Francisco Serradilla
En una habitación hay un hombre que escribe la historia del mundo. Accedemos a él a través de un larguísimo pasillo en penumbra, de final incierto, paredes húmedas y miradas de gato. El pasillo pertenece, sin duda, a un gran edificio en ruinas y, desde luego, abandonado. Sus paredes sueñan el sueño del invierno, los termómetros quedan detenidos bajo la sombra azul de la cal y el esparto que cae despacio del suelo a las paredes, del techo hasta el suelo. El largo pasillo no es absolutamente real. Tiene algo de estar siendo leído, inventado o recordado, y eso nos asegura que, al menos, existe con la existencia de las cosas creadas.
Al final del pasillo, tras la rendija de una puerta, un hombre escribe la historia del mundo, es decir, se ocupa de cada uno de los otros hombres, de los desastres naturales, de los descubrimientos, de que cada copo de nieve caiga en un punto exacto de la superficie terrestre y, sobre todo, de que las luces de las ciudades se enciendan o se apaguen bajo la acción de un todopoderoso interruptor en el momento preciso.
Y para ocuparse de todos los hombres, de cada minúsculo ser que pueda imaginarse, este hombre tiene que dedicar parte de su tiempo a cada uno de los otros tiempos, y por ello su día contiene infinidad de días, y su muerte contiene todas las muertes: él es inmortal.
Es inmortal porque en algún momento de su largo narrar se verá obligado a contar que, en una habitación, hay un hombre que escribe la historia del mundo. Que se accede a él a través de un larguísimo pasillo en el que los gatos miran con mirada de invierno, y que en su tiempo tienen que caber todos los demás tiempos.
Y acaso el suyo mismo.
Hola Francisco. Me ha gustado mucho tu relato. Me gustaria formularte una pregunta: Crees que el capitan lograria encontrar otra vez el corcho de la botella en la que ha acabado y salir de ella. Yo creo que si, pero volveria a encontrar una realidad diferente a la sonhada, y entonces trataria de encontrar otro corcho, y asi sucesivamente. Mucho animo. Sigue escribiendo.
Un saludo
Jose Antonio
P.D: Todos luchamos por descorchar nuestra propia botella