Porque se trataba de un rimbombante y melifluo rimador cubano, jacarandoso como él solo, para quien y en muy pocos ejemplares imprimió mi amigo una pequeña obra maestra tipográfica.
-¿Errores —preguntó el poeta.
-Ninguno, por cierto —contestó Altolaguirre.
Pero al abrir el elegantísimo impreso, se descubrió que allí donde el versista había escrito: "Yo siento un fuego atroz que me devora", el impresor había colocado su erratón: "yo siento un fuego atrás que me devora"».
Cuenta José Esteban cómo a Manuel de Prada se le dio por escribir en una novela suya "sobacos intonsos", que es lo mismo que afeitados pero en premio planeta. Y claro, repetidamente le devolvían de la editorial las pruebas con la corrección hecha: "sobacos intensos". Son las cosas que tiene la pedantería.
Y por último:
Tampoco fue pequeño el disgusto de aquel crítico literario que escribió: «Dedico estos artículos sobre estética de vanguardia a la Condesa de, cuyo exquisito gusto conocemos bien todos sus amigos» y, ya enviado el ejemplar ala condesa, se encontró con que en lugar de gusto habían impreso busto.
La errata ha encontrado campo abonado en la internet, y en concreto en la bitácoras, en las que exprime su característica más notoria: la inmediatez, la diaria escritura y publicación revisada sólo por un par de ojos que, la mayor parte de las veces, lo hacen además con prisas. De esto, claro, no se libra este articulista. Mi labor de editor en el Libro de notas me demuestra que raro es el día en que no se cuela alguna errata y más raro aún el que no pasa alguna otra desapercibida para todos, lectores y anotadores. Les pondré algún que otro ejemplo significativo.
Roger Colom sufrió duramente las consecuencias de colocar el dedo en la tecla equivocada, pero no lo suficiente como para que el desliz fuese notorio para los lectores. Me explico. El 16 de mayo Roger publicaba en el Libro de notas una anotación donde recomendaba la lectura de un artículo con el título original de El "Pero", estudio lingüístico de una oposición sociológica. Pues bien, la anotación apareció así:
El "Pedo", estudio lingüístico de una oposición sociológica
Yo andaba anotando en el momento en que apareció en el Libro la errata, así que la corregí rápidamente y le envié un jocoso correo electrónico a Colom. Pero en mi corrección sólo me había fijado en el título, y al día siguiente recibió Roger el salvador correo de un lector: su anotación comenzaba con un "Cada año tiene su propio leitmotiv". Y claro, como ya estarán ustedes imaginando, sólo en una palabra y de un modo podía colarse la errata para que todo fuese perfecto:
"Cada ano tiene su propio leitmotiv"
Colom, como aquellos equipos que retiran la camiseta de su jugador más irrepetible, borró la anotación de los archivos.
Para ser equitativo y no tendencioso les mostraré, brevemente, una errata simpática que se coló entre las anotaciones de Carmen Castro, que ese día debía tener los dedos entumecidos y los ojos legañosos:
Marta Hranecker entrevista a la Comandante Rebeca, de la guerrilla salvadoreña, y nos ofrece esta extensa e interesante conversación sobre la difícil participación de las mujeres en los puestos de dirección y el desequilibrio de las relaciones personales que esta posición suscita. Los tetos de la mujer dirigente.
Anotado por Carmen Castro | Septiembre 26, 2002 10:32 AM
Ésta estuvo visible casi tres semanas, hasta que yo la encontré de pura casualidad y la corregí.
¿Y yo no cometo erratas? Muchas, créanme que muchas, pero por desgracia ninguna, al menos que yo haya encontrado, que diese resultados inteligibles o cómicos, o trágicos.
Como saben, aquí no nos ocupamos de las cosas grandes y, por lo tanto, tampoco lo haré de las erratas grandes, gigantes, que escupe el mundo. No les hablaré, por ejemplo, de la errata metafísica, quizás genética, que percibirá algún mañoso corrector cuando transcriba la historia del siglo XXI y lea que Bush Junior fue presidente de los Estados Unidos. Podrá borrarlo, sí, pero la goma no le alcanzará a tachar sus consecuencias.
Hola Marcos
No recuerdo toda esa jugada que cuentas, pero son tantas las notas que ponemos, que sin la facultad del olvido nos volveríamos locos.
Leyendo tu artículo, sin embargo, me di cuenta de que me estoy haciendo viejo. Borrar un comentario como ese sólo es atribuible a los ataques de seriedad que sufro de vez en cuando. Ataques y achaques. Quizá se deba a que estoy de broma tan a menudo que el cuerpo reacciona y se pone serio.
Alomejor te interesa una errata oral y consciente que intento recordar siempre cuando la seriedad hace mella en mi espíritu. Tengo una tía, muy religiosa, pero muy capaz de tomarse las cosas a broma. Cuando éramos pequeños e íbamos a ella llorando por lo que fuera, siempre se ponía melodramática en falso y gritaba: "Nálgame Dios, ¿qué le pasa a este niño?" Como había dicho nalga, nos empezábamos a reír y se acababa el drama.
Un abrazo
Comentado por Roger el 2 de Febrero de 2003 a las 11:51 AM