Antonio Cambronero
Autor de la bitácora Tramontana
Año 2062. En un lugar indeterminado de la Europa occidental.
Cuando Tomás Queirós Morán recibía "el aviso", su cuerpo se convertía en un conglomerado de tensos nervios. Su aspecto no era el de una persona de cuarenta años. Aparentaba más. Respecto a su mente, cuando Tomás Queirós Morán, jefe de la brigada "anti-topos" del Ministerio de Seguridad Nacional, escuchaba el irritante "bip-bip" de su PDA, sus neuronas filtraban millones de bytes de información en apenas unos segundos. Ya estaba acostumbrado a reaccionar rápido a la llamada de urgencia.
Su equipo de trabajo ya había recibido el mensaje y, seguramente, ya habrían acudido al edificio del Ministerio. Ese sombrío bunker a las afueras de la ciudad. El se podía permitir el lujo de llegar el último. Para eso tenía galones. Mientras atravesaba las calles, en su destartalado automóvil, a altas horas de la noche, recibía los datos más recientes acerca del caso. El piloto automático le permitía desviar la atención del trayecto. Pero esa noche, aprovechando que el caso era demasiado típico, fijó su mirada en los portales de las casas, en las ventanas, en los adoquines del pavimento... , no vio a nadie y, sin embargo, sintió un temor desconocido. ¿Dónde se encontraba la gente?, ¿Qué hacía la gente? Casi diez años de trabajo para el gobierno, le habían convertido en intocable. Pero en ese preciso instante, comenzó a dudar de todo. Detuvo el coche, y respiró un momento el aire de la madrugada. Ese aire, excesivamente contaminado, que ya casi había olvidado. Regresó al automóvil, introdujo la contraseña, el código de las coordenadas de destino y, reclinándose en el asiento trasero, entornó los ojos.
Cuando entró en la sala de operaciones, comprendió enseguida, por las miradas de sus compañeros, que el caso era simple rutina. Aún no comprendía por qué El Comité Multinacional no se ocupaba de estos asuntos. Él preferiría dedicarse a la persecución del fraude bursátil o la fuga de divisas.
No obstante y a pesar de la rutina, su trabajo todavía poseía la dulce emoción de resolver un jeroglífico. Colgar una página en la Red no era tan sencillo, sobre todo después de la Tercera Guerra del Golfo y todo el cambio geo-político que vino después. Sin embargo, los "topos" empleaban las técnicas más sofisticadas, a la vez que rudimentarias, para conseguirlo. De entre ellos, los más temidos, por el departamento anti-topos, eran los bloggers, unos viejos románticos que pretendían opinar libremente en una especie de diario o bitácora personal.
El trabajo de Tomás Queirós Morán, y su unidad de intervención y extinción rápida, consistía en averiguar las coordenadas del ordenador, que almacena las páginas intrusas, y desconectarlo de la Red. La tarea debía ser rápida y absolutamente limpia. Por supuesto, intercambiando datos con la Oficina Global del Crimen, para iniciar la búsqueda y captura de los autores.
En esta ocasión, la maniobra duró exactamente setenta y cinco minutos, desde que el sistema de seguridad detectó la conexión intrusa, se propagó la alarma y se avisó al Cuerpo de Desconexión, vulgarmente denominado “brigada anti-topos”. También había sospechosos, por lo que se podía hablar de éxito absoluto.
Tomás Queirós Morán, mientras recorría la ciudad, de vuelta a su domicilio, recordó aquel libro que había leído de joven, "Fahrenheit 451". Y, de pronto, sintió un impulso incontrolable de crear un webblog. Mientras su destartalado automóvil le conducía a su casa, diseñó el template en su viejo tablet-pc.
Y pensó en su primer post.
Y tambien lo capturao su mismo jefe?
Comentado por Hugo el 19 de Marzo de 2003 a las 08:44 PM